Hipocresía del mundo
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A primera vista existen paralelos entre la fiesta de Purim, el feriado más alegre del judaísmo, y el carnaval. Pero cuando uno lo mira más detenidamente, ve que existen diferencias significativas.
En ambas fiestas se celebra con disfraces y gran exuberancia. Los roles se intercambian, y las normas vigentes son puestas fuera de vigor. Se organizan procesiones, las comidas y bebidas comunitarias juegan un gran rol, y hombres y mujeres bailan juntos. Una gran cantidad de ruido también es parte de la fiesta, al igual que el rey de Purim, que puede ser considerado como el equivalente al rey de los inocentes. En vista de tantos paralelos se podría suponer que Purim realmente fuera un tipo de carnaval judío, no obstante la impresión es sólo superficial. Si uno busca más profundamente, se encuentra con un feriado con una liturgia marcada y con varios mitzvot – reglamentos religiosos – caracterizado por el profundo significado de que los destinos de los humanos son dirigidos por Dios, aún cuando Su influencia no puede ser notada a primera vista.
Como muchos feriados judíos, también Purim se basa en el típico “modelo” de fiestas judías, como lo formuló el rabino Adrian Michael Schell: “Ellos han tratado de ultimarnos, nosotros hemos sobrevivido, comamos y bebamos.” De hecho, en el centro de la fiesta judía de Purim se encuentra la salvación del pueblo judío del exterminio, planificado por el visir Amán quien servía en la corte del rey persa Asuero. Él tenía pensado “exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día […] y apoderarse de sus bienes”, dice en el libro bíblico Ester, que en Purim es leído en las sinagogas, tanto en la noche como en la mañana, después de la lectura de la Torá. Según el calendario judío, estos acontecimientos tuvieron lugar alrededor del 470 a.C. Al libro de Ester, que no es parte de la Torá, pero sí uno de los 24 libros de la Biblia hebrea, los judíos se refieren con el término “Meguilá” (rollo del libro). Dicho libro narra que el plan de Amán “sobre la solución final del asunto de los judíos” fue frustrado por Ester (a quien Asuero, sin saber que era judía, había convertido en su reina) y por Mardoqueo, el tío de ella.
Amán quería ver a Mardoqueo, juntamente con todo su pueblo, en la horca, porque éste se había negado a adorar al rey de los persas como a un dios. Mardoqueo, quien demostró que él como judío creía en un solo Dios, fue obligado por Amán a echar suerte para fijar el día de la matanza. Suerte en persa es “pur”, de donde procede el nombre de la fiesta. Bajo peligro de vida, la reina Ester consiguió que su pueblo fuera salvado, que Amán terminara en la horca que había previsto para Mardoqueo, y que en lugar de Amán quedara Mardoqueo como visir. El día 13 del mes judío de Adar, “el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban enseñorearse de ellos, sucedió lo contrario…” (Ester 9:1). En ese día del decreto real que permitió a los judíos luchar contra los aliados de Amán, los judíos oraron y ayunaron durante los combates. En el judaísmo, en ese día se convoca para el “Ta’anit Ester” (ayuno de Ester), pero “reposaron en el día catorce del mismo, y lo hicieron día de banquete y de alegría” (Ester 9:17), de modo que hasta el día de hoy se celebra Purim el día 14 de ese mes judío.
De modo que la fiesta Purim, a la cual se dedica todo un tratado del Talmud, se caracteriza por costumbres antiguas. Otras costumbres hacen recordar a personas de ese tiempo, como ser los Hamantash. Estos horneados, que solamente hacen para Purim, tienen forma triangular para recordar que Amán perdió su poder cuando finalmente reconoció los méritos de los tres patriarcas del pueblo judío – Abraham, Isaac y Jacob. El relleno tradicional es amapola, para recordar que Ester en la corte persa comía solamente leguminosas y semillas (como por ej. amapola), para no ingerir alimentos no kosher. Al mismo tiempo, el relleno simboliza las 10.000 piezas de oro con las que Amán quería sobornar al rey – en aquel tiempo un soberano verdaderamente poderoso sobre 127 provincias de India a Etiopía – para que le diera permiso para realizar su plan maligno. De ese modo, el relleno también recuerda la inmensa bendición material para el pueblo de Israel.
Pero volvamos a los paralelos mencionados. Para esto, recordemos primero de dónde viene la costumbre del carnaval. Algunas investigaciones dicen que esta costumbre se remonta a la fiesta romana de los saturnales (fiesta en honor al dios Saturno), cuyas raícen se remontan aún más atrás en la historia de la región de Mesopotamia. En el imperio romano, en ese día, se cambiaban los roles entre señores y esclavos, reinaba la palabra libre, se realizaban banquetes públicos a los que todos eran invitados. Otras investigaciones en dicha costumbre ven ritos pre-cristianos de la región celta para la expulsión del invierno y de sus demonios, entre otros haciendo mucho ruido. A partir de la edad media, la “quinta estación del año” en la que se celebraba alegremente, se estableció como fiesta del comienzo del ayuno de 40 días, como preparación para la Pascua. Sea como fuere, esta fiesta es realizada para escapar de la vida diaria llena de preocupaciones.
La fiesta de Purim, al contrario, no solamente marca la salvación del pueblo judío, sino que la profundidad de esta fiesta contiene mucho más aún. Parte de la misma no es solamente el reglamento de leer la “Meguilá” dos veces (en hebreo מְגִילַת אֶסְתֵּר, Meguilat Ester o el «Rollo de Ester», refiréndose ambos al Libro de Ester), y de decir oraciones especiales puestos de pie y para bendecir la mesa, sino también tratar de aprender los contenidos. El ruido sólo debía ser hecho en las sinagogas, y eso exactamente en el momento en que se lee el nombre Amán de la “Meguilá”. Esta costumbre proviene de la ley bíblica de “borrar el nombre de Amalec”, el primer adversario que atacó a los judíos después de su éxodo de Egipto (Amán era descendiente de la familia de Amalec). Regalos a los necesitados – por lo menos a dos personas o, alternativamente, a dos organizaciones de ayuda pública – son otro mandamiento, ya que todos deben estar en condiciones de poder celebrar. Además es mandamiento enviar a amigos los “Mishloach Manot” (envíos de obsequios) mencionados en la “Meguilá”. Se debería cumplir el compromiso de enviar por lo menos dos tipos diferentes de alimentos listos para comer, a por lo menos una persona, para recordar la unidad y la amistad entre el pueblo de Israel. Así como los judíos en Persia, en su tiempo, celebraron su salvación con un banquete, así los judíos de la actualidad, en la tarde del 14 de Adar, siguen sentándose juntos para un banquete hasta horas de la noche. Eso pareciera ser un paralelo a las comilonas no-judías, en las que también se consume alcohol. Mientras que, con toda seguridad, en el mundo no-judío eso se debe al querer olvidar las preocupaciones de la vida diaria, a los judíos en Purim les está ordenado tomar una o dos copitas más; no solamente porque debe ser una fiesta alegre, sino también porque al final de dicha fiesta ya no se debe escuchar una diferencia entre las expresiones “Bendito Mardoqueo” y “Maldito Amán”. Al principio del artículo también se mencionaron las procesiones como un paralelo. La “Meguilá” informa que el rey persa ordenó llevar a Mardoqueo en un desfile de honor a través de las calles de la capital. Ese tipo de desfiles, en realidad, no son comunes en el judaísmo, sino que fueron iniciados en el Israel pre-estatal en 1912, y realizados solamente por unos pocos años, reavivándose recién en 1955 en el moderno Estado de Israel.
El paralelo posiblemente más llamativo es el disfrazarse, parece ser una costumbre relativamente nueva en el judaísmo, ya que por primera vez es mencionado por Jehuda ben Eliezer Ha-Levi en la transición entre los siglos 14 y 15, y eso sí parece haber sido copiado del carnaval italiano. Pero la “Meguilá” entera trata del tema del juego de las identidades, entre otros ejemplos, Ester al principio esconde su descendencia, Mardoqueo calla sus conocimientos lingüísticos, y existen otras confusiones. Mucho más significativo, sin embargo, es otro aspecto: Dios mismo queda escondido en la narración, porque el libro de Ester, juntamente con el Cantar de los Cantares, son los únicos libros de la Biblia Hebrea en los cuales no se menciona el nombre de Dios. Acerca de esto, escribe el rabino Shell: “Los filósofos judíos ven justamente en la falta del nombre de Dios una enseñanza importante, en el sentido de que Dios también obra aun cuando eso no es aparente. En ‘recuerdo’ de esto, que Dios está escondido en el libro de Ester, pero obra a través del milagro de Purim, los judíos se disfrazan en esta fiesta.” Otras fuentes mencionan, además, que otros judíos en Persia – contrariamente a Mardoqueo – se inclinaban delante de los dioses, pero solamente como apariencia, ya que en su corazón se mantenían fieles al Dios de Israel. Eso significa que los disfraces son interpretados como referencia a esta situación, en la cual la apariencia exterior esconde la verdad interna.