La primera carta a Timoteo (7ª parte)
5 septiembre, 2021
La primera carta a Timoteo (9ª parte)
5 septiembre, 2021
La primera carta a Timoteo (7ª parte)
5 septiembre, 2021
La primera carta a Timoteo (9ª parte)
5 septiembre, 2021

Autor: Norbert Lieth

En 1ª Timoteo 2:5 Encontramos a Jesucristo, el perfecto Dios/hombre, quien es el único Mediador entre Dios y los hombres. Veremos algunos malentendidos acerca del rol de mediador de Cristo y luego nos detendremos en el alcance del rescate que dio por todos nosotros.


DESCARGARLO AQUÍ
PE2742- Estudio Bíblico
La primera carta a Timoteo (8ª parte)



El único Mediador

Queridos amigos, continuaremos hoy nuestro estudio de la primera carta de Pablo a su hijo espiritual Timoteo. Nos habíamos quedado en el capítulo dos, en el cual vimos que debemos orar por todos los hombres. Orar por la salvación de otros es bueno y es agradable delante de Dios. Orar por la salvación de otros es lógico y es necesario.Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (1 Timoteo 2:5). Y orar por la salvación de otros es justo porque para esto murió Jesús. El cual se dio a sí mismo en rescate por todos dice la primera parte del versículo 6. Voy a leerles una vez más 1 Timoteo 2:5-7: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad.

El hecho que nuestro amado Salvador es llamado en este versículo “Jesucristo hombre”, resalta la humanidad de nuestro perfecto Mediador. Hebreos 2:17 nos habla de la importancia de su humanidad diciendo que: …debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. El eterno Hijo de Dios se hizo hombre, para poder morir en nuestro lugar y para poder estar a nuestro lado y socorrernos en todo momento y en cualquier situación.

Sin embargo, su humanidad no anula su divinidad, sino lo hace el mediador perfecto entre Dios y los hombres. Dice la misma carta a los Hebreos que Cristo no tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”. Por eso también concluye John MacArthur: “Solamente el perfecto Dios-Hombre fue capaz de reconciliar a Dios y los hombres” Entre millares de propuestas que ofrece el mundo no hay ninguna que devuelva al hombre a la comunión con Dios. Con razón pregunta el Señor Jesús en Marcos 8:37 ¿Qué recompensa dará el hombre por su alma? Solamente la vida de Jesucristo, Dios hecho hombre, entregada en la cruz del Calvario es suficiente para restablecer la comunión entre tú y Dios.

¿Qué significa para tu vida que Jesucristo es tu Mediador? Significa que Dios está constantemente presente para ti, en Jesús, y que tú estás constantemente con Dios, a través de Jesús. Ahora yo te pregunto: ¿El Señor Jesús sólo intercede por ti cuando invoques su nombre, cuando ores? ¿Es tu Mediador sólo cuando te arrepientas y tengas pecados para confesar? ¿Sólo es tu mediador cuando quieres acercarte al Padre? Creo que malinterpretamos el rol de mediador del Señor Jesús si lo reducimos a determinadas situaciones, ocasiones o acciones. Jesús es nuestro mediador continua y constantemente. Siempre y en todo momento Él está entre nosotros y el Padre, sin excepción. Esto quiere decir que el Padre siempre nos ve en Cristo. «Tu vida está escondida con Cristo en Dios» (Colosenses 3:3).

Tal vez la razón de que estamos tantas veces abatidos es porque no mantenemos esa verdad delante de nuestros ojos espirituales. Miramos solamente nuestras necesidades, y nos ponemos tristes porque nuestra vida no satisface a las santas exigencias de Dios. Así, vivimos con la impresión de que Dios nos mira constantemente con enojo porque no se agrada de nosotros. Pero, a la verdad, Dios nos ve a través de Jesús, y así tiene a Su hijo delante de Sus ojos, y, por eso, halla Su agrado en nosotros. Así que, como por la transgresión de Adán vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de Cristo vino a nosotros la justificación de vida. No tenemos dudas en cuanto a la primera situación, y no debemos tener dudas respecto a la segunda.

¿Cuándo llegaré a un estado en el que pueda decir de mí mismo: «Ahora me he esforzado tanto, ahora el Señor debe estar perfectamente complacido con mi vida»?  Antes de que esto ocurra, habré fallado ya miles de veces. Cada vez que fallo, ¿necesito que Jesús se ponga de mediador? No, Él es tan presente y constantemente mi Mediador que simplemente puedo alegrarme. Esta gloriosa verdad no me tienta a llevar un estilo de vida despreocupado, sino todo lo contrario, me estimula a caminar con Jesús. El cual se dio a sí mismo en rescate por todos (1 Ti. 2:6).

Pongan atención en el hecho de que el texto no dice que Él haya sido dado, sino que “se dio a sí mismo”. Nuestra salvación está apoyada única y exclusivamente sobre la iniciativa y la acción de Dios. Es la ejecución de Su plan de salvación para nosotros. El Señor Jesús –y solamente Él– pagó el precio total; nadie consiguió colaborar, no había nada qué esperar de parte de alguna persona, nada que pudiéramos hacer. Jesús se entregó en rescate –no apenas en parte, no una cantidad cualquiera, sino se entregó totalmente. Entregó todo lo que Él es. No apartó nada para sí mismo. Pagó el precio total con Su vida.

El término “rescate” posee tres significados distintos que nos ayudan a reconocer cuánto abarca la obra redentora de Jesús. Primero: Significa la satisfacción de una deuda a través de un pago. Segundo: El rescate era usado para comprar la libertad de un esclavo. Tercero: Era el pago para recuperar una vida, esto es, para salvar la vida de alguien que debería morir o para indemnizar a la muerte de alguien.

Éxodo 21 relata que, si un buey hería a un esclavo a punto de matarlo, deberían ser pagados “treinta siclos de plata” para compensar la vida del esclavo. Eso nos recuerda las 30 monedas de plata con las cuales Jesús fue traicionado. Tal como lo profetizó el profeta Zacarías en Zacarías 11:12: Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y tal cual se cumplió en la traición de Judas que en Mt. 26:15 dijo a los principales sacerdotes: “¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata”.

Sabemos que el Señor Jesús no pagó el precio de rescate por ti y por mí no con plata ni oro, sino con Su preciosa sangre. De esto no recuerda Pedro en 1 Pe. 1:18: Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. Este rescate fue pagado por todas las personas 1 Ti. 2:6: El cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. En el versículo 4 habíamos leído de la voluntad de Dios, El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.  Y en el versículo 1 fuimos convocados a orar por todos los hombres porque Dios desea que todos los hombres sean salvos, por eso pagó el rescate por todos.

¿Pero cómo podemos conciliar esta verdad con la afirmación de Marcos 10:45: donde leemos Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”? El precio del rescate fue pagado para todos, sin embargo, tendrá efecto solamente para aquellos que acepten personalmente esa salvación. Tenemos aún otros pasajes sobre el sacrificio de Jesús y sus efectos sobre diferentes grupos: El primero está en Efesios 5:25 donde leemos que Jesús de entregó a si mismo por su Iglesia: Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”.

Luego, en Efesios 5:2 donde leemos que Cristo se entregó a sí mismo por nosotros, los creyentes: Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Y finalmente en Gálatas 2:20 donde encontramos la salvación como una experiencia personal; El Hijo de Dios se entregó a sí mimo por mí: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. La salvación proporcionada por Cristo es válida para todas las personas. Pero, solo quien la acepta personalmente es partícipe de ella. Dios quiere que tú puedas decir esas palabras con gozo y de verdad: “vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo