Jesús tiene la última palabra (9ª parte)

Jesús tiene la última palabra (8ª parte)
10 septiembre, 2022
Abuso sexual infantil
13 septiembre, 2022
Jesús tiene la última palabra (8ª parte)
10 septiembre, 2022
Abuso sexual infantil
13 septiembre, 2022

Autor: Ernesto Kraft

Dios vigila que Su Palabra se cumpla ¿cumples tú en tu vida lo que Él te dice por Su Palabra?


DESCARGARLO AQUÍ
PE2836- Estudio Bíblico
Jesús tiene la última palabra (9ª parte)



Cierta vez, en Irlanda, un rico finquero, cristiano fiel, dio una prédica a través de un ejemplo muy original que sería un gran beneficio para sus empleados. Colocó un aviso en los puntos más importantes de sus fincas, con el siguiente texto: “El próximo lunes estaré en mi oficina de las 10 a las 12 horas. En ese espacio de tiempo, estaré dispuesto a cancelar todas las deudas de mis trabajadores. Traigan las cuentas no pagadas.”

Por varios días, este anuncio fue el tema principal de todos los círculos de conversación. Por todos lados, se oía hablar de esa extraña propuesta. Algunos la consideraban una mala broma. Otros decían: “Hay algo detrás de ello”. Y otros creían que el jefe ya no estaba muy bien de la cabeza y se preguntaban: ¿desde cuándo se hace tal cosa con plena conciencia normal? Cuando el día determinado llegó, se veía a muchas personas dirigiéndose a la casa principal. Cuando el reloj marcó las diez, una multitud se había reunido a junto la puerta de la oficina. Puntualmente el vehículo del finquero se detuvo frente a la casa. El finquero y su secretario bajaron, y, sin decir palabra, entraron en la oficina y cerraron la puerta. Afuera comenzó una fuerte discusión. “¿Y ahora? ¿Era verdad o no? ¿Será que nos quería engañar? Tal vez haya sido todo una broma para humillar a aquellos que le presentaran sus deudas”.

Otros recordaban que él había firmado el aviso. No haría mal uso de su nombre para que vinieran; no había razón para no creerle. Pasó una hora sin que nadie entrara a presentar sus deudas. Y cuando alguien le decía a otro que lo intentara, recibía una respuesta enojada: “Mi deuda no es tan grande como la suya; yo no lo necesito. Intente usted”. Y así transcurrió el tiempo precioso.

Finalmente, cuando ya eran las 11:30, apareció una pareja de ancianos tomados de las manos que vivían en el otro extremo de la finca. El hombre tenía en la mano un paquete de cuentas. Con voz trémula preguntó al más próximo:

–Vecino, ¿es verdad que el finquero va a pagar las deudas de todos los que vengan? –

Y recibió la respuesta burlona:

–Hasta ahora no pagó ninguna–.

Y otro añadió rápidamente:

–Pensamos que fue una muy mala broma–.

Al escucharlo el anciano, sus ojos se llenaron de lágrimas, y la mujer dijo, como para sí misma:

–Y nosotros creíamos que era verdad; y ya estábamos muy felices de poder morir sin deudas–.

Cuando ya se iban, alguien los llamó y les dijo:

–Nadie intentó hasta ahora. ¿Por qué no entran ustedes? Si les pagan sus deudas, salgan rápidamente para que nosotros también podamos entrar–.

Los dos lo tomaron en serio. Tímidamente abrieron la puerta y entraron en la oficina. Estando ya adentro recibieron la bienvenida del finquero y su secretario. Cuando les preguntaron si el aviso era verdad, el secretario les contestó:

–¿Creen que el finquero los quiere engañar? ¡Denme sus cuentas! –

Ellos le entregaron todas sus cuentas. Los valores fueron sumados y el finquero firmó un cheque cubriendo el valor total de las mismas.

Rebosantes de gratitud, los ancianitos ya iban saliendo, cuando el finquero les dijo:

–Quédense aquí un poco más, hasta la hora de cerrar la oficina–.

