La carta de Pablo a los Filipenses (13ª parte)

La carta de Pablo a los Filipenses (12ª parte)
7 febrero, 2021
La carta de Pablo a los Filipenses (14ª parte)
7 febrero, 2021
La carta de Pablo a los Filipenses (12ª parte)
7 febrero, 2021
La carta de Pablo a los Filipenses (14ª parte)
7 febrero, 2021

Autor: René Malgo

Ser conscientes de que estamos en Cristo, no por nuestras obras o teología, sino por su amor es fundamental para nosotros como hijos de Dios. Esto nos da la visión correcta con respecto a nuestros hermanos en la fe a la hora de relacionarnos. No porque todo valga, sino por la redención en su amor ilimitado.


DESCARGARLO AQUÍ
PE2687- Estudio Bíblico
La carta de Pablo a los Filipenses (13ª parte)


 


El sentir de la familia de Cristo

El tener un mismo sentir y un mismo amor en el trato mutuo es posible porque como pecadores perdonados estamos en Cristo; y esto, no porque somos personas fenomenales, sino porque Cristo logró una redención completa para nosotros. Dios no tiene ninguna lista de control como nosotros la tenemos a veces, para poder tener comunión con Sus hijos redimidos y darles Su consuelo de amor. Él no pregunta cuál es tu posición en cuanto al tema Israel y la Iglesia, cuál es tu actitud frente al tema elección versus libre voluntad, o cuál es tu opinión sobre el tema de la música, los dones del Espíritu, las películas, o el uso del dinero. A Dios le interesa una sola cosa: “¿Estás en mi Hijo, en Cristo?”. Por eso podemos y debemos aceptar a otros cristianos, aunque no sean tan perfectos como lo deberían ser según nuestro ideal.

Esta no es ninguna carta blanca para la anarquía doctrinal o la superficialidad dogmática. Pero estamos hablando aquí de la necesidad de ser sobrios: ¿estamos conscientes de que nosotros y otros cristianos estamos en Cristo no porque nuestra teología y nuestras obras sean perfectas, sino porque Cristo nos ha redimido por Su amor ilimitado? Y no nos engañemos a nosotros mismos: el tener un mismo sentir con otros cristianos y el amar por igual a todos los hermanos es una lucha espiritual. No es algo que nos sale naturalmente; preferimos tener la razón, preferimos recibir amor, en lugar de dar nuestro amor a los que, según nuestro punto de vista, no están en lo correcto. Por eso es absolutamente necesaria la humildad, como lo dice Pablo en Filipenses 2:3 al 4: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por los suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. La palabra griega utilizada para “contienda” también se puede traducir como “egoísmo”; así lo vemos en la Nueva Versión Internacional: “No hagan nada por egoísmo o vanidad…”. El egoísmo lleva a la contienda, y es lo contrario a la humildad.

A veces decimos en broma: “Todos piensan solo en sí mismos, únicamente yo pienso en mí”. Esta es nuestra actitud natural, pero Dios espera lo contrario de nosotros. En los siguientes versículos Pablo nos muestra el ejemplo de Jesucristo, quien dejó atrás todos los privilegios de la gloria para venir a servirnos a nosotros, los seres humanos. Este sentir de nuestro Señor debería ser el nuestro. Sin humildad no hay ni habrá unidad. Suena lindo y verdadero y muy cristiano cuando decimos que el sentir de Jesús debe habitar en nosotros, que debemos estimar más al otro que a nosotros mismos, que debemos ser unánimes y humildes y amar a todos por igual. Pero ¿cómo es posible en la práctica? Si digo: “A partir de ahora, siempre consideraré a todos los que están en mi alrededor como más importantes que a mí mismo”, sin duda alguna pocos minutos más tarde ya habré fracasado. No tengo ningún botón para encender y apagar la humildad. La solución es: estar en Cristo.

“¡Ay!”, me dirás posiblemente, “suena muy piadoso todo lo que dices, pero por más que me lo repitas no me sirve en la vida diaria”. Esa una objeción absolutamente legítima. Es verdad que son pensamientos que suenan algo místicos e insuficientes, sobre todo a los oídos de una persona práctica. Preferiríamos tener un conjunto de reglas a seguir y una lista de control con la cual pudiéramos juzgarnos a nosotros mismos y a otros. Sin embargo, Dios quiere darnos otra cosa: Él busca la comunión con nosotros. El estar en Cristo no es un ejercicio dentro de un conjunto de reglas; es una relación viva. Por eso la unidad entre los hombres que están en Cristo puede funcionar no porque tienen un mismo reglamento, sino porque tienen un mismo Señor y Salvador. Esto es algo muy importante a tener en cuenta y muy transformador una vez que se entiende. El mismo Jesús dejó la unidad como condición, en su conocida oración de Juan capítulo 17 en el verso 21: “…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”.

Para decirlo más concretamente, la unidad está allí donde los cristianos realmente están en Cristo. Esto no tiene nada que ver con vaciarse de sí mismos con pasividad o esoterismo. Estos cristianos no están sentados alrededor de un fogón tomados de la mano, cantando himnos meditativos. Por el contrario, buscan activamente a su Señor en la oración, en la Palabra, a través de su obediencia, en su meditación acerca de Él y de la Biblia, buscando encontrar a Cristo también en otros cristianos. Buscan a Cristo viviendo, teniendo roces, asperezas, disgustos, que llevan a los pies del Señor en búsqueda de su infinito amor, perdón y misericordia. Por naturaleza tendemos a fijar la atención en los errores y fracasos de los demás, porque es más fácil y porque esto nos hace pensar que nosotros, que somos criaturas orgullosas, estamos mejor. Pero el que realmente está en Cristo, busca a Cristo en el otro cristiano, y esto es la humildad de la que estamos hablando. Imagínate que cada redimido vea a su Señor y Salvador en cada hermano. Imagínate que estás en tu iglesia y notas la presencia de un hermano con el cual tienes un problema y hace mucho que no se hablan. Y de repente ya no lo ves a él y a sus enervantes fallas, sino que ves en él al Rey de reyes, quien derramó Su sangre por él. ¿Cómo tratarás entonces a este hermano? Esta actitud es humildad, y ella lleva a la unidad.

Nota que Pablo dice que no hagamos nada “por contienda o por vanagloria”, porque él sabe cómo son nuestros corazones orgullosos. La exhortación sería innecesaria si ya estuvieran todos llenos de humildad. El cristiano que está en Cristo se somete a la poderosa mano de Dios, reconoce que es orgulloso, se derrumba delante de Dios y clama a Él algo así como: “Señor, no puedo hacer nada. Yo mismo soy la piedra de tropiezo para la unidad, yo mismo no tengo suficiente amor, actúo solamente por egoísmo, busco solamente mi propia gloria, pienso solamente en mi propia ventaja, me molesto cuando se elogia a otro. Señor, no puedo hacer nada sin ti. ¡Señor, ayúdame! ¡Te necesito!”. Esto es humildad. No tiene nada que ver con proponerme firmemente considerar a los otros como mejores que yo mismo a partir de ahora. Pero sí tiene todo que ver con derrumbarme delante de Dios. Me aferro de Jesús y para nunca más soltarlo. El estar en Cristo tiene que ver con dependencia de Cristo. Pablo enfatiza el actuar “en Cristo” o “en el Señor” en la Carta a los Filipenses, y no lo hace porque suena piadoso y le sobra tinta, sino porque sabe que sin el Señor no podemos hacer nada. ¿Somos realmente conscientes de lo que ese “nada” significa?, ¿entendemos que cada obra, pensamiento, logro o actitud, como hijos de Dios depende de nuestro Padre celestial?

Para terminar, leamos una vez más Filipenses 2:1-4, pero esta vez en la versión de La Biblia de las Américas: “Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, haced completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”.

En Cristo esto es posible.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo