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Autor: Fredy Peter

Epafrodito fue un creyente de origen filipense, que aparece brevemente en algunos pasajes de la Palabra, pero que no debe ser tomado a la ligera y puede ser de ejemplo para nuestras vidas y la vida de todos aquellos que quieren ser partícipes de el servicio en el cuerpo de Cristo.


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PE2693- Estudio Bíblico
La carta de Pablo a los Filipenses (19ª parte)



El sentir de un siervo

Los últimos seis versículos de Filipenses 2 pertenecen a un capítulo que muy bien podríamos titular como el “capítulo del sentir”. Pablo escribe como introducción en el capítulo 2 versículos 2 al 4: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. Luego nos da cuatro ejemplos de este sentir: en los versículos 5 al 11, Pablo nos muestra el ejemplo mayor en la humillación voluntaria y entrega total del Señor Jesucristo. Luego vemos en los versículos 17 al 18 el sentir del propio apóstol; y en los versículos 19 a 24 se nos describe el sentir de Timoteo: “Pues a nadie más tengo del mismo sentir mío y que esté sinceramente interesado en vuestro bienestar”.

Aquí van algunos ejemplos en los que quizás nos digamos: “Nunca voy a poder llegar a ser como”:

Comencemos por Jesucristo, el incomparable Hijo de Dios, el Cordero de Dios sin pecado. Sigamos, ya que estamos en tema, con el Apóstol Pablo, el superdotado apóstol de Jesucristo con un excepcional llamado. O Timoteo, el consagrado y privilegiado discípulo de Pablo. Para hacer desaparecer nuestro desánimo y callar nuestras excusas, Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, nos da un cuarto ejemplo con el cual sí podemos identificarnos y el cual deberíamos, y podemos, imitar. Los versículos 25 al 30 del capítulo 2, nos muestran el sentir de un hombre sencillo y hasta el momento desconocido, lleno de amor, desinterés y entrega: “Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades”.

De Epafrodito no sabemos nada salvo la información que nos da la carta a los Filipenses. Muchos intérpretes suponen que el envío de Epafrodito fue una de las razones principales por la cual Pablo escribió la carta a los filipenses y que, además, Epafrodito la llevó personalmente. No confundamos a Epafrodito con Epafras, a quien encontramos en las cartas a los Colosenses capítulo 1 verso 7 y en Filemón. A pesar de que Epafras es la forma abreviada de Epafrodito, no encajan ni los lugares ni las circunstancias. Se sabe, además, que Epafrodito era un nombre muy usado en el primer siglo.

Literalmente, Epafrodito significa “dedicado a Afrodita”. Afrodita era la diosa de la belleza y del amor, entre los romanos también conocida como Venus. Más tarde, el nombre también recibió el significado de “encantador”, “hermoso” o “atractivo”. Como veremos más adelante, estas características encajan muy bien con el carácter de Epafrodito, Epafrodito se crio en el entorno pagano de Filipos. Solamente un padre no cristiano le daría a su hijo el nombre Epafrodito. Por lo tanto, él tuvo, al menos durante su infancia, padres que no creían en Dios. No había nada de lo cual pudiese estar orgulloso o a lo cual pudiese hacer referencia, que le hubiera dado alguna fama.

Pero ¿qué hace entonces de este Epafrodito alguien tan digno de mencionar? Pablo lo describe con cinco expresiones, haciendo una descripción cálida y cariñosa, un poderoso testimonio. En primer lugar, el apóstol caracteriza a Epafrodito como “mi hermano”. Con esto Pablo expresa su afecto y profundo apego. Vivían la misma fe en el mismo Señor y Salvador. A pesar de todas las diferencias, Jesucristo los hacía uno. La segunda descripción expresa reconocimiento por la actitud servicial y el trabajo de Epafrodito. Pablo lo llama “colaborador”. El apóstol podía trabajar excelentemente bien con él en la predicación y propagación del Evangelio. Servían juntos por la misma causa y hacia la misma meta. Como tercer punto, Pablo habla de Epafrodito incluso como su “compañero de milicia”. Esto expresa identificación y unanimidad en la defensa y lucha por la misma verdad. Eran compañeros en la misma guerra.

