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Autor: René Malgo

En los pasajes que estudiaremos hoy de la carta a los Filipenses, veremos que Pablo exhorta a los creyentes a tener un mismo sentir, y lo hace sabiendo que en realidad este no siempre está presente en los corazones.


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PE2686- Estudio Bíblico
La carta de Pablo a los Filipenses (12ª parte)



El sentir de la familia de Cristo

El estar “en Cristo” es una importante verdad que Pablo subraya una y otra vez en la Carta a los Filipenses. Como leemos en el capítulo 1 versículo 1, escribe la carta a los santos “en Cristo Jesús”. En el versículo 13 habla de sus prisiones “en Cristo”. Y como lo expresa La Biblia de las Américas en Filipenses 1:26, menciona la gloria de los filipenses “en Cristo Jesús”, o su profunda satisfacción “en Cristo Jesús”. En los versos 6 al 10 del primer capítulo vemos que Pablo pone toda su esperanza en el “día de Jesucristo”, es decir, el día del regreso de Cristo, el cual es su motivación para la obra; en el versículo 21 expresa que para él “el vivir es Cristo”. Incluso tiene el “deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”. Pablo escribe a los filipenses en el 1:29, que les fue regalada la fe, pero también el sufrimiento “por causa de Cristo” Y de esto hablábamos en el programa anterior. Su tema es únicamente Cristo y Su evangelio, y Pablo está feliz mientras Cristo sea predicado, sean cuales fueren las circunstancias.

Por eso no nos sorprende que después de exhortar a los filipenses a andar “como es digno del evangelio de Cristo”, Pablo vuelva al tema “Cristo” y todo lo que tenemos en Él, antes de entrar en detalles sobre el comportamiento de los creyentes. Escribe en Filipenses 2:1-4: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. En breves palabras, Pablo invita en este pasaje a la unidad y a la humildad ¡dos puntos fuertes en nuestras vidas, como bien se sabe! (ironía).

Me temo que sabemos que esto no es así. Y Pablo también lo sabía. En la familia de Dios, muchas veces las cosas no se hacen con amor familiar. Por eso el apóstol comienza su llamado a la unidad y humildad en Filipenses 2:1 refiriéndose a todo lo que nos es dado en Cristo. Es como si nos hiciera preguntas retóricas como: “¿Realmente existe alguna consolación en Cristo?”, “¿Realmente existe algún consuelo de amor?”, “¿Realmente existe la comunión del Espíritu?” y: “¿Realmente existen el afecto entrañable y la misericordia?”. Y su conclusión es: si realmente existen, entonces completen por favor mi gozo buscando la unidad y la humildad. Por eso nos preguntamos también a nosotros mismos: ¿Verdaderamente existen la consolación en Cristo, el consuelo de amor, la comunión del Espíritu, el afecto entrañable y la misericordia?

¡Por supuesto que sí! Este es el mensaje del evangelio: en Cristo recibimos ánimo, consuelo, exhortación y ayuda. Su amor nos trae consuelo; el amor de Dios va tan lejos que no escatimó a Su propio Hijo para poder redimirnos. Por el Espíritu Santo fuimos bautizados en Su cuerpo, y tenemos a través del Espíritu Santo comunión con Dios el Padre, con el Hijo y con los que creen en Él. Hemos experimentado el afecto entrañable y la misericordia de Dios cuando Él nos salvó de nuestra vana manera de vivir e hizo de nosotros nuevas criaturas. Lo experimentamos diariamente cuando Él nos acompaña y nos fortalece en nuestras vivencias, y va completando la buena obra que, como dice Filipenses 1:6, comenzó en nosotros. Después del mensaje enfático de Pablo en el capítulo uno en relación con que Cristo es la vida, la reacción de los filipenses a las palabras “si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia…”, seguramente habrá sido muy positiva: ¡Por supuesto que lo hay! El apóstol lo sabe y por eso sigue en el capítulo 2 versículo 2 diciendo: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo…”.

