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Autor: Norbert Lieth

Pocos días antes de su muerte, Jesús habló a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Este sermón contiene las más importantes declaraciones proféticas de la Biblia, que nos ayudan a ordenar cronológicamente los hechos futuros y nos desafían a alcanzar con el Evangelio a los que están afuera.


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PE2458- Estudio Bíblico
Señales de Su Venida (4º parte)


 


Amigos, en el programa de hoy quisiera que avanzáramos sobre algunos detalles de lo que conocemos como “la Gran Tribulación”. En el pasaje de Mateo 24 la Biblia describe su momento culminante de la siguiente manera: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mt. 24:29). En el mismo capítulo 24 de Mateo, Jesús dijo que ese sería un tiempo de gran tribulación “cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt. 24:29).

Esto significa que no habrá ninguna época peor que la de la Gran Tribulación. El Señor la describe comparándola a un animal muerto ya putrefacto, sobre el cual se arrojan los buitres (comp. v. 28). Uno pensaría que toda esperanza va a desaparecer, que ya no habrá vida posible. Como ya lo mencionamos, según las palabras del Señor Jesús, la Gran Tribulación culminará con el oscurecimiento del sol. La luna, ya que recibe su luz del sol, tampoco dará más luz. Las fuerzas del cielo serán sacudidas e incluso las estrellas caerán del cielo (lea también Isaías 13:10 y Apocalipsis 6:12-13).

Muchas veces en la historia, Dios ha intervenido de una manera sobrenatural. Por ejemplo, en la institución del Antiguo Pacto en el monte Sinaí, que se registró en Éxodo 19. Luego también en la vida de Josué, cuando leemos que “el sol se detuvo y la luna se paró” (Jos. 10:13). Asimismo, en Isaías 38:8 podemos leer: “He aquí yo haré volver la sombra por los grados que ha descendido con el sol, en el reloj de Acaz, diez grados atrás. Y volvió el sol diez grados atrás, por los cuales había ya descendido”. Joel dice claramente en su capítulo 2 y luego lo menciona también el apóstol Pedro, en su sermón en Pentecostés: “Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová” (Joel 2:30-31, comp. Hch. 2:20). Este será el momento culminante de los dolores de parto.

Creo que, literalmente, los astros se oscurecerán, y esto ocurrirá por dos razones. La primera es porque de esta manera será interrumpido el ataque de las naciones que marcharán contra Jerusalén. Pues sabemos por el libro de Apocalipsis que Satanás y sus demonios reunirán, por medio del Anticristo, a todas las naciones en Armagedón para atacar a Israel (Ap. 16:13-16). Se arrojarán como buitres sobre un animal muerto (Mt. 24:28).

El Señor habla de ese mismo acontecimiento, también, a través del profeta Joel: “Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra… Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión. El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. Y Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra; pero Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel. Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que habito en Sion, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella” (Joel 3:1-2; 14-17).

Cuando “tiemblen los cielos y la tierra” y además reine una oscuridad total, nadie más podrá luchar, ni tampoco podrán volar los aviones. Las segunda razón para el oscurecimiento de los astros es para que nada pueda impedir que las personas vean aparecer a Jesús en Su esplendor de gloria. Pues es grandioso lo que dice Apocalipsis 1:7: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá…”.

Dios intervendrá de manera sobrenatural, y ocurrirán fenómenos naturales nunca vistos hasta el momento. William MacDonald escribe al respecto, en su Comentario al Nuevo Testamento: “Una pálida imagen de cómo será, la da la descripción de Velikovsky de lo que sucedería si un cuerpo celestial se aproximase a la tierra y provocase una desviación en su eje. En aquel momento, un terremoto sacudiría toda la tierra. El aire y el agua seguirían moviéndose por inercia; unos huracanes barrerían la tierra y los mares se precipitarían sobre los continentes, llevando consigo gravas y arenas y animales marinos, y arrojándolos sobre la tierra. Subirían las temperaturas y las rocas se fundirían, entrarían los volcanes en erupción, la lava surgiría de grietas en la corteza quebrada y cubriría enormes extensiones. Surgirían montes de las llanuras y se desplazarían sobre las faldas de otros montes, causando fallas y hendeduras. Los lagos se ladearían y vaciarían, los ríos cambiarían sus cursos; enormes áreas con todos sus habitantes se deslizarían bajo la mar. Arderían bosques y el huracán y los mares intempestivos los arrancarían de la tierra sobre la que crecían y los apilarían, raíz y rama, en enormes amontonamientos. Los mares se tornarían en desiertos, yéndose sus aguas.”

Amigo, debemos comprender que el Creador de cielos y tierra puede sacudir la Tierra de modo que realmente se desencaje, pero al mismo tiempo es poderoso para guardarla, de manera que aún así, siga existiendo.
Bien, ¿y qué hay del regreso del Señor? El regreso de Jesucristo se describe con las siguientes palabras, en Mateo 24:30: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.

Las aflicciones de la Gran Tribulación traerán al Señor Jesús para el juicio, pero también para la gran liberación. Después de la caída en pecado de los primeros seres humanos en el huerto del Edén, el regreso de Jesús será el suceso más dramático de todos los tiempos y el momento culminante en el Plan de Dios. No sin razón, en este versículo 30, encontramos tres partes bien definidas:

En primer lugar leemos, “entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo…”. El “Hijo del Hombre” es una expresión típica que se entiende muy bien en Israel. ¿Qué es “la señal del Hijo del Hombre”? Es la señal visible de Su gloria. Quizás se trate de la columna de fuego y de nube de la gloria del Dios de Israel, un resplandor supremo. En el libro del profeta Ezequiel, encontramos la descripción profética de cómo la gloria del Señor abandonó el Templo a causa de los pecados de Israel y luego, saliendo de la ciudad de Jerusalén, subió al monte que está en el oriente, el cual es el Monte de los Olivos (capítulos 10 y 11).

Leemos así: “Y los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este varón entró; y la nube llenaba el atrio de adentro. Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín al umbral de la puerta; y la casa fue llena de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová” (Ez. 10:3-4). “Después alzaron los querubines sus alas, y las ruedas en pos de ellos; y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos. Y la gloria de Jehová se elevó de en medio de la ciudad, y se puso sobre el monte que está al oriente de la ciudad” (Ez. 11:22-23).

Ezequiel 43 nos describe cómo la gloria de Dios, después de mucho tiempo, regresará para la restauración de Israel. Vendrá desde el oriente (desde el Monte de los Olivos) y llenará el Templo del Milenio. Acerca de esto leemos, entre otras cosas: “Me llevó luego a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente; y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria. …Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio interior; y he aquí que la gloria de Jehová llenó la casa. …y me dijo: ‘Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde posaré las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre; y nunca más profanará la casa de Israel mi santo nombre, ni ellos ni sus reyes, con sus fornicaciones, ni con los cuerpos muertos de sus reyes en sus lugares altos’” (vs.1-2,5,7).

Cuando el Señor Jesús terminó de hablar Sus palabras de juicio sobre Israel y Jerusalén en Mateo 23, ya en Mateo 24 leemos que “salió del templo y se iba”. Luego, subió al Monte de los Olivos (v. 3), y allí pronunció Su sermón sobre el tiempo final, sobre lo que le pasaría a Israel durante la Gran Tribulación, es decir, durante la septuagésima semana del profeta Daniel. Al final de ese período, Él mismo regresará de la manera en que lo acabamos de leer en Ezequiel, con la tierra resplandeciendo “a causa de su gloria”. Zacarías expresa: “Y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos. Y acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. Será un día, el cual es conocido de Jehová, que no será ni día ni noche; pero sucederá que al caer la tarde habrá luz” (Zac. 14:5-7); Jesucristo vendrá otra vez como el “Sol de justicia” (Mal. 4:2; comp. Sal. 50:1-6; 45:2-17; 18:8-19).


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