¡Qué gran testimonio: hermano, colaborador, compañero de milicia…! Epafrodito no era ningún minimalista, haciendo solamente lo imprescindible, sino un maximalista que con generosidad y dedicación servía al Señor en beneficio del más grande y más eficaz misionero de todos los tiempos. Y nosotros, ¿también somos hermanos, colaboradores y compañeros de milicia, con este sentir servicial en el diario vivir y en el ministerio, en la familia y en la comunidad?

Como cuarta cualidad Pablo describe a Epafrodito como “vuestro mensajero”. En griego se usa aquí la palabra apostolos, lo que significa “enviado”. Él no era apóstol de Jesucristo como Pablo, que había sido elegido y llamado de una manera extraordinaria, sino un enviado de la iglesia de Filipos. Ella lo había elegido para que llevara una ofrenda de amor al apóstol, que estaba encarcelado en Roma en prisión preventiva. En Filipenses 4:18, Pablo confirma con gran gozo la recepción de esta ofrenda: “Todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”.

Para llegar de Filipos a Roma, Epafrodito primero tenía que cruzar Macedonia por la conexión este-oeste, la llamada Vía Egnatia. Luego llegaba al mar Adriático en la actual Albania, cruzaba el mar cerca de Durrës o de Apollonia, y probablemente llegaba a la costa italiana en la región de la actual ciudad de Brindisi. A continuación, su camino lo llevaba a través de la famosa Vía Appia hasta el destino. En total, unos 1100 kilómetros de enorme esfuerzo, y con una gran cantidad de dinero para Pablo en su equipaje. ¡Qué hombre valiente y perseverante! Como la iglesia de Filipos no podía llegar hasta Pablo, ellos mandaron a Epafrodito. Imaginémonos: si nadie se hubiera declarado dispuesto a llevar la ofrenda, la buena obra de los filipenses habría quedado inconclusa.

Finalmente, en quinto lugar, Pablo caracteriza a Epafrodito como “vuestro… ministrador de mis necesidades”. Epafrodito no se sentía tan importante como para no hacer los trabajos más sencillos, insignificantes, duros y monótonos en su servicio a Pablo. Dios lo vio y honró a este hombre por el buen testimonio gracias al cual, desde hace ya 2000 años, cada lector de la Biblia conoce a Epafrodito. ¿No es conmovedor? La palabra griega leitourgos, traducida como “ministrador”, se utilizaba en aquel entonces para los grandes bienhechores de la sociedad, quienes se comprometían con buenas obras y las financiaban con sus propios medios.

¡Qué hermano, colaborador, compañero de milicia, mensajero y ministrador habían elegido los filipenses para apoyar al apóstol Pablo en sus horas más oscuras! Habían designado al más afectuoso, dedicado y valiente. Pero esto no es todo, pues a continuación, Pablo describe la compasión de Epafrodito. La razón por la cual Pablo consideraba “necesario enviar” a Epafrodito, era la gran compasión de este siervo por los filipenses leemos en Filipenses 2:26 que: “Él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado”.

Quizás estaba muy preocupado pensando que su amada iglesia y sus familiares creían que había muerto. En las grandes rutas comerciales romanas había un denso tráfico, y los rumores volaban de un lugar para el otro. La palabra griega traducida aquí como “se angustió”, la encontramos solamente en los Evangelios de Mateo y de Marcos, y en ambos casos se utiliza exclusivamente para describir la dramática lucha de Jesús en el huerto de Getsemaní, antes de Su detención leemos en Mateo 26:37 que: “(Jesús) comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera”. Epafrodito ya casi no soportaba la angustia de pensar que los filipenses se estarían preocupando por él.

Compartir el sentir hace que venga además la voluntad, el esfuerzo, la disposición y la acción. Mucho dista la posición de Epafrodito de lo que leíamos en programas anteriores sobre los creyentes en Roma que parecían buscar “cada uno lo suyo propio”. ¡Qué bueno sería si todos llegáramos a ser hermanos con el sentir de Epafrodito!

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