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Autor: Wim Malgo

Contemplemos la manera de orar de Abraham y nuestras vidas serán prosperadas, llenas de victoria, de alegría y de fe. Importantísimo detalle: la oración de Abraham estaba siempre inspirada por el hablar de Dios, por la Palabra de Dios.


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PE2658 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (11ª parte)


 


Los efectos de la oración

Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abraham en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (Génesis 15:1). Al contemplar la vida de Abraham, nos llena un santo celo: su fe, su victoria, su amistad con el Dios viviente. Pero todos estos eran efectos de una causa simple. El pozo de vida de Abraham era su intensa vida de oración. Solamente en la medida en que eres una persona de oración, tu vida será prosperada, llena de victoria, de alegría y de fe. Contemplemos, entonces, la manera de orar de Abraham.

Su oración estaba siempre inspirada por el hablar de Dios, por la Palabra de Dios. ¿Quién comienza a hablar en Génesis 15? El que comienza es el Señor. “No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”. Con esta palabra de Dios, se enciende el espíritu de oración de Abraham. Es como si el hablar de Dios pusiera al descubierto todos los problemas de Abraham. La promesa que le es dada, personalmente y por Dios mismo, saca a luz su profundo problema personal: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo…?”. No me has dado descendientes. Y luego de haber derramado Abraham su corazón, el Señor llena ese vacío con Sus promesas. La oración de Abraham genera fe, solamente, en el Señor. Dice Génesis 15:6: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”.

Toma ahora en consideración que esta fe agradable a Dios fue generada por este maravilloso efecto recíproco: Dios le habló a Abraham, y éste se dirige a Dios en oración. Resultado: “Y creyó Abraham a Jehová”. Ya no creía en su cuerpo, que estaba como muerto; ya no creía en su esposa, anciana como él; creyó a Jehová. ¿Quieres tener la misma fe que tenía Abraham? Si es así, este efecto recíproco del hablar tiene que tomar lugar también, en tu corazón. Cuando el Señor te habla a través de su Palabra, háblale a Él también. Ora sin cesar. De este efecto mutuo se origina, pues, la fe agradable a Dios, la fe que vence todos los obstáculos. Abraham creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Además, la oración de Abraham penetra más en la promesa de Dios, pues en el versículo 8 le pregunta al Señor: “Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?”. En el versículo 7, el Señor le había prometido la tierra: “para darte a heredar esta tierra”. Abraham ahora quiere saber, también del Señor, cómo podría realizarse eso en la práctica. “Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar? ¿Cómo se realizará tu promesa en mi vida?”.

¿Cuál es la respuesta que recibe del Señor? Lee el versículo 9: “Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino. y tomó él todo esto”. ¿Qué significa esto? La única respuesta del Señor a la pregunta de Abraham: “¿en qué conoceré que la he de heredar?”, es: tráeme sacrificios. Abraham había preguntado: ¿Cómo me lo darás?, y Dios le contestó: ¡Dame tú todo eso! Parece haber contradicción en esto; pero éste es el secreto de la realización de las promesas de Dios en tu vida: ser obediente a Él. Así, las promesas serán sí y amén también en tu vida. En Jesús tenemos toda la plenitud. Llama la atención el versículo 10, donde está escrito: “Y tomó él todo esto”. ¿Todo lo qué? Todo lo que el Señor había exigido de él.

Luego el Señor le dice, en el versículo 18: “Yo te daré”. El Señor le da la certeza absoluta que Él cumplirá la promesa que le ha dado. Le dice, en el versículo 13: “Ten por cierto que…”. ¡Ojalá comprendieras este secreto! En la misma medida en que estés dispuesto a identificarte con la muerte de Jesús, la vida de arriba irrumpirá en ti. Cuando Abraham le trajo todo eso, él asemejaba la muerte de Jesús. Versículo 12: “…Sobrecogió el sueño a Abraham…» “…a la caída del sol”. Versículo 17: “Y sucedió que, puesto el sol, y ya oscurecido” … Todos esos, son efectos que acompañaron la muerte de Jesús, pues el sol cesó de brillar cuando Él murió y muriendo, Él dio Su vida eterna por ti, la plenitud de Dios se abrió para ti, y Él te dice: Sábelo: “Quiero darte todo eso”. No junto a la cruz, sino en la cruz.

La oración de Abraham no solamente generó fe, sino que también provocó que esa fe creciera. Cuando Abraham comienza a orar, él dice en Génesis 15, que cuenta con que Eliezer – el damasceno – heredaría su casa. Con el crecimiento de su vida de oración, comienza a esperar cosas más grandes del Señor. En el capítulo 17:18, leemos: “y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti”. Y aún más tarde creía que Isaac, el hijo de la libre, sería el heredero. Nosotros a menudo pensamos que aquello que esperamos de Dios en el inicio ya es lo más grande, pero muchas veces es solamente de “segunda clase”, como lo vemos también en la vida de Abraham. El Señor tiene más que esto para darte. Pero te da según la fe; y la fe, a su vez, crece en la oración. Quien aprende a seguir orando, aprende también a seguir creyendo. La fe de Abraham fue alimentada y aumentada en base a su poderosa vida de oración. Su oración era también intercesión que salvaba, como lo mencionamos en el programa pasado.

Queremos aún contemplarlo desde otro punto de vista. Hay muchas personas que desean aprender a interceder de un modo bendito y salvador, a favor de sus familiares y del mundo. Génesis 18 nos enseña cuáles son las condiciones para esto. En primer lugar, necesito tener una auténtica comunión con el Señor. Sabemos que el Señor, junto con dos ángeles, fue huésped en la casa de Abraham, y que comieron juntos. Comer con el Señor significa: tener comunión. Solamente cuando tienes verdadera comunión, relación de vida con el Señor, puedes practicar la intercesión que tiene la bendición de Dios. Además, Abraham pudo orar tan victoriosamente por Lot y su familia – que se encontraban aún en la ciudad de Sodoma, madura para el juicio –, porque sabía de la intención de Dios. Está escrito, en el capítulo 18:17: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?”. Luego le habla del gran clamor contra Sodoma y Gomorra, diciéndole que el pecado de esas ciudades se ha agravado en extremo. Abraham oye del juicio venidero, e interfiere por medio de su poderosa oración.

Si somos ignorantes con respecto a la meta de Dios, no podemos practicar una intercesión concreta. ¿Sabes cuáles son los propósitos de Dios para este mundo de hoy en día? ¿Comprendes los sucesos políticos? ¿Estás viendo cómo el accionar de Dios urge hacia la meta de la historia mundial? El foco de los hechos de Dios no es Berlín, y tampoco Washington o Moscú, sino Jerusalén. Paralelamente al ascenso de Israel de hoy en día, experimentamos el descenso de las naciones. Las naciones están maduras para el juicio. El Señor Jesús dice, en Juan 15:15: “Ya no os llamaré siervos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. Dios quiere darte a conocer Su meta para que comprendas el tiempo, y para que te vuelvas una persona tal como la que se busca en Ezequiel 22:30: “…que se hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante del Señor, a favor de la tierra, para que el Señor no la destruyese”.

¿Qué hizo Abraham por medio de su poderosa intercesión? Confrontó la voluntad de juzgar del Señor, con Su voluntad de conceder gracia y de salvar. Versículo 23: “¿Destruirás también al justo con el impío?” Versículos 24 y 25: “…¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío”. No, la oración no anula el juicio, sino que causa que la gracia irrumpa en medio del juicio. A ustedes, los creyentes, los llamo a todos a la oración, para que una onda de gracia pase por este mundo una vez más, y para que muchos sean salvados de Sodoma y Gomorra, que han de ser juzgadas.


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