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Autor: Norbert Lieth

Pocos días antes de su muerte, Jesús habló a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Este sermón contiene las más importantes declaraciones proféticas de la Biblia, que nos ayudan a ordenar cronológicamente los hechos futuros y nos desafían a alcanzar con el Evangelio a los que están afuera.


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PE2473- Estudio Bíblico
Señales de Su Venida (19ª parte)


 


Amigo, hoy le plantearé algo diferente a lo que venimos conversando. Aunque opino que Mateo 25 se refiere principalmente a la situación de Israel, ciertamente se puede aplicar espiritualmente también a la Iglesia de Jesús. Quisiera hacer esto en este programa, para ofrecer una visión completa; y para ello dividiré la historia de la Iglesia en tres momentos.

La primera época corresponde al tiempo apostólico y post-apostólico (desde Pentecostés, hasta principios del siglo III después de Cristo). Era la época del primer amor, caracterizada por una diaria esperanza viva del regreso de Jesucristo. El Señor Jesús la describe con estas palabras en esta interpretación que hacemos de Mateo 25: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo” (Mt. 25:1).

En la época de los apóstoles y en la temprana historia eclesiástica, la Palabra todavía obraba con mucha fuerza y eficacia entre los creyentes, de manera que continuamente esperaban al Señor y contaban intensamente con Su regreso. Se saludaban, por ejemplo, siempre con la palabra maranatha, lo que significa: “nuestro Señor viene”. Se trataba de un movimiento evangelístico que concentraba toda su atención en el Señor e iba a Su encuentro con las antorchas encendidas. En casi todas sus cartas, los apóstoles escribían acerca de la esperanza viva del regreso de Jesús, hablando de este acontecimiento a las iglesias como de algo que podía ocurrir en cualquier momento.

Pablo, por ejemplo, que sentía gran satisfacción por la iglesia de Tesalónica, pudo testificar de los creyentes de aquel lugar en la siguiente forma: “Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Ts. 1:9-10). Y a Timoteo, le hizo saber: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:8).

También las siguientes palabras del apóstol Pedro, nos muestran cuánto la época apostólica estaba llena de la esperanza del regreso de Jesús. Están en una misma línea con la parábola de las diez vírgenes. Pedro mantenía un vivo recuerdo de lo que Jesús les había contado, y seguramente se refería a esta parábola cuando escribió, unos 60 años después de Cristo: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pe. 1:19). ¿Cómo iban al encuentro del Señor las diez vírgenes? Con las lámparas encendidas. Esta es una imagen de la Palabra profética, que debe ser puesta sobre el candelero.

El Señor Jesús, nos exhorta en Lucas 12: “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles” (Lc. 12:35-37). La primera época de la Iglesia, efectivamente, se caracterizaba todavía por la espera del Señor, tal como Jesús lo expresó en forma de parábola, cuando dijo: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo”.

Ahora, la segunda época amigo se puede identificar como la de la pérdida del primer amor y el sueño espiritual. Pronto se perdió el primer amor por el Señor Jesús y Su Palabra. De esta manera, también hubo un decaimiento en la espera de Su regreso. La esperanza de Su venida se durmió. Mateo 25:5 describe esta época de la siguiente manera: “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron”.

Ya en la carta a la iglesia de Éfeso, en Apocalipsis 2, el Señor tuvo que constatar: “Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Ap. 2:4-5). Después de que los apóstoles fallecieron, la luz de la esperanza del regreso de Jesús empezó a apagarse en las iglesias. Si bien había todavía mucha actividad, comenzó a faltar la esperanza viva y el primer amor de una novia que espera a su novio. Esta esperanza se durmió.

Considerando este contexto, creo entender que el Señor Jesús quiso decir a la iglesia de Éfeso: “Ya no eres como una virgen o como una novia que va al encuentro de su novio con la lámpara encendida. Has dejado el primer amor, a pesar de que tienes la luz de la Palabra profética. Pero ¿de qué te sirve si no la usas para ir a mi encuentro, alumbrando el camino? Por eso, arrepiéntete, si no, te quitaré el candelero de la Palabra profética”. Y exactamente esto pasó: la luz de la Palabra profética casi se apagó completamente durante los siglos que siguieron.

Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron”, leemos en el texto bíblico. En la historia eclesiástica, podemos observar el proceso aquí descrito. El Señor Jesús se hace esperar. Todavía no volvió. Por eso, la cristiandad ha sido vencida por un sueño espiritual, que ha hecho decaer toda esperanza del regreso de Cristo. La vigilancia, a la cual el Señor una y otra vez llamaba a los suyos, se ha perdido. Como Él ya conocía este problema, exhortó a Sus discípulos con palabras como las de Lucas 12:35: “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas”.

Con la desaparición de la esperanza del regreso de Jesús, pronto desapareció también el conocimiento al respecto. Asusta el hecho de que más o menos a partir del año 300 después de Cristo, casi no se encuentra más indicio de esta verdad en la literatura cristiana. Desde el 300 hasta el siglo XVIII, no hay prácticamente ningún himno ni comentario que hable sobre la esperanza de que Jesús volverá a buscar a Su Esposa en el arrebatamiento de la Iglesia. Incluso en la época de la Reforma, se encuentran solamente muy escasas menciones del arrebatamiento. Si bien hubo un maravilloso movimiento de regreso a la verdad de la Escritura, y ciertamente se volvió a creer en la venida del Señor al final de los días, todas las demás cosas que tienen que ver con la Segunda Venida de Cristo, desaparecieron debajo de un “velo”.

Por último, mi amigo, llega la tercera época, el despertar espiritual. Este tiempo comenzó hace unos 150 a 200 años y coincide justamente con el regreso de los primeros inmigrantes judíos a su patria. ¿Será casualidad? La tercera época se ubica al final del tiempo de la gracia y, por lo tanto se le denomina “tiempo final”. En la parábola de las diez vírgenes, está descrita de esta manera: “A la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas” (Mt. 25:6-7).

Desde principios del siglo XIX (e incluso antes) se produjo un poderoso obrar del Espíritu Santo en el pueblo cristiano. Hubo movimientos de avivamiento, y las misiones florecieron. Se escribieron nuevas canciones y volvió la luz para comprender el mensaje del regreso de Jesús para arrebatar a Su Iglesia. Se levantaron muchos predicadores en aquella época, por ejemplo en Inglaterra y Estado Unidos, y ellos volvieron a poner el mensaje del regreso de Jesús en el candelero. También comenzó a publicarse literatura que enfatizaba otra vez, y con un nuevo enfoque, el tema de la venida de Jesús para Su Iglesia.

En el siglo XIX, se descubrió nuevamente la diferencia entre “arrebatamiento”, “día del Señor” y “día final”. Al mismo tiempo, nacieron muchas nuevas iglesias cristianas independientes, porque hubo hombres y mujeres valientes que se liberaron del sistema eclesiástico establecido. ¿Cómo llegó este nuevo comienzo, este re-descubrimiento del arrebatamiento, que es como cuando uno de repente se despierta del sueño? ¿No fue, acaso, el clamor del Espíritu Santo de Dios, el que repentinamente logró despertar a muchos, porque había llegado la época del regreso de Jesús?

Sin duda, vivimos hoy en la medianoche, donde se escucha el llamado del Espíritu de Jesús: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” (Mt. 25:6). Ciertamente, no es casualidad que en esa misma etapa, paralelamente al despertar dentro de la Iglesia de Jesús, comenzara la restauración de Israel y el repentino despertar de los judíos para regresar a su patria. Las dos cosas son fruto de la obra del Espíritu. ¡Nuestro Señor viene, amigo! ¿Está usted listo?


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