Señales de Su Venida (6ª parte)
3 septiembre, 2020
Señales de Su Venida (8ª parte)
3 septiembre, 2020
Señales de Su Venida (6ª parte)
3 septiembre, 2020
Señales de Su Venida (8ª parte)
3 septiembre, 2020

Autor: Norbert Lieth

Pocos días antes de su muerte, Jesús habló a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Este sermón contiene las más importantes declaraciones proféticas de la Biblia, que nos ayudan a ordenar cronológicamente los hechos futuros y nos desafían a alcanzar con el Evangelio a los que están afuera.


DESCARGARLO AQUÍ
PE2461- Estudio Bíblico
Señales de Su Venida (7º parte)


 


Según mi parecer, el ejemplo de Jesús en Mateo 24:36-42, donde habla de los “tiempos de Noé”, muchas veces se interpreta, erróneamente, como el arrebatamiento de la Iglesia de Jesús. Sin embargo, el tema aquí no es el arrebatamiento, sino que es una descripción cronológica de los acontecimientos durante la Gran Tribulación, que terminará con la venida de Jesús como el Hijo del Hombre para establecer Su Reino.

El nombre “Hijo del Hombre” se usa, principalmente, en relación con el pueblo judío. Leemos en el versículo 30, de Mateo 24: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”. ¿De qué venida de Jesús se habla aquí? De Su regreso como el Hijo del Hombre, para la salvación del pueblo judío. Pero cuando habla de los tiempos de Noé, en el versículo 37 también leemos: “…como en los tiempos de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre”. Nuevamente se menciona al Hijo del Hombre, o sea que aquí se trata de la misma venida que en el versículo 30.

Ya en el Antiguo Testamento, cuando la Iglesia todavía no había sido revelada, Daniel habla claramente del mismo acontecimiento: “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dn. 7:13-14).

También en Mateo 10:21-23, vemos que Su venida como el Hijo del Hombre se relaciona con Israel: “El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de Mi Nombre; mas el que persevere hasta el fin, este será salvo. Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre” (vea también Ap. 14:14). La venida del Hijo del Hombre, siempre tiene que ver con Israel, de modo que en Mateo 24 y 25, no se puede tratar del arrebatamiento.

En Su discurso en el Monte de los Olivos, Jesús se refiere a aquellos judíos que tendrán que pasar por la Gran Tribulación, ya que en ese tiempo se decidirá quienes de ellos podrán, finalmente, entrar en el Reino del Milenio. Inmediatamente después del arrebatamiento, en la primera mitad de los últimos siete años, los judíos que hayan aceptado a Jesús por la fe, proclamarán el Evangelio del Reino y Su inminente venida.

La Biblia nos enseña que los 144,000 de Israel serán escogidos y sellados (Ap. 7:4), y se levantarán los dos testigos (Ap. 11:3). Se formará un remanente de judíos mesiánicos. Estos judíos creyentes, ante la amenaza de inminentes catástrofes, invitarán a las personas a aceptar la salvación en Jesucristo, así como lo hacía Noé, el pregonero de justicia. Una parte del pueblo de Israel se convertirá y “entrará” a la salvación de su Mesías Jesús. Gran parte de los israelíes, sin embargo, mantendrá el pacto con el Anticristo. Muchos en Israel serán perseguidos, y se delatarán y entregarán mutuamente (Mt. 10:21-23).

Pedro era el apóstol de los judíos y por eso, sus dos cartas fueron dirigidas a judíos creyentes (1 P. 1:1; 2 P. 3:1). Especialmente a ellos les hace recordar: “Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua” (2 P. 3:3-6).

La expresión “los padres”, ciertamente se refiere a los patriarcas judíos, quienes esperaban la venida del Mesías y de Su Reino. Durante la Gran Tribulación, esta esperanza será proclamada nuevamente en Israel, pero muchos solamente menearán la cabeza con incredulidad y se burlarán. Entonces los juicios de la segunda mitad de la Tribulación se precipitarán sobre Israel, y sobre el mundo entero.

Luego de la venida de Jesús habrá otro juicio en el que se decidirá quien podrá entrar en el Reino del Milenio y quien no. En Mateo 24 a partir del verso 37 leemos: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada” (Mt. 24:37-41).

Como sucedió en tiempos de Noé, en el “diluvio” de la Gran Tribulación, no todos serán llevados sino que se realizará una división. Como dice el texto, estarán dos en el campo, no será tomado (es decir, quitado en el juicio) y el otro será dejado para entrar en el Milenio. “Dos mujeres estarán moliendo en un molino: la una será tomada (o quitada) y la otra será dejada”, para entrar al Reino de Jesús. Y el evangelista Lucas agrega a esto: “Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama (matrimonio): el uno será tomado (quitado) y el otro será dejado”, esto también para ingresar al Reino mesiánico.

Estas declaraciones de Jesús están en total armonía con el Antiguo Testamento, porque ya el profeta Sofonías hablaba de este juicio en su capítulo 3: “En aquel día no serás avergonzada por ninguna de tus obras con que te rebelaste contra mí; porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te ensoberbecerás en mi santo monte. Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová. El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice” (Sof. 3:11-13).

De la misma manera habló Dios también por medio del profeta Ezequiel: “Como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice Jehová el Señor. Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí; de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré, mas a la tierra de Israel no entrarán; y sabréis que yo soy Jehová” (Ez. 20:36-38).

En Mateo 10 podemos leer que el Señor Jesús, ya en Su tiempo, dijo: “Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mt. 10:35-36). Padre e hijo quizás trabajen en el mismo campo, y el juicio pasará entre ellos separándolos. Posiblemente la suegra y la nuera estén trabajando juntas, uniendo sus fuerzas en el molino y, a pesar de esto, serán separadas por el juicio.

Ahora, amigo: a pesar de que Jesús se refería en primer lugar a Israel y a la Gran Tribulación, cuando enseñó sobre el tiempo final en el Monte de los Olivos, queremos aplicarlo también a nuestros días, porque sentimos que los futuros acontecimientos ya echan sus sombras sobre el mundo. Es significativo que el tiempo de Noé sea citado varias veces como una advertencia en el Nuevo Testamento, especialmente en las epístolas. En el arrebatamiento, ocurrirá algo similar que en la venida visible de Jesucristo a la Tierra: el Señor vendrá repentinamente para llevar a Su Iglesia a los cielos.

Este acontecimiento traerá consigo una repentina y visible separación nunca antes vista entre las personas, que atravesará a los pueblos y a los países, a las ciudades y a las aldeas, a las multitudes en las calles y a las familias. En todos los niveles sociales y en las más diversas circunstancias de la vida, las personas serán separadas las unas de las otras. De repente, se manifestará quién realmente pertenece a Jesús y quién no.

En ese momento, a pesar de que por fuera no haya diferencia entre las personas, las diferencias del corazón, que siempre han existido, se harán visibles con irreversibles y trágicas consecuencias: por años se habrá convivido, trabajado, comido y conversado, viajado y jugado juntos; pero, de repente, todo cambiará. Unos entrarán con Jesús a Su Reino celestial, otros al juicio. ¿Por qué? Porque en los corazones existe una diferencia abismal: unos han creído en Jesús y lo han seguido, y otros no. ¿De qué lado se encuentra usted, querido amigo?


Si desea puede adquirir el libro sobre el que está basada esta serie de programas.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo