Las Estaciones de la Vida” (1ª parte)
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Las Estaciones de la Vida (3ª parte)
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Las Estaciones de la Vida (3ª parte)
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Autor: Norbert Lieth

A partir de nuestra conversión, también nosotros los cristianos nos encontramos en un viaje espiritual, y pasamos por el desierto de este mundo hasta llegar a la meta, que es nuestra tierra prometida celestial. Hasta entonces también nosotros pasamos cada uno por una generación y pasamos diversas estaciones que han sido fijadas por Dios. En esta serie de mensajes queremos comparar algunas estaciones de Israel con las nuestras. Después de todo, la Biblia dice justamente sobre el peregrinaje de Israel por el desierto: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”.


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PE2346 – Estudio Bíblico
“Las Estaciones de la Vida” (2ª parte)



¿Cómo están amigos?

El primer tema a tratar hoy en este mensaje de Las estaciones de la vida, es:

Las soluciones de Dios

Comenzamos leyendo Números 33:1 y 2: “Éstas son las jornadas de los hijos de Israel, que salieron de la tierra de Egipto por sus ejércitos, bajo el mando de Moisés y Aarón. Moisés escribió sus salidas conforme a sus jornadas por mandato de Jehová. Éstas, pues, son sus jornadas con arreglo a sus salidas…“

Números 33 hace una lista de 40 lugares entre la salida de Ramsés y la llegada a la llanura de Moab 40 años más tarde. En esta serie, comparamos algunas estaciones del peregrinaje de Israel por el desierto con las nuestras. Después de todo, la Biblia dice, justamente con respecto al tiempo del peregrinaje por el desierto, en primera Corintios 10:11: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”.

Números 33:8 recuerda el extraordinario cruce de Israel por el Mar dividido por Dios, y relata sobriamente: “Salieron de Pi-hahirot y pasaron por en medio del mar al desierto, y anduvieron tres días de camino por el desierto de Etam, y acamparon en Mara.”

El pueblo recién había salido de Egipto, y ya se encontraba en una situación sin salida entre las montañas y el mar; en una región totalmente desconocida, encerrada por el desierto, el mar y el pantano. Apenas Dios los había liberado, los problemas parecían comenzar con aún mayor fuerza.

El faraón perseguía los israelitas con 600 carros de guerra escogidos, que en ese tiempo iban ocupados cada uno con dos soldados: uno dirigía el carro, el otro luchaba. Esos carros de guerra eran los aparatos de guerra más modernos de su tiempo, el grupo élite (mencionado en Éxodo 14:7).

Frente a ellos, los israelitas estaban totalmente indefensos. Ellos eran unos demacrados esclavos fugitivos, sin experiencia de guerra y casi sin armas. Eso queda claro en Éxodo 14:3: “Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados están en la tierra, el desierto los ha encerrado.”

Pero, también en esta situación sin salida, Dios tenía una salida para Israel. Él sencillamente hizo pasar a Su pueblo por en medio del mar. Lo dividió para Israel, de modo que pudiera pasar en seco, y mató a los egipcios, que los perseguían, en las aguas.

A veces parece que cuando aceptamos a Jesucristo y experimentamos la liberación de Dios, los problemas comienzan con mayor fuerza. Nos vemos confrontados con cosas en las que anteriormente no necesitábamos pensar. Repetidamente pueden darse situaciones sin salida en nuestra vida, momentos en que llegamos a nuestro fin, nos encontramos ante un muro de preocupaciones y obstáculos, y los problemas se levantan como una montaña. Estamos en peligro de ahogarnos y no sabemos hacia dónde escapar. No sabemos cómo seguir adelante.

Pero, es justamente ahí donde podemos saber y experimentar – y seguramente lo hemos experimentado a menudo – que el Señor siempre tiene una salida. ¿Confiamos en Él, en que Él seguirá apoyándonos y ayudándonos? Es a eso que este acontecimiento nos quiere animar.

¿Por qué el Israel recién salvado fue llevado a esta situación? Para que Dios pudiera revelar Su poder sobre Faraón. ¿Por qué a veces somos llevados a este tipo de situaciones? Para que sepamos que, en medio de nuestras limitaciones, hay un Dios ilimitado. Para los cristianos que confían en su Señor, nunca existe un vagar sin sentido, aun cuando así lo parezca.

Veremos ahora otra estación, y el tema a tratar será: La fidelidad de Dios

Recordamos que estamos viendo las jornadas de los hijos de Israel, que salieron de la tierra de Egipto por sus ejércitos, bajo el mando de Moisés y Aarón. Y que Moisés escribió sus salidas conforme a sus jornadas por mandato de Jehová, según Números 33:1 y 2.

Números 33 hace una lista de 40 lugares, entre la salida de Ramesés y la llegada a la llanura de Moab 40 años más tarde. Estamos comparando esas estaciones de Israel con las nuestras, pues la Biblia dice que esas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.

Números 33:8 narra la peregrinación por el desierto: “… y anduvieron tres días de camino por el desierto de Etam, y acamparon en Mara.” Mara significa “amargura” – un calificativo adecuado, como vamos a ver. ¿Qué pasó en Mara?

Tres días después de que Dios había dividido el mar de manera sobrenatural, el pueblo de Israel llegó a Mara, y tenían sed. Pero el agua que hallaron los israelitas, era imposible de beber. Era amarga. Seguidamente el pueblo reclamó, protestó y murmuró. Moisés oró y el Señor le mostró un madero que debía echar al agua, lo que hizo que el agua llegara a ser bebible. Éxodo 15:22 al 25 describe este acontecimiento en detalle:

“E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó.”

El milagro de la travesía del mar había sucedido hacía tan sólo tres días. Con muy poca anterioridad, habían cantado una canción de alabanza (que leemos en Éxodo 15:1 al 21). Pero, en la próxima oportunidad, ya se estaban quejando otra vez. Habían perdido su confianza, por eso se quejaban. Pero, el Señor no los castigó, sino que señaló el madero y recibieron ayuda.

¿Cuántas veces hemos experimentado la ayuda y la misericordia del Señor, y con qué frecuencia hemos dudado y estado descontentos con nuestra situación? Habríamos merecido un castigo, pero en lugar de ello, el Señor señaló el madero.

Nuestra ayuda para todas las situaciones difíciles, para cada obstáculo nuevo, e incluso para nuestras quejas, siempre se encuentra en la cruz. La redención de Jesucristo nos acompaña a través de toda nuestra vida, y endulza todo lo amargo.

Podemos vivir desde Su perdón. Eso no significa que utilicemos Su misericordia como pretexto para el pecado. Pero, el Señor, sencillamente, continúa siendo fiel aun en nuestra infidelidad, porque Él no se puede negar a sí mismo (así nos dice 2 Timoteo 2:13). Dios continúa siendo incondicionalmente fiel, también, en vista de lo que Jesucristo realizó.

Mirando el madero, a los pies de la cruz, una y otra vez hay perdón y ayuda, y la posibilidad de un nuevo comienzo.

1 Juan 2:1 nos dice: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.

Y Hebreos 4:16 nos exhorta: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

¿Podemos contar, siquiera, las veces en que hemos experimentado Su ayuda y perdón sin merecerlo? ¡Cuántas veces el Señor ha arreglado lo amargo en nuestra vida, lo malo y lo insoportable, a través del perdón!

Como leemos en Exodo 15:25: “Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron…”

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