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Autor: Ernesto Kraft

El Señor Jesús prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Pero cuando se trata de creer en sus promesas, en medio de la adversidad, ¿hasta dónde llegamos nosotros con Él?


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PE2840- Estudio Bíblico
Jesús tiene la última palabra (13ª parte)



En programas anteriores, estuvimos hablando sobre las promesas y mandatos de Dios y la pregunta que nos hacíamos era: ¿Hasta dónde llega nuestra entrega? En Ezequiel 47, tenemos una excelente ilustración de cómo nos entregamos al Espíritu de Dios. Sucede en cuatro fases:

En el verso 3 leemos sobre la primera fase, dice: Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Ese es el cristianismo que a todos les gusta: ir al servicio, entonar algunos himnos espirituales y ser un poco espiritual. Pero, a la verdad, la decisión es tomada por la propia persona. Cuando se está en el agua hasta el tobillo, es posible hacer todo lo que quiere sin restricciones. Es el cristianismo general. Cada uno va adonde quiere y determina su propia vida, y todavía así sigue en un ambiente religioso. Cristianos que lo mezclan todo. Van al servicio, pero actúan al igual que las personas del mundo. Entran y salen del agua conforme a las circunstancias. No son ni calientes ni fríos. No se percibe necesariamente que sean cristianos. Si no se dijera que son cristianos, nadie lo sabría. Están presentes en todos los eventos, tanto de la iglesia como del mundo.

La segunda fase se describe en el versículo 4 de Ezequiel 47: “Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Aquí ya hay más exigencia. Pero todavía es un cristiano con auto determinación. Ora más que el anterior, pero todavía determina su propia vida.

Considera una obligación difícil hacer lo que la Biblia ordena. Pero ya que otros lo hacen, sigue su ejemplo. No puede actuar más como antes, pero todavía está lo suficientemente libre para hacer lo que quiere con sus manos y determina a dónde quiere dirigirse. Todavía puede odiar o tener celos de los demás. Su situación es igual a la