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Autor: Samuel Rindlisbacher

Las paredes del Tabernáculo estaban unidas por un vínculo invisible. Sus paredes de oro reflejaban la luz del candelero. En la mesa nunca faltaba el pan. Preciosas lecciones prácticas para la iglesia hoy.


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PE2896 – Estudio Bíblico
Profecía en el Tabernáculo (11ª parte)



Hola ¿qué tal? ¿Recuerdan que en el programa pasado hablamos de las tablas que formaban las paredes del tabernáculo?

Para los que no escucharon el programa pasado, les cuento que el tabernáculo tenía paredes hechas de tablas individuales las cuales estaban unidas desde afuera por cuatro varas que atravesaban argollas que había en cada tabla. Y todo aquello, las tablas y las varas estaban cubiertas de oro. Por esto El tabernáculo también es llamado la casa de oro.

Además de esas cuatro varas, que unían las tablas por fuera, existía una quinta vara invisible. No se podía ver porque pasaba por un agujero que atravesaba el centro de las tablas. Esta vara proveía las paredes de un vínculo interior perfecto.

En el Nuevo Testamento podemos leer acerca de semejante unión en un edificio espiritual que es la iglesia. Primero en la carta a los efesios que nos exhorta a ser «Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz»

Y luego en la carta a los colosenses que nos instruye: «sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto».

Nuestras iglesias deben caracterizarse por el vínculo de la paz y el amor.

Lamentablemente hoy día se entienden muchas cosas por paz y amor, menos aquello que la Biblia enseña. Pues la paz, el amor y la verdad pertenecen juntas y son inseparables. Debemos practicar la «verdad en amor» (Ef. 4:15).

La verdad en amor no duda en llamar al pecado por su nombre, porque fue justamente la verdad acerca del pecado que clavó a Jesucristo en la cruz. Y el amor de Cristo hizo que Él pagara allí el precio por nuestros pecados.

El amor desligado de la verdad es solo una burla, pues desprecia el ofrecimiento divino de la salvación, tolera el pecado y envía al hombre a la eterna condenación. Es a causa de la verdad que debemos aborrecer el pecado, y por el amor divino anunciar el perdón al pecador arrepentido. Debemos predicar a las personas que se dirigen al infierno y entregar la promesa celestial al que busca el perdón de Dios.

Amonestar y consolar, corregir y restaurar, entristecer y vendar las heridas, siempre van juntos, donde una de las dos falta la Iglesia de Cristo erra su propósito. Debemos brillar como la luz del mundo y ser la sal de la tierra. Como dice el apóstol Pablo: «Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo»

Tal vez nuestra luz sea por momentos débil, pero sigue siendo luz, una luz que ilumina, como puede, su entorno, en el lugar donde se encuentre. Una vez, al finalizarse una conferencia de varios días en un hotel, me llamó la atención una joven que brillaba en aquel momento.

Era una muchacha con una discapacidad mental. Todo estaba listo para partir del hotel, la madre esperaba con impaciencia a su hija. Sin embargo, ella quería despedirse de cada uno de los empleados de aquel lugar. Haciendo caso omiso a las exhortaciones de su madre, se acercó a cada uno del personal en el vestíbulo para darle un beso muy cordial en sus mejillas.

Pero, esto no fue suficiente todavía. A pesar de la impaciencia de su madre, no quiso irse sin despedirse con todo cariño de los empleados de la cocina. Ella era una luz dentro de sus posibilidades.

Nadie puede brillar por sí mismo. Así como las tablas cubiertas de oro en el tabernáculo reflejaban la luz proveniente del candelabro, así también debemos ser luz para Cristo. ¿Se ve ese reflejo de Su gloria en tu vida? Incluso el oro más brillante puede perder su brillo cuando se llena de inmundicia.

Si este fuera tu caso, la Carta a los hebreos te alcanza la solución:

«la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas, para que sirváis al Dios vivo». Puedes reclamar la fuerza purificadora de la preciosa sangre de Cristo y recuperar ese reflejo de la gloria de Dios en tu vida.

Tenemos el deber –como hijos de Dios y como Iglesia de Cristo– de ser luz en este mundo y reflejar Su gloria en nuestro andar diario. El Señor Jesús nos llama a eso en Mateo 5:16 diciendo: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».

Un proverbio dice: «¡Muéstrame a tus amigos y te diré quién eres!». ¿Puedo aplicar esta frase a ti y a tu Señor?

¿Se nota en ti el efecto de la amistad con Cristo?

Pablo escribe a la iglesia en Corinto: «nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor».

No debemos permanecer en la suciedad del pecado, sino fijar nuestra mirada en Jesucristo y dejarnos conducir por Su Espíritu Santo. En el Salmo 16, David lo expresó de la siguiente forma: «A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido».

El Señor Jesucristo fue crucificado por ti, él cargó con tus pecados, agonizó y murió en tu lugar. Cuando le miras a Él con esto en mente, no puedes seguir coqueteando con el pecado, ni hacer tratos desleales con el mal. Tienes la fuerza para decir no a todo lo que te aleja de Cristo. Como resultado crecerás en santidad. El apóstol Pablo escribe en Tito 2:11-13:

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.

Cuánto más te dejes dirigir por el Espíritu de Dios, más participarás de la gloria divina y éste debe ser el deseo y el anhelo de cada cristiano. 

Nos quedan 3 minutos para entrar una vez más al Tabernáculo y echar una mirada a la mesa que está enfrente del candelabro de siete brazos. Leemos en Éxodo 37:10.

[Moisés] hizo también la mesa de madera de acacia; su longitud de dos codos, su anchura de un codo, y de codo y medio su altura; y la cubrió de oro puro, y le hizo una cornisa de oro alrededor. Le hizo también una moldura de un palmo menor de anchura alrededor, e hizo en derredor de la moldura una cornisa de oro. Le hizo asimismo de fundición cuatro anillos de oro, y los puso a las cuatro esquinas que correspondían a las cuatro patas de ella.

Debajo de la moldura estaban los anillos, por los cuales se metían las varas para llevar la mesa. E hizo las varas de madera de acacia para llevar la mesa, y las cubrió de oro.

La mesa que Moisés mandó fabricar era de madera y tenía las siguientes medidas: 75 cm de altura, 50 cm de ancho y 1 m de largo. Toda la mesa estaba cubierta con oro y en su alrededor había una moldura de oro para evitar que el pan cayera. Para el transporte se utilizaban dos varas de madera cubiertas de oro que se pasaban por los anillos fijados en los extremos de la mesa.

En levítico 24 leemos que siempre debía haber doce panes en la mesa y que cada sábado tenían que cambiar los panes viejos por pan fresco. Solo los sacerdotes podían comer de esos panes, en un lugar designado para ello:

Cada día de reposo lo pondrá continuamente en orden delante de Jehová, en nombre de los hijos de Israel, como pacto perpetuo. Y será de Aarón y de sus hijos, los cuales lo comerán en lugar santo; porque es cosa muy santa para él, de las ofrendas encendidas a Jehová, por derecho perpetuo.

En el próximo programa seguiremos con la mesa de los panes de la proposición, pero para hoy quiero terminar con dos pensamientos:

El pan, sin lugar a duda, nos hace recordar las palabras del Señor Jesús, que dice: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás». El pan también nos habla de nuestra responsabilidad como Iglesia de Cristo de repartir de manera abundante la Palabra de Dios por todo el mundo para calmar el hambre espiritual. El Señor Jesús pregunta en Mateo 24 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.

2 Comments

  1. José Francisco García Zavala dice:

    Estoy súper bendecido por estas enseñanzas maravillosas,Dios les bendiga hoy y eternamente.

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