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Autor: Norbert Lieth

Pocos días antes de su muerte, Jesús habló a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Este sermón contiene las más importantes declaraciones proféticas de la Biblia, que nos ayudan a ordenar cronológicamente los hechos futuros y nos desafían a alcanzar con el Evangelio a los que están afuera.


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PE2463- Estudio Bíblico
Señales de Su Venida (9º parte)


 


Amigos, continuando con el tema del programa anterior, es necesario preguntarnos qué dice la ciencia sobre el episodio del diluvio. Hemos visto varias publicaciones científicas en los medios de comunicación seculares, que lo consideran como una posibilidad histórica real. Por ejemplo, se entiende que el Mar Negro podría ser el resto de una gran inundación que, precipitándose desde el Bósforo sobre el valle, lo haya cubierto de agua permitiendo así la formación del mar.

En el fondo del mar Negro se encontraron restos de casas, lo que llevó a la conclusión de que antes vivían allí personas. En casi todas las partes del mundo existen antiguos relatos, y claros indicios históricos, de una inundación de carácter catastrófica y de alcance mundial. En un artículo de un semanario suizo, el autor sostiene que el Grand Canyon de Arizona se formó mucho más rápidamente de lo que se suponía hasta hoy, y esto a través de una gran inundación.

Según recientes informes científicos, la garganta del Grand Canyon no tiene 500 millones de años, sino muchos años menos. Gran parte de la garganta fue excavada por una serie de breves pero muy violentos sucesos. No fue lavada lentamente desde arriba, sino que se abrió de golpe. Se encontraron indicios de un gigantesco tsunami, y se calculó que las olas empujaron hasta 400,000 metros cúbicos de agua por la garganta. Serían 37 veces más que en la mayor inundación conocida del río Misisipi. En este sentido, el científico Robert Webb del Servicio Geológico de EE.UU, afirma que “cuando se juntan grandes masas de agua y se liberan de golpe, es posible que se forme, en poco tiempo, un cauce de río”.

En sus palabras proféticas sobre el regreso de Jesús, Pedro nombra claramente el diluvio: “No perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos…” (2 Pe. 2:5). “El mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pe. 3:6-7).

Y en Lucas 17, el Señor Jesús dijo con respecto a Su regreso, que el tiempo que lo precedería se parecería al tiempo de Noé: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos… Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lc. 17:26-27.30).

Veremos entonces cuatro hechos esenciales del tiempo actual que nos hacen recordar la época del arca de Noé:

En primer lugar, la decadencia moral de nuestro tiempo. Sin duda alguna, por esta característica nuestra época se parece mucho a la de antes del diluvio. Por todos lados nos enfrentamos hoy a la perversidad, la burla, la inmoralidad y un ilimitado egoísmo. En todos los niveles, hasta en la cumbre de los gobiernos, el hombre rechaza dejarse corregir por Dios y se distancia cada vez más del Todopoderoso. La mezcla de religiones, la inadecuada tolerancia y el intercambio de ideas de las iglesias cristianas con creencias contrarias a la verdad bíblica, son actitudes que niegan al único Dios vivo y verdadero.

La gente está abierta a todo, excepto a la verdad, la cual se nos ha manifestado de la más clara manera en Jesucristo. El paganismo resurge y se extiende, también en las iglesias cristianas. El esoterismo y el ocultismo, hasta el satanismo, se practican cada vez más libremente, y son muy populares. A través de los medios de comunicación, los hechos más aberrantes y espeluznantes llegan directamente a nuestros dormitorios y a nuestras salas de estar.

Según las estadísticas, se abortan anualmente unos 55 millones de niños. Equivalen, cada año, a la cantidad de muertos en toda la Segunda Guerra Mundial. Uno de cada tres casamientos termina en divorcio. Nos hemos acostumbrado a la opción de vida homosexual, y ya se está rompiendo el tabú de la pedofilia. Los límites morales que se le imponía a la ciencia se van reduciendo, dejando que el ser humano se convierta en un juguete genético de los científicos.

El interés está tan enfocado en lo terrenal, que el Creador y Sustentador de la vida está casi completamente excluido de la sociedad humana. Génesis 6:5 nos explica que en el tiempo antes del diluvio, el Señor vio “que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. ¿Y hoy, amigo? ¿Son muy diferentes las cosas que Él ve con su mirada, la cual penetra hasta el fondo de los corazones?

En segundo lugar, también vemos que el hombre no mejora. En general los humanos pensamos que vamos evolucionando hacia un nivel más alto. Pero la realidad muestra otra cosa. Nos encontramos más bien en una etapa de decadencia, y en cuanto al pecado, no somos mejores que nuestros antepasados. Aunque nos hemos desarrollado técnica, material, científica e intelectualmente, el corazón del ser humano no ha cambiado. Hoy en día cometemos las mismas barbaridades que las personas de la época del diluvio.

Quizá es por eso que el Señor pronunció, aun después del diluvio en el cual sobrevivieron solamente ocho personas, el juicio sobre la condición moral del ser humano en el que dijo: “El intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (Gn. 8:21). Y esto lo dijo después que Noé había abandonado el arca con los suyos, y le había construido un altar para sacrificarle holocaustos (v. 18-20).

El Señor sabía que los descendientes de Noé no serían diferentes a la generación anterior al diluvio. Solamente el sacrificio de un animal los podría guardar de ser destruidos otra vez; y este sacrificio ya era una imagen profética del sacrificio perfecto y definitivo de Jesucristo en la cruz. ¡Solamente por él podemos salvarnos del juicio futuro!

En relación con eso y en tercer lugar, hoy también vemos que existe un arca de salvación. El diluvio no le sobrevino a la humanidad sin advertencia. Dios no la abandonó simplemente a su suerte. Ya mucho tiempo antes, Noé, el “pregonero de justicia” (2 Pe. 2:5), había comenzado a hablar a la gente de Dios y de Su Palabra. Y juntamente con sus hijos, Noé construyó el arca durante muchos años, a la vista de todo el mundo. Seguramente habría tenido lugar para más personas, si solamente hubieran estado dispuestas a dejarse salvar.

Sin embargo, exactamente como hoy, la gente no creyó en la Palabra predicada, hasta que llegó el diluvio. En aquel entonces, Dios hizo construir un arca con una sola puerta y solamente una ventana hacia arriba. De la misma manera, también hoy existe una sola posibilidad para ser salvo: por medio de Jesucristo. Él es la única puerta hacia la salvación, y Él es la única ventana de esperanza hacia arriba. En aquel entonces, los que no creyeron perecieron en las aguas. Lo mismo pasará en el futuro juicio de Dios: no se salvará nadie que se haya negado a aceptar la verdad. Jesús tiene lugar para todo aquel que quiera venir a Él; en el Reino de Dios hay lugar para todos. Sin embargo, solo Él es el camino por el cual se puede llegar allí (Juan 14:6).

En último lugar, también existe para nuestros días un tiempo final, y luego regresará el Señor. En los días de Noé existía un tiempo final, el cual fue anunciado. Había un arca, en el cual fueron levantados de la tierra y llevados a un mundo “nuevo” los que, primero, se habían refugiado en ella. También en nuestros días existe un tiempo final, y también este ha sido anunciado. Jesús viene otra vez para arrebatar de la tierra y llevar a un mundo nuevo a los que han creído en Él y se han refugiado en Él.

Las señales del tiempo nos indican que hoy estamos viviendo, incluso, en la última etapa del tiempo final. ¿No será que Dios, a través de los descubrimientos que demuestran la autenticidad del diluvio, quiera llamar nuestra atención al hecho de que el regreso de Jesucristo es inminente, y que nuestra generación se parece a la generación de Noé? ¿Se presta hoy atención, todavía, a las señales del tiempo y se las interpreta de manera correcta? ¿Se aprovecha, a tiempo, la puerta de salvación aún abierta en Jesucristo? ¿O bien nos precipitamos, sin conocimiento ni orientación, hacia la catástrofe, la cual seguramente vendrá?

Es mi deseo que usted ya se haya subido al arca de salvación, y que mientras espera el tiempo de partir sea, como lo fue Noé, un “pregonero de justicia”.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que está basada esta serie de programas.


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