Los dos replicaron que había una multitud afuera, esperando que les dijeran si la oferta era verdadera. Pero el finquero permaneció firme, y les dijo:

–Ustedes creyeron mi palabra, y los demás que están afuera necesitan creer también si quieren que sus cuentas sean saldadas–.

Así se pasaron los preciosos minutos. La multitud miraba ansiosa hacia la puerta. Pero nadie tuvo el valor de entrar. Finalmente, a las 12 horas en punto, la pareja salió radiante.

–¿Cumplió su palabra?, –les preguntaron las personas.

­–¡Sí! Vean, vecinos, aquí está el cheque. ¡Vale oro puro!

­–¿Y por qué no salieron rápido para avisarnos?, –vino la pregunta molesta.

–El finquero nos dijo que esperáramos adentro y que ustedes deberían creer en su palabra, así como nosotros–.

En seguida, salieron de la oficina el finquero y su secretario, y fueron apresuradamente hasta el automóvil. Los empleados los rodearon, extendiéndoles sus cuentas. Alguien preguntó:

–¿No van ustedes a cancelar nuestras cuentas, como lo hicieron para esa pareja acá?

–Ahora ya es tarde, –les contestó el finquero, entrando en el vehículo. –Ustedes tuvieron mucho tiempo para eso y perdieron la oportunidad. Yo habría pagado todas sus deudas, pero ustedes no creyeron en mí–.

Y entonces, aprovechó el momento y comparó los sucesos del día con la forma en que las personas acostumbran rechazar las ofertas de perdón de Dios. Dios ofrece perdonar todos los pecados, si van hasta Él y creen en el sacrificio de Jesús en la cruz y en Su resurrección. Y el finquero recomendó seriamente a sus empleados que no despreciaran la oferta de Dios dejando pasar el tiempo.

Pienso que sus empleados entendieron muy bien esa prédica tan impresionante. Pero la palabra del finquero, por más que fuera un hombre honesto, todavía permanecía siendo una palabra humana. Es mucho más serio si usted, querido lector, finalmente no creyere en la Palabra de Dios, y despreciare Su oferta y Su aviso.

Tendríamos consuelo en todas las situaciones si tomáramos la Palabra de Dios más en serio y contáramos con el hecho de que, si todo colapsara a nuestro alrededor, Su Palabra permanece y se cumple.

Elías nos enseña lo que significa creer. Cuando Elías levantó el altar y colocó el holocausto sobre la leña, dio una orden que solamente un creyente verdadero podría dar. Leemos sobre eso en 1 Reyes 18:34: Y dijo: llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún: hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vezcon eso, la situación se volvió humanamente imposible: no habría fuego que pudiera quemar el sacrificio.

Elías no creía en efectos y capacidades humanas, creía solamente en Dios, que todo lo puede. ¿Está usted preocupado y ocupado pensando en su difícil situación? Entonces puede dejar las preocupaciones a un lado. Vea la fe de Elías que nos es presentada aquí. Cuando Dios hace una promesa, la cumple. Nada cambiará el actuar de Dios, aunque sobre su situación se esté derramando mucha agua.

Dios prometió dar a Abraham un hijo. Abraham veía cómo él y su esposa estaban más ancianos con el pasar del tiempo, y más frágiles, siendo cada vez más difícil para él engendrar y para ella concebir un bebé. Pero eso no impidió a Dios cumplir Su promesa. De la misma forma sucede cuando usted experimenta, así como María y Marta, que sus oraciones no son atendidas, y la situación de su hermano, marido o hijos va empeorando. A pesar de eso Jesús no está impedido de ayudar. Jesús respondió a Marta y María en Juan 11:40: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?.

Job, en sus momentos más penosos, también vio que se estaba derramando agua sobre su situación. Cada vez se derramaba más agua, y su salud solo empeoraba.  Sin embargo, a través de la fe, superó esa situación, y declaró al Señor lo que leemos en Job 42:2: Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.

El libro de Cantares dice que Dios es mayor que las muchas aguas que son derramadas sobre nuestra vida. Dice Corintios 8:7: Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían. Si usted cree en Dios y en Su Palabra, no se deje desanimar por las aguas sobre su vida. Dios es fiel y tiene la última palabra.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo