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Autor: Wim Malgo

La venida del Señor Jesús es el evento próximo más importante y trascendente que nos espera. Sin embargo, muchos no se preparan. Wim Malgo advierte en palabras contundentes contra esta actitud inconsistente. Allanad el camino, quitad las piedras. Pon tus ojos sólo en Jesús, si no perderás lo mejor.


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PE2623 – Estudio Bíblico
Preparémonos ahora. Si no, perderemos lo mejor (2ª parte)



Queridos amigos, nos encontramos recorriendo esta serie sobre la preparación para la venida del Señor. Y si existe una expresión que resuma el estudio de hoy, de seguro es: ¡Quitad las piedras! Isaías 62:10 nos invita a prepararnos de la siguiente manera: «Pasad, pasad por las puertas; barred el camino al pueblo; allanad, allanad la calzada, quitad las piedras, alzad pendón a los pueblos«. En la vida de fe de muchos creyentes hay mucho que no está en orden. Hay varias cosas que pesan, porque ahora como antes el corazón está lleno de piedras de pecado. 2 Pedro 1:19 nos dice: «Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones«.

La meta de la Palabra profética es, pues, nuestro corazón. Por eso, en el nombre de Jesús: ¡Quita del campo de tu corazón las piedras pesadas!
• Piedras de orgullo
• de implacabilidad
• del afán de siempre tener razón
• de odio
• de la ira
• y de la avaricia.

Pienso en este contexto en Oseas 10:12: «Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia«. Dios quiere sembrar y fructificar de manera nueva también el campo de tu corazón, si tú mismo haces barbecho para ti, si te liberas en el nombre de Jesús de cada vieja, dura y petrificada atadura pecaminosa. Nuestro corazón debe ser preparado para la pronta venida del Señor. Por eso, Él dice en Lucas 21:34-36: «Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre«.

También aquí vemos que la preparación debe comenzar en nuestros corazones. Para que –¿quién sabe cuán pronto?– podamos estar con gozo en la presencia del Señor Jesucristo, ante el tribunal de recompensa. 2 Corintios 5:10 nos dice: «Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo«. Aquí, a la luz del tribunal de Cristo, se manifestará claramente la diferencia entre los creyentes individuales. Todos los hijos de Dios seremos arrebatados. Pero, la Escritura habla en 2 Corintios 3:11 al 15 de personas arrebatadas que, aunque salvas, sufrirán pérdida. Mientras que otras –no sólo serán salvas– sino además recibirán recompensa. En el último libro de la Biblia leemos «Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos«.

Aquí se nos muestra claramente que la Esposa del Cordero no se compone de una persona individual, sino de una multitud de hijos de Dios santificados, pues leemos acerca del vestido de la Esposa: «…el lino fino es las acciones justas de los santos«. Por eso: ¡Prepárate! Encontramos esta maravillosa disposición también en Apocalipsis 21:2: «Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido». Y Apocalipsis 19:9 Leemos: «Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios». ¿Qué quiere decir, estar siempre dispuesto para el encuentro Cristo, con el Esposo que viene?

En realidad, es el esperar continuamente a Jesús sólo. Para nosotros hoy es más importante que nunca que pongamos los ojos en Jesús sólo. En Hebreos 12, versículo 2, vemos los dos aspectos que incluye “poner los ojos en Cristo”: Primero, apartar los ojos de algo, segundo, poner los ojos en otra cosa. Antes de poder poner nuestros ojos en Jesús solamente, debemos apartarlos de todo lo demás. El que mira continuamente a Jesús, encuentra en Él profunda seguridad.

Hablemos ahora sobre lo trágico de una fe dividida. Hay muchas personas que no te pueden mirar a los ojos. Ya sea por timidez, distracción o incomodidad. Sus ojos evitan el encuentro y se apartan siempre. Pero es mucho más grave si nosotros como creyentes somos incapaces de mirar a Jesús. El resplandor de la Persona de Jesucristo es mucho más glorioso que todo lo demás que podamos relacionar con Él. Y puede causarnos temor. Por eso estas profundas palabras de Marcos 9: «Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús sólo«.  ¿Por qué en muchos casos tenemos todavía esta mirada de fe dividida? Si bien es verdad que miramos a Jesús, pero no a El sólo. Miramos también muchas otras cosas.

Un corazón dividido causa una mirada de fe dividida, por la cual la duda entra furtivamente en el corazón. La mirada de fe dividida es la expresión de una impertinente y vil incredulidad. Es a causa del corazón dividido y de la mirada de fe dividida, que muchos hijos de Dios no sobreedifican con «oro, plata y piedras preciosas», sino con «madera, heno y hojarasca». Y sus obras se quemarán completamente en el fuego examinador del tribunal de Cristo. Y ellos sufrirán pérdida. Dios no tiene interés en una conducta aparentemente cristiana, sino anhela solamente una cosa de sus caros hijos, compardos con la sangre de Jesús: «Dame, hijo mío, tu corazón». Hay al respecto una promesa muy actual en Apocalipsis 3:10-11: «Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona«.

Justamente hoy –cuando en muchos lugares diluyen la verdad de Dios y falta la Palabra predicada con autoridad espiritual– el Señor nos dice de esperarle a Él velando y orando. Y Él promete guardarnos, o sea, salvarnos de la hora de la prueba. ¡El estar preparado es lo más importante! ¿Estás preparándote querido amigo? ¿Tienes los ojos puestos en Jesús sólo? Éste es un ejercicio de todos los días: Ir delante del Señor en oración para que Él te muestre lo que hay en tu corazón y te ayude a vivir para Él.

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