Pablo exhorta a los creyentes a tener un mismo sentir, y lo hace sabiendo que en realidad este no siempre está presente en los corazones. En el capítulo cuatro, verso 2, incluso tiene que exhortar con nombre a Evodia y a Síntique a ser “de un mismo sentir en el Señor”. Se ve que los filipenses, tan ejemplares en otras áreas, tenían aquí un problema. A decir verdad, ¿no tenemos también nosotros muchas veces este mismo problema? ¿Puede alguno de nosotros decir con buena conciencia que siempre es de un mismo sentir con sus hermanos, que siempre tiene un mismo amor, no importa a quién tenga en frente? Quizás pensemos: “Yo siempre viviría en armonía con los demás y amaría a todos por igual si los demás también compartieran el sentir que yo tengo y amaran de la misma manera que yo amo…”. Aunque la mayoría de nosotros no diría esto abiertamente, seamos sinceros: ¿No van nuestros pensamientos peligrosamente en esta dirección? El problema son los otros, y si ellos no estuvieran yo podría obedecer mucho más fácilmente los mandamientos que Dios ha dado a Su familia espiritual. Cuánta crueldad refleja al expresarlo, pero con cuánta frecuencia nuestras acciones y conversaciones, son cartas abiertas sobre esta clase de pensamiento entre los hermanos.

Parece casi imposible vivir en armonía y con un mismo amor para con todos los cristianos todo el tiempo, teniendo en cuenta el gran espectro que hay entre quienes tienen a Jesús como su Señor y Salvador: por ejemplo, hay uno que tiene una fe y un hablar más bien místicos. Pero ¿cómo puedo yo sentirme uno con un místico? Otro hermano cree en la predestinación. ¿Cómo puedo yo sentirme uno con alguien que cree que Dios predestinó a determinados hombres para el infierno? Aquel cree que estamos absolutamente libres en nuestra elección: ¿cómo puedo sentirme uno con alguien que cree que la salvación depende de nosotros mismos? Y podríamos seguir enumerando ejemplos. Según Pablo, a pesar de todo esto es posible que tengamos un mismo sentir si creemos que en Cristo hay consolación, que Su amor consuela, que la comunión del Espíritu Santo es una realidad y que Dios verdaderamente es afectuoso y misericordioso.

Podemos tener un mismo sentir y amar a todos por igual cuando estamos en Cristo. Incluso tres cristianos tan diferentes como un calvinista, un hermano con tendencia hacia el misticismo y un hermano pentecostal, al estar en Cristo están capacitados para sentir lo mismo y tener el mismo amor. Pero esto va en contra de nuestros principios, tenemos nuestras convicciones teológicas, creemos haber entendido cuál es la correcta manera de vivir en Cristo… Y en esta no encajan, por ejemplo, aquellas películas que mira cierto hermano; tampoco encaja la música que escuchan ciertos cristianos. Y ¿cómo podemos ser uno con cristianos que no están en la misma sintonía en algunas cuestiones dogmáticas? Pablo y la Palabra de Dios son claros: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”.

El sentir lo mismo y el tener el mismo amor no están sometidos a nuestras condiciones, sino a las condiciones de Dios. Pensemos en cómo actúa Dios para con nosotros. Él no nos rechaza cuando cometemos un error teológico o todavía no estamos en el nivel espiritual en el cual nos deberíamos encontrar. Él nos demuestra Su afecto y Sus misericordias también cuando erramos, incumplimos o fracasamos. Él tiene comunión con nosotros a través del Espíritu Santo, aunque tengamos, por ejemplo, un concepto equivocado de la relación entre Su soberana elección y nuestra responsabilidad. Y en cada momento encontramos consolación, ayuda y exhortación en Cristo, especialmente cuando nosotros mismos fallamos.

Dios no tiene ninguna lista de control como nosotros la tenemos a veces, para poder tener comunión con Sus hijos redimidos y darles Su consuelo de amor. Él no pregunta cuál es tu posición en cuanto al tema Israel y la Iglesia, cuál es tu actitud frente al tema elección versus libre voluntad, o cuál es tu opinión sobre el tema de la música, los dones del Espíritu, las películas, o el uso del dinero. A Dios le interesa una sola cosa: “¿Estás en mi Hijo, en Cristo?”.

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