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Autor: Norbert Leith

En esta introducción a la carta del Apóstol Pablo a los filipenses, veremos el trasfondo histórico de la epístola y cuál era el sentir y la motivación por la que se escribió.


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PE2675- Estudio Bíblico
La carta de Pablo a los Filipenses (1ª parte)



Introducción a la epístola a los Filipenses

El autor de la Epístola a los Filipenses es el apóstol Pablo. Él es mencionado frecuentemente en la carta. Los destinatarios son los cristianos en Filipos. Contrariamente a otras cartas, la Epístola a los Filipenses está escrita en un estilo muy personal. En comparación, la Epístola a los Gálatas, por ejemplo, se dirige a varias iglesias de Galacia. También la Epístola a los Colosenses es una carta circular, pues tenía que ser leída también en Laodicea, podemos ver esto en Gálatas 1:2 y Colosenses 4:16.

Probablemente fue escrita en el año 61 después de Cristo. Pablo se encontraba en Roma, en su primer cautiverio, como podemos leer en los capítulos 1:13-14 y 4:22. Mientras escribía la carta, estaba en arresto domiciliario, por lo tanto, disfrutaba de cierta libertad. Los creyentes de Filipos habían enviado una ofrenda de apoyo a Pablo, por medio de Epafrodito. Ya lo habían hecho dos veces antes, por ejemplo, cuando Pablo se encontraba en Tesalónica y Pablo les escribió entonces para agradecerles el apoyo. Es posible que el mismo Epafrodito, a su regreso de Roma, haya llevado la carta a los filipenses.

La ciudad de Filipos estaba situada en Macedonia, en el norte de Grecia, y fue fundada por Filipos II de Macedonia. Éste fue el padre de Alejandro Magno. Filipos II había conquistado la región en el año 357 a. C., había ampliado y fortificado la ciudad, y le había dado su nombre. En la época de los apóstoles, Filipos era la ciudad más importante en la región: “… Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia”, dice en Hechos 16:12. Fue ampliada por los romanos para los soldados veteranos de las legiones romanas. Con esto, Filipos se convirtió en una colonia romana y, por lo tanto, los ciudadanos de Filipos tenían los mismos derechos que los ciudadanos de Roma.

En el 50 d. C., Pablo quiso partir para su segundo viaje misionero. Aunque, hubo una diferencia entre él y su compañero de viaje Bernabé, por causa de Marcos. De manera que Bernabé y Pablo se separaron. Bernabé llevó consigo a Marcos, y Pablo a Silas, como podemos leer en Hechos 15:36-41. Cuando Pablo y Silas llegaron a Listra, eligieron y recibieron a Timoteo como colaborador, lo cual leemos en Hechos 16:1-5. El Espíritu Santo les prohibió llevar a cabo sus planes de anunciar el Evangelio en la provincia de Asia, la actual Turquía), como vemos en Hechos 16:6. Cuando estaban en Troas, en la parte noroeste de Asia Menor, Pablo tuvo una visión en la noche. Un hombre macedonio le dijo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Reconocieron en esto la guía del Señor, y decidieron viajar a Macedonia como podemos leer en Hechos 16:6-10. De esta manera, el Evangelio llegó por primera vez a Europa continental.

Después de llegar en barco, vía Samotracia, a la ciudad portuaria de Neápolis, siguieron hasta Filipos, la capital de aquella región. Allí contemplaron la posibilidad de alcanzar a los filipenses con el Evangelio. En Hechos 16:13 leemos que algunas mujeres que se reunían a orar a orillas del río, fuera de la ciudad. El día de reposo, Pablo y sus misioneros, en vez de ir a la sinagoga, como de costumbre, se acercaron al grupo de mujeres. Este hecho nos muestra que no había muchos judíos en Filipos. Para fundar una sinagoga, se necesitaban diez hombres judíos. La ciudad no tenía sinagoga. Entre las mujeres que se reunían junto al río, había una vendedora de púrpura de Tiatira que se llamaba Lidia. Era una mujer temerosa de Dios, pero probablemente no era judía. Después de escuchar a Pablo, Lidia se convirtió, y con ella toda su familia. En Hechos 16:14 y 15 vemos que la primera persona cristiana en Europa continental fue, pues, una mujer.

Luego, el apóstol Pablo tuvo un encuentro con una mujer con espíritu de adivinación. Él la liberó de un demonio, de manera que ya no podía adivinar. Pero, la mujer había proporcionado ganancia a sus amos. Había estado doblemente esclavizada: por un lado, por el diablo, y por otro lado por sus empleadores. Después que el espíritu de adivinación la había dejado, ya no podía traer ganancia a sus amos. Llenos de ira, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron ante las autoridades de la ciudad. Fueron acusados, difamados y azotados. Luego, fueron encerrados en la cárcel bajo la más rígida vigilancia. A medianoche, los dos cantaban y alababan a Dios. Entonces sobrevino un terremoto, de manera que las puertas de la cárcel se abrieron y las cadenas de todos los presos se soltaron. Finalmente, leemos en Hechos 16:23 que el carcelero y todos los que estaban en su casa, encontraron la salvación por medio de la fe en Cristo. Pablo y Silas fueron puestos en libertad, y regresaron a la casa de Lidia. Desde allí, siguieron viaje a Tesalónica.

Unos ocho años más tarde, durante su tercer viaje misionero, según Hechos 21:15 Pablo fue arrestado en Jerusalén. Algunos días después, fue llevado a Cesarea y finalmente a Roma. Allí estuvo preso por dos años o, más precisamente, estuvo en arresto domiciliario. Fue probablemente hacia el final de su cautiverio en Roma, que Pablo escribió su carta a los filipenses. Hechos 28:30 dice que “Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían”. Desde allí, escribió en Filipenses 1:19,26 y 2:24: “Sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación (…) para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros. (…) Confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros”. Así, pues, habían pasado unos diez años entre la primera visita del apóstol a Filipos y esta carta. En este lapso, la iglesia en Filipos había crecido considerablemente, e incluso apoyaba económicamente a Pablo.

El tema principal en la Epístola a los Filipenses es el gozo. En solamente cuatro capítulos, esta palabra aparece dieciséis veces. Pablo explica a sus lectores, en el correr de la carta, por qué él siente gozo a pesar de su cautiverio. Por eso, también podemos describir la Epístola a los Filipenses, como la epístola del gozo. Filipenses 4:4 es el versículo más representativo y, por lo tanto, el versículo clave de la carta: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”. En la Epístola a los Filipenses, no existe ninguna cita del Antiguo Testamento. La iglesia de los filipenses estaba formada, mayormente, por cristianos no judíos. Como no estaban familiarizados con el Antiguo Testamento, Pablo, no citó ningún pasaje antiguo testamentario en su carta. En la Epístola a los Romanos la situación era diferente, ya que había muchos judíos en la iglesia romana. Además, en la carta a los filipenses, casi no se encuentra enseñanza teológica directa. La carta está escrita en un estilo muy personal.

Tampoco aparece la palabra “pecado” en la carta. Esto destaca aún más a la iglesia. Donde no hay pecado, reina el gozo. El pecado, sin embargo, quita el gozo. La carta no habla del “día del Señor”, pero sí del “día de Jesucristo” (1:5,10; 2:16; 3:20; 4:5). Esto se debe, probablemente, a que Pablo es el maestro para las naciones. Los apóstoles de los judíos escriben acerca del regreso de Jesús en gloria para Israel (lo que corresponde al “día del Señor”), sin embargo, el apóstol a los gentiles escribe acerca del regreso de Jesús para el arrebatamiento de la Iglesia (que es el “día de Jesucristo”).

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