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Autor: René Malgo

A menudo medimos el éxito de un cristiano por su carisma, su conocimiento o el número de personas que lo siguen. Pero los caminos de nuestro Señor no son nuestros caminos; Él mide el éxito con otras medidas muy diferentes a las de nosotros, los hombres.


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PE2397 – Estudio Bíblico
La Vida Cristiana no Consiste en Números



Amigo, ¿cómo le va? Para comenzar el programa de hoy, quisiera que se imaginara el siguiente escenario: usted es un discípulo del Señor Jesús. Ya por tres años ha recorrido el país a pie a su lado. Tiene una profunda relación de amistad con Él, tan profunda que le incluye junto a otros dos discípulos en Su círculo de amigos más íntimos. El día en el que se revela en Su gloria celestial, los lleva exclusivamente a ustedes tres a presenciar Su transfiguración en el monte. Él le prepara para ser Su testigo en el mundo, le da autoridad para echar demonios, sanar a enfermos y hacer milagros, le da un “curso intensivo” sobre el reino de Dios y le proporciona una formación teológica con la cual los más grandes teólogos de la cristiandad solamente pueden soñar, aún dos mil años después. Todas las preguntas que tiene se las puede hacer directamente a Él. Le ha elegido personalmente y le equipa para ser un embajador del reino celestial en esta tierra. ¡Gran privilegio! Luego, Jesucristo asciende al cielo. Como lo prometió, manda a los suyos el Espíritu Santo, y usted recibe la capacidad de anunciar en otras lenguas los grandes hechos de Dios y de hablar tal como el Espíritu se lo da. ¿Y después…?

Al cabo de un muy corto tiempo de éxito extraordinario, todo se descontrola. Usted experimenta oposición, persecución e incluso la cárcel. Su servicio para el Señor es abruptamente coartado. En la cárcel quizás se pregunta qué sentido tuvo toda la capacitación personal que recibió del Señor. “Quizás”, reflexiona, “el Señor intervendrá de manera sobrenatural y terminaré sirviéndole aún mejor que hasta el momento”. Pero no pasa nada de esto. Le vienen a buscar a su celda y le llevan al verdugo; éste toma una espada y le mata. Ningún ángel aparece. No hay liberación en el último segundo. Usted, que has sido capacitado personalmente por Jesucristo para las misiones mundiales, simplemente termina siendo ejecutado. ¡Qué panorama! ¿Verdad?

Esto es exactamente lo que experimentó Jacobo, el hermano de Juan. Desde el punto de vista humano parece ilógico e incluso un derroche de potencial que el Señor Jesucristo permitiera que uno de Sus doce apóstoles (que Él mismo eligió y que incluso pertenecía a Su círculo íntimo) fuera muerto tan poco tiempo después de la ascensión. Pero los caminos de nuestro Señor no son nuestros caminos. Él mide el éxito con otras medidas muy diferentes a las de nosotros, los hombres.

Los famosos tienen muchos admiradores, los que saben encandilar con su elocuencia consiguen muchas donaciones de la gente, las personalidades carismáticas reciben muchos elogios, la gente inteligente y capaz obtiene muchos éxitos visibles. Pero permítame decirle, amigo, que contrariamente a todo esto en la vida de un cristiano lo que cuenta no son los números sino la fidelidad al Señor. La bendición de Dios no será medida por el número de admiradores, la cantidad de donaciones, la frecuencia de elogios o el número de éxitos visibles. La bendición de Dios consiste en que estemos muy cerca del Señor, que veamos y gustemos Su bondad y fidelidad, que estemos sentados en Su mesa (que Él ha preparado para nosotros), y que caminemos de Su mano. De esta manera, nuestra obra será abundante en bendiciones, contribuirá a acercar a otros al Señor, y esto es algo que no se deja medir. Amigo, es necesario que entendamos que los patrones de Dios no son los mismos que los del mundo materialista en el que vivimos. Él va más allá. Es realmente importante que andemos en las buenas obras que nuestro Señor preparó de antemano para nosotros, conforme a Efesios 2:10, ya que nosotros no sabemos qué es considerado éxito por Dios y qué no lo es.

Pero ¿cómo podemos saber si andamos en las obras que el Señor preparó de antemano para nosotros? Es sencillo: permaneciendo cerca de Cristo en la fe, en la manera de pensar, en la manera de hablar y de actuar y en la oración. Cuanto más queramos agradarle y tenerlo a Él, tanto más podrá obrar a través de nosotros. Y entonces nos alentará saber que Dios calcula, juzga y ve las cosas de una manera diferente y no como nosotros los hombres.

Supongamos que Dios le concediera a usted servirle solamente por un breve tiempo y luego le llevara con Él al cielo (o que limitara su servicio de otra manera). Si puede testificar como Pablo, que Cristo ha sido su vida, entonces su vida habrá sido de más bendición que, por ejemplo, la de un fantástico predicador que ha pronunciado elocuentes discursos durante 40 años pero en realidad solamente se ha vendido a sí mismo.

“¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”, nos dice el Señor Jesús en Mateo 16:26. Anímese a comprometerse totalmente con el Señor Jesús, únase a Él, busque la comunión íntima que es tan necesaria para conocer a Dios. Y si aún no ha dado el primer paso, amigo, si aún no ha puesto su fe en Jesucristo, arrepintiéndose de su pecado, lo invito a tomar esta decisión ahora mismo, para luego sí poder profundizar en su intimidad con Dios. Sepa que no se arrepentirá, pues un día cerca de Él es mejor que miles en otro lugar. En el capítulo 15 del libro de Juan, el Señor Jesús nos dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. ¿Aceptará el desafío de caminar junto al Señor, bien tomado de su mano?

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