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Autor: Wim Malgo

En este programa se explica la garantía de la respuesta a nuestras oraciones, como, por ejemplo: La palabra confiable de Dios. El precioso nombre de Jesús. Nuestra propia sinceridad.


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PE2651 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (4ª parte)


 


La garantía de la respuesta a nuestras oraciones

Estimado oyente, comienzo con la lectura del versículo 19 de Números 23. La Palabra de Dios dice así: «Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?» (Números 23:19) Preguntémonos ahora: ¿qué garantía tenemos realmente, que Dios responda nuestras oraciones?

1. La palabra confiable de Dios. Tenemos que comenzar a tomar en serio las promesas de Dios que tenemos en la Biblia. Nuestro gran problema es que confiamos más en nuestros sentimientos, experiencias y capacidades, que con las promesas de Dios. Es justamente esto lo que causa dolor al corazón de Dios. «Dios no es hombre, para que mienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?«. Cuando Jesús dice: «Pedid, y se os dará» es confiable lo que Él dice, no es tan solo una frase vacía. Podemos apoderarnos de tales promesas, en oración, diciendo: “Tú lo has dicho, oh Señor«, y en Su promesa tenemos la garantía de la respuesta.

2. El precioso nombre de Jesús. Es otra garantía de la contestación a nuestras oraciones. Esta verdad la repitió Jesús varias veces: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Juan 14:13), y «Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré» (versículo 14). ¿No es ésa una promesa clara? “…De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido» (Juan 16:23 y 24). Vemos lo siguiente, en estas tres palabras de Jesús. Cuando en Su nombre pedimos algo al Padre 1) Jesús lo hará, 2) El Padre nos lo dará, y 3) recibiremos. Tenemos aquí, por tanto, una promesa triple de contestación: Él hará y dará, y nosotros recibiremos.

Por esto, hijo de Dios, aprende también a practicar los tres niveles de oración a la cual nos llama Jesús:

  • «¡Pedid!» – Pedir es mendigar.
  • «¡Buscad!». Es la insistencia encarecida, el anhelo que apunta a una respuesta a las peticiones.
  • «¡Llamad!» ¬Es golpear fuertemente en la puerta del cielo.

Lo maravilloso en cuanto a la oración es el hecho que, mientras oramos, somos capacitados para crecer en insistencia, pues al estar nosotros orando, Dios nos da la seguridad que nos contestará, con tal de que oremos en el nombre de Jesús. ¿Qué significa orar en el nombre de Jesús? No solamente equivale a presentar un cheque firmado, cuyo pago recibiremos en su totalidad porque lleva la firma de Aquel que es heredero de todas las cosas, sino que significa también: confesar Su nombre delante de Dios. Al orar en el nombre de Jesús, digo «sí» al nombre de Jesús, «sí» al Redentor, y «sí» a Su cruz. Y porque también Dios dice «sí» a este nombre, porque Dios acepta enteramente el sacrificio propiciatorio de Jesús, mi deseo encuentra su cumplimiento. Mi voluntad se fusiona con Su santa voluntad. Es esto a lo que se refiere Jesús, al decir en Juan 15:7: “…Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho«. ¿Estás dispuesto a permanecer en Él? ¿Quieres someterte completamente bajo Su nombre? ¿Es tu deseo íntimo llegar a la comunión con Jesús? Si es así, se te abre una nueva realidad, conocida por pocas personas: el efecto de la gloria de Dios en tu vida, en respuesta a tus oraciones. «Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré«.

Otra garantía de la respuesta a nuestras oraciones es:

3. Nuestra propia sinceridad. Hebreos 10:19 nos llama a entrar en el santuario por la sangre de Jesús, pues tenemos un Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios. Antes de acercarnos a Dios, se nos advierte: «acerquémonos con corazón sincero» (Hebreos 10:22). ¿Es tu corazón sincero? Cuando ruegas al Señor, pidiéndole que Él te perdone cierto pecado, ¿estás también dispuesto, en lo más profundo de tu corazón, a romper con este pecado? ¿O extiendes una mano hacia el Señor para obtener el perdón, y con la otra retienes el pecado? Si es así, estás mintiendo en Su santa presencia. Cuando pides que el Señor envíe a muchos obreros a Su viña para que el Evangelio sea llevado a todo el mundo, y tú mismo no estás dispuesto a ir y a sacrificarte, entonces tu oración es mentira e hipocresía. Dios dice en Su palabra: «Él provee de sana sabiduría a los rectos» (Proverbios 2:7). (Otras traducciones dicen: «Él hace prosperar a los sinceros»).

Quizá preguntes: ¿Cómo es posible saber si soy sincero en oración, o si tal vez, sigo siendo engañoso? Hay una señal inequívoca: hay engaño en ti cuando tienes buena impresión de ti mismo, cuando tu actitud es un piadoso contentamiento contigo mismo. Piensas que cumples siempre tus deberes y vives de un modo agradable a Dios, así que no te falta cosa alguna, ya que tienes una doctrina aprobada. Cuando estás así de contento contigo mismo, entonces eres un mentiroso e hipócrita delante de Dios, pues la Escritura dice: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (Primera Juan 1:8). Miles y miles de personas de las iglesias denominacionales e iglesias independientes viven y oran hoy en esta hipocresía piadosa. Pero, solamente cuando estás convencido completamente de tu corrupción, cuando has perdido la fe en ti mismo, recién entonces has asumido la actitud de un corazón sincero. «Porque así dijo el Alto y Sublime, que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados» (Isaías 57:15).

Queridos hermanos y hermanas, al volvernos personas de oración nos conoceremos más profundamente a nosotros mismos. Hay muchos que todos los domingos participan de la Santa cena, que tienen el bautismo bíblico, muchos que conocen la clara y verdadera palabra de Dios, pero que no se conocen a sí mismos, y por esto mienten en oración. El engaño es inherente a nuestra carne y sangre, pero no hay nada que sea más purificador y que sirva mejor para sondear el corazón, que la oración insistente. Solamente en esta actitud empiezo a ver mi pecado tal como Dios lo ve. Solamente en Su presencia puedo ser sacado de la negligencia religiosa y de las formas muertas y entumecidas, y puesto en la realidad viva. ¡Recién entonces comienzo a comprender en mi espíritu -y no como antes con mi raciocinio – ¡a Jesús, la verdad! y Él dice: «Y la verdad os hará libres» (Juan 8:32). Todas las preguntas sin respuesta, todas las secretas pasiones enraizadas que se puedan mantener en tu vida espiritual, se originan en el hecho de que aún no has reconocido la verdad acerca de ti mismo. Por eso, te ruego encarecidamente:

Comienza a buscar al Señor con corazón sincero y dispuesto a hacer Su voluntad, como nunca antes, y tendrás la garantía que tus oraciones serán respondidas.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que se basa esta serie de programas.


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