Profecía en el Tabernáculo (12ª parte)
19 marzo, 2023
Profecía en el Tabernáculo (14ª parte)
19 marzo, 2023
Profecía en el Tabernáculo (12ª parte)
19 marzo, 2023
Profecía en el Tabernáculo (14ª parte)
19 marzo, 2023

Autor: Samuel Rindlisbacher

Al hablar del Pan de Vida que es el Señor Jesús, podemos entender la profundidad de lo que ese concepto fue, es y seguirá siendo en la historia de Redención para la humanidad, siempre recordando el destino del pueblo escogido, Israel.


DESCARGARLO AQUÍ
PE2898 – Estudio Bíblico
Profecía en el Tabernáculo (13ª parte)



Amigos, qué gusto recibirles. Como escuchamos en el programa anterior hablamos de los doce panes de la proposición que estaban día y noche en la presencia de Dios, esto nos habla de que «Dios es fiel, Dios permanece con Su pueblo, Dios llega a la meta con Israel».

Por otra parte, vimos también el lugar santo del tabernáculo, que por medio del pan cubierto con mirra, muestra al futuro Israel justificado. La mirra significa olor grato de vida y perfección sin pecado. Así Dios ve a Israel, a la luz del tabernáculo, la misma luz que la cruz del Gólgota arroja sobre Israel. A través de esta luz es que Dios ve a Israel redimido, como olor grato de vida y perfección sin pecado.

Hago una pausa aquí y le invito a estudiar sobre la situación de Israel en los últimos tiempos y entender mejor a qué «Israel» Dios mira cuando habla de la redención de Su Pueblo escogido. Cuál será ese remanente que será “sacudido” y que reconocerá a Jesucristo como Mesías.

Ahora sí, volviendo a nuestro tema, los israelitas en el desierto se habían quejado del maná, lo habían rechazado, anhelando de nuevo el ajo, los melones y la carne de Egipto. Siglos más tarde, cuando el verdadero pan de vida, Jesucristo, llegó a ellos, también dijeron «no».

Jesús dirigiéndose al pueblo que lo seguía les dijo:

“De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (Juan 6:32-35)

Sin embargo, cuán trágica fue la respuesta de Israel:

“Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice este: “Del cielo he descendido”?” (Juan 6:41)

Aunque Israel rechazó el pan de vida, la Biblia dice en Levítico 24:7: «Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida a Jehová».

Con estas palabras, el Señor está afirmando que a pesar de la negativa, Él sigue mirando a Israel con ojos de amor y llegará el tiempo en que el pueblo exclame con gran gozo como lo encontramos en el Salmo 118 «Bendito el que viene en el nombre de Jehová». (Salmo 118:26)

Hace 2000 años el pueblo judío ya había aclamado estas palabras, mientras Jesús entraba a la ciudad de Jerusalén sentado sobre un asno. Sin embargo, pocos días después, la misma multitud comenzó a vociferar: ¡Crucifícale, crucifícale!

Su opinión había cambiado por completo en muy poco tiempo. Es más, poco tiempo atrás el pueblo había experimentado cómo Jesús había alimentado a una multitud de más de 5000 hombres, sin contar mujeres y niños, con cinco panes y dos peces.

La historia de Israel es todo un milagro, sin embargo, todas las experiencias vividas no llevaron al pueblo a creer en su Mesías. Si observamos, la gente que estaba todavía comiendo el pan que Jesús había multiplicado, el pueblo comenzó a exigir de nuevo una señal para creer que él era el «enviado de Dios», decían «¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos?» (Juan 6:30)

Los seres humanos nos obsesionamos con las señales y los milagros, las pruebas de Dios y las experiencias, sin embargo, las muchas señales de Jesucristo no llevaron a la gente a una fe genuina. No, sino que, por lo contrario, Jesús les decía con un corazón entristecido «De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis» (Juan 6:26).

¡Lo más importante es que mi barriga esté llena y satisfecha! Con esta actitud resulta fácil cambiar de opinión con rapidez y hacer de un amigo el peor de los enemigos en muy poco tiempo.

Estimado amigo, amiga ¿Tu fe está apoyada en la confianza que tienes en el Dios viviente o en las experiencias o emociones que experimentas? ¿Es la Palabra de Dios la medida absoluta o pesa más tu punto de vista u opinión?

Volvamos ahora a la mesa con los panes de la proposición, la cual nos muestra la fidelidad de Dios al pacto con Israel. Dios no ha desechado a su pueblo ni la liberó de su tarea, la cual aún cumplirá. No por nada el profeta Isaías dice:

Cantad alabanzas, oh cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh montes; porque Jehová ha consolado a su pueblo, y de sus pobres tendrá misericordia. Pero Sion dijo: Me dejó Jehová, y el Señor se olvidó de mí. ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros. (Isaías 49:13-16)

El amor de Dios por el pueblo del pacto es inamovible. Por otro lado, Israel tiene aún una gran tarea que es expresada proféticamente por estos doce panes. Leamos un pasaje paralelo en el Evangelio de Juan:

“Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.” (Juan 6:11- 13)

Sobraron doce canastos. El Señor había mandado a recoger hasta el último trozo de pan, nada se perdió. En cuanto a esto encontramos una interesante observación en Eclesiastés 11:1: «Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás».

Normalmente no se echa el pan al agua, pues los patos y los peces se lo comerían. Sin embargo, este versículo nos remite a las orillas del Nilo, donde, cada año, al bajar la crecida, mientras las tierras llanas estaban todavía húmedas, el agricultor salía y, sin arar, se limitaba a echar el grano sobre el barro mojado y, simplemente pisoteándolo, sabía que «lo encontraría después de muchos días» en una abundante cosecha.

La Palabra de Dios es la semilla que tarde o temprano da fruto «Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» dice Dios (Is.55:11).

Israel, el campo de siembra de Dios, había sido arado, labrado y sembrado, en última instancia por el Señor Jesús y Sus doce apóstoles.

Pero, todavía no había crecido ningún fruto en Israel, contrario a lo que sucedió en la siembra entre los gentiles que comenzó después de Pentecostés. Este fruto se multiplicó por millones, del cual nosotros somos parte.

Ahora, el tiempo del fruto también llegará para Israel, pues el trabajo de siembra hecho a lo largo de los milenios, comenzando con Moisés, siguiendo con los profetas, el Señor Jesús y muchos misioneros de todos los tiempos, dará fruto, pues vendrá el tiempo cuando se cumpla lo que está escrito en Zacarías 12:10:

“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.”

Entonces al fin se hará visible el testimonio de la mirra sobre los panes: Israel será un olor grato de vida y será perfeccionado en Jesús, el Mesías, cumpliéndose lo dicho por Isaías:

“Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová.” (Isaías 2:2-5)

O lo expresado en el libro de Zacarías “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.”  (Zacarías 8:23)

La Palabra de Dios cumple su propósito, Dios llega a la meta, no solo con Israel, sino también con cada uno de nosotros. Confiemos en la Palabra de Dios y en sus promesas para con Israel, nuestra iglesia, nuestras familias y nuestros hijos. Pues Él es fiel, entonces, ¡Él también lo hará!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo