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Autor: Wim Malgo

Éxodo 17:8-14 da la base para el estudio bíblico acerca de la oración en la lucha. Moisés, apoyado por Aarón y Hur, oró y la victoria fue de Israel. Toda bendición que irrumpe, todo despertar en el reino de Dios, procede de manos levantadas hacia el cielo como las de Moisés. Además, vemos la necesidad de una cooperación íntima y muy determinada entre la persona que ora y la que lucha.


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PE2659 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (12ª parte)


 


La oración en la lucha

Estimado oyente, desde hace algunos cuantos programas estudiamos acerca del “Llamado a la oración” que cada hijo y cada hija de Dios, ha recibido. Temas como:
• Los enemigos de la oración,
• Los obstáculos de la oración,
Condiciones para la oración,
• La garantía de la respuesta a nuestras oraciones,
• La oración de fe y otros más.

Me gustaría repetir algunas verdades del programa pasado donde – en el ejemplo de la oración de Abraham – hemos compartido algunos efectos de la oración.

1. Tener comunión. Solamente cuando tienes verdadera comunión, relación de vida con el Señor, puedes practicar la intercesión que tiene la bendición de Dios.

2. Toma ahora en consideración que la fe agradable a Dios fue generada por este maravilloso efecto recíproco: Dios le habló a Abraham, y éste se dirige a Dios en oración. Resultado: “Y creyó Abraham a Jehová”.

3. La oración no anula el juicio, sino que causa que la gracia irrumpa en medio del juicio. A ustedes, los creyentes, los llamo a todos a la oración, para que muchos más sean salvados.

4. El Señor da según la fe;

5. y la fe, a su vez, crece en la oración. ¡Qué círculo bendito!

Entonces, comencemos con el tema de hoy: La oración en la lucha. Para introducir al tema, leo el texto bíblico de Éxodo 17:8-14. Dice así la Palabra de Dios: “Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano. E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; más cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo” (Éxodo 17:8 -14).

De este hecho victorioso de la historia de Israel aprendemos, en primer lugar, que Amalec está siendo derrotado mientras se ora. Israel, bajo la dirección de Josué, estaba peleando contra Amalec. Israel representa al espíritu, Amalec es una representación de la carne. Es exactamente lo que dice Gálatas 5:17: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. Esta lucha no cesa jamás en la vida del creyente. Cada creyente tiene dos naturalezas en sí mismo: el espíritu renacido – que es sede del Espíritu de Dios – y la carne pecadora, que no quiere cumplir la voluntad de Dios. Está escrito, al final de Éxodo 17:16: “Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación”. La lucha sigue adelante. Cada creyente sincero anhela tener una victoria práctica sobre la carne. Tienes esta victoria cuando oras. Leemos en el versículo 11: “Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía, más cuando él bajaba su mano prevalecía Amalec”. Al dejarte en la debilidad de tu carne, el Señor quiere obligarte a ser una persona de oración.

Pero, alcemos la mirada. Los hombres del Espíritu luchan decididamente contra el poder de Amalec, el poder de la carne, el poder de este mundo, el poder de Satanás. Lo hacen con la espada del Espíritu, la palabra de Dios, por medio del testimonio de su vida. Tendrán victoria mientras haya personas que oren a su favor. Cuando Moisés alzaba su mano, prevalecía Amalec. La causa de por qué muchas evangelizaciones terminan con una bendición superflua, no duradera, hay que buscarla en las manos no alzadas de los hijos de Dios. Toda bendición que irrumpe, todo despertar en el reino de Dios, procede de manos levantadas hacia el cielo como las de Moisés. Además, vemos la necesidad de una cooperación íntima y muy determinada entre la persona que ora y la que lucha. Esto lo aprendemos también del versículo 11. Los mensajeros seguían corriendo de Moisés a Josué, de Josué a Moisés. Cuando Moisés alzaba la mano, Israel era el victorioso. Moisés, que oraba, cobró ánimo. Le hacían llegar el grito: “Sigue alzando las manos, estamos venciendo”.

Pero, cuando Moisés bajaba las manos y se cansaba, Amalec era el que tenía victoria. Había una cooperación estrecha entre Moisés (que oraba) y Josué (que luchaba). Nosotros, en “Llamada de Medianoche”, buscamos esta cooperación concreta con creyentes en todo el mundo. Queremos salir de la vacía rutina religiosa. La victoria sobre Amalec está asegurada, y también el acceso a muchos países, con tal que haya apoyo decidido y concreto en oración. Seguimos aprendiendo también de este pasaje, que nos ayuda a fortalecernos mutuamente, unidos en oración, venciendo así el cansancio plomizo y paralizador. Versículo 12: “Y las manos de Moisés se cansaron, por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella, y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro del otro, así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol”. Moisés hubiera tenido que ceder, si no hubiera podido contar con el apoyo en su oración. Pero tuvo este apoyo, y por eso sus manos permanecieron firmemente alzadas hacia el cielo, hasta la victoria total y completa.

Seguimos aprendiendo que, con el descuido de la oración, la manifestación de la victoria va disminuyendo también. Está escrito en el versículo 11: “Cuando Moisés alzaba su mano, Israel prevalecía, más cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec”. Muchos creyentes, con melancolía, echan una mirada retrospectiva a tiempos pasados de bendición, cuando aún había avivamientos, cuando concurrían miles a escuchar la palabra de Dios. Tristes, se dan cuenta que hoy en día ya no es así. ¿Por qué no es más así? Se dice que los tiempos han cambiado. ¡Esta jamás es la razón! Pues, aunque los tiempos cambien, Él, el eternamente inmutable, sigue siendo el mismo. “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por lo siglos«. (Hebreos 13:8). Sí, es verdad que los tiempos cambian, las circunstancias cambian, pero Él no cambiará jamás. Dice en Números 14:21 “Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra”. Las promesas divinas siguen teniendo plena validez. La victoria de Jesucristo sobre Amalec, sobre la carne, sigue teniendo poder ilimitado. Sin embargo, el hecho que va disminuyendo la manifestación de esa victoria en tu vida, en tu familia, en tu iglesia, se debe exclusivamente al hecho que tú descuidas la oración.

Doy otro paso más hacia adelante, pues aún podemos aprender más de nuestro pasaje, y es esto: que basarse en las promesas de Dios por medio de la oración insistente, lleva al Señor a conceder promesas aún mayores. Por tanto, no hay decrecimiento en la revelación de Su victoria, sino crecimiento. Cuando Moisés estaba orando en la cumbre del monte, sin duda, él se estaba basando en la promesa que Dios había dado a Su pueblo: “Derrotaré vuestros enemigos delante de vosotros”. Cuando esa promesa, por la oración de Moisés, fue convertida en viva realidad, Dios le prometió cosas aún mayores: “…raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo” (versículo 14). “Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación” (versículo 16). De esto, aprendo que Dios desea realizar las grandes y más grandes promesas si tan solo comienzas a tomar posesión de ellas, por medio de la oración perseverante. Tienes que convertirte en una persona que lucha orando y que ora luchando. En este momento, Él quiere revestirte con fuerzas nuevas y con el espíritu de oración. Busca la comunión con creyentes que tengan el mismo deseo.

Vemos aquí, en Éxodo 17, la primera célula de oración, compuesta por tres personas, en la cumbre del monte, y un pueblo entero que tuvo la victoria.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que se basa esta serie de programas.


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