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Autor: Samuel Rindlisbacher

Dentro del estudio pormenorizado del Tabernáculo, continuaremos hablando del significado profético del candelabro cuyas instrucciones de construcción fue dada detalladamente por orden de Dios. ¿Será acaso una figura del mensaje del Evangelio y un ejemplo para los creyentes?


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PE2900 – Estudio Bíblico
Profecía en el Tabernáculo (15ª parte)



La manera en que fue hecho el candelabro del Tabernáculo nos enseña que no podemos ser livianos con el pecado. Este pesaba 36 kilos de oro puro. Recordemos, el oro en la Biblia representa la justicia que nos fue dada por gracia, sin mérito propio, como leemos en Romanos 3:24 : «Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús», y en Efesios 2:8 y 9  «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe».

La Biblia nos muestra que tenemos un Dios santo y puro. Para Dios el pecado siempre es pecado, la impureza siempre es impureza y la santidad siempre es santidad, pues Él nunca cambia. Sin embargo, quiere brindarte Su gracia. Dios te recibe como eres. Si abortaste, no obstante, Dios te ama. Si adulteraste, no obstante, Dios te ama. Si has destruido a tu familia, ¡Dios aún te ama! Esta es la gracia divina: Dios te recibe, Dios se dirige a ti, Dios te busca –no importa cómo seas, quién seas, o lo que hayas hecho–.

Sin embargo, la gracia de Dios no es barata. Con Dios no se trata de hacer borrón y cuenta nueva. Esto puede verse en la forma en que fue hecho el candelabro. Fue manufacturado a partir de una sola pieza de oro, sin fundirse o soldarse, sino que tan solo fue forjado con el martillo. Golpe por golpe, el artífice creó esta obra maestra. Hubo que calentarlo, luego golpearlo, estrecharlo o doblarlo, enfriarlo, y calentarlo nuevamente para otra vez martillarlo, y así por delante hasta alcanzar la forma deseada.

Si el oro simboliza la justicia de Dios dada por gracia, los muchos golpes de martillo dirigen nuestra mirada hacia el lugar donde esta justicia fue obrada: la cruz del Gólgota. ¿No fueron traspasados a martillazos los pies y las manos del Dios viviente?

El martillo en la Biblia es una imagen del castigo y juicio divino. Un martillo y una estaca de tienda sirvieron para matar a un comandante enemigo, como vemos en la historia de Jueces 4:21. Jeremías 23:29 dice: «¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?». Y en el mismo libro leemos: «Martillo me sois, y armas de guerra; y por medio de ti quebrantaré naciones, y por medio de ti destruiré reinos».

Otra vez es un martillo el que, en las manos de un cruel soldado romano, golpea fuerte los clavos de mi pecado sobre los pies y las manos del Hijo de Dios. Golpe por golpe, el candelabro del tabernáculo había sido formado. Visto de esta manera, solo este fue capaz de dar al candelabro la fuerza para brillar. De igual manera, Cristo fue clavado en la cruz, golpe por golpe de martillo. Entendamos bien lo siguiente: ¡la gracia de Dios nunca es barata! Los golpes de martillo llegaron a ser la causa de la gracia divina en nuestra vida. Recordemos las palabras en Isaías 53:4 y 5:

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”

¡Y qué interesante y descriptivo lo que encontramos en Zacarías 13:6!, dice:

“Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos.”

Fueron los martillazos los que brindaron la luz al tabernáculo, y otra vez los golpes del martillo los que, 1500 años más tarde, trajeron la luz al mundo. Estos golpes representan el juicio ejecutado sobre el mismo Dios, para que podamos estar nuevamente en Su luz.

En el candelabro del tabernáculo también había flores de almendra. Podemos preguntarnos qué tienen de importante para estar allí. Estas dirigen nuestra atención hacia la fuerza y el poder de la resurrección de Cristo de entre los muertos. Podemos ver esto en el siguiente acontecimiento que se relata en Números 17:6 al 8:

“Y Moisés habló a los hijos de Israel, y todos los príncipes de ellos le dieron varas; cada príncipe por las casas de sus padres una vara, en total doce varas; y la vara de Aarón estaba entre las varas de ellos. Y Moisés puso las varas delante de Jehová en el tabernáculo del testimonio. Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras.”

Recordemos la profecía acerca del Señor en Isaías 53:2

“Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.”

Jesucristo vino a un suelo seco e infértil, totalmente estéril, como se confirma también en Juan 1:11: «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron».

Lo rechazaron, lo clavaron a martillazos en una cruz, lo desnudaron, lo escupieron en la cara y lo maltrataron hasta la muerte. Sin embargo, así como la vara de Aarón reverdeció, brotó y llevó fruto en una noche, así Jesucristo produjo fruto en el suelo más árido. Ahora quiere hacernos participar de Su vida de resurrección para llevar fruto de la misma manera. Jesucristo dijo lo que leemos en Juan 11:25 «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá».

Las flores de almendra, una señal de vida nueva, de nuevas fuerzas y de un fruto en desarrollo, nos revelan la forma en que esto es posible. Estas estaban conectadas al candelabro de manera inseparable. De la misma manera, nuestra vida debe estar unida de forma indisociable con Cristo, conectada a la fuente del poder de Dios, como escribe Pablo en Filipenses 3:10: «Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte» (nvi).

El apóstol desea estar realmente entrelazado con Jesucristo, tan conectado a Cristo como las flores de almendra al candelabro. Pablo sabe que de esta conexión con Cristo surge la fuerza para vivir, vencer y brillar. De esta forma se hace real lo dicho por el Señor a los Suyos según nos relata Mateo en el capítulo 5 versos 14 al 16:

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”

Somos luz si estamos conectados con la Persona que dijo de sí misma: «Soy la luz del mundo». Nuestra tarea como hijos de Dios y como Iglesia de Cristo es brillar, iluminar y orientar a la humanidad en tinieblas.

Continuaremos ahora estudiando tres aspectos del candelabro de oro.

Es así que podemos ver en el candelabro de oro tres aspectos importantes para nuestra vida. Primero, ¿estamos conectados con Cristo por el martillo de la cruz? ¿Nos disponemos a decir sí al Gólgota y a sus consecuencias en nuestra vida? Segundo, ¿tenemos con nosotros las flores de almendra, el poder de la resurrección en nuestra vida con Cristo? Y tercero, ¿queremos ser una luz para Cristo, prestos a brillar donde Cristo nos ponga?

Nuestra fuerza es pequeña y limitada. A menudo somos temerosos y estamos desanimados. Sin embargo, podemos aprender a vivir con Cristo cuando aceptamos estas condiciones de manera consciente. Así lo expresó Pablo en Gálatas 2:20:

«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí».

Incluso para un gran apóstol como Pablo esto significaba una lucha diaria. Él también se sentía por momentos profundamente abatido y solo. Sin embargo, a pesar de esto, confesó en Filipenses 3:12: «No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús».

Pablo estaba conmovido por Jesucristo, y es por eso que invirtió todo su esfuerzo en asirse del Señor. En este sentido, estos pensamientos acerca del candelabro nos pueden servir de ánimo para conectar realmente nuestra vida con Cristo, para nuestra bendición y para iluminar a un mundo en tinieblas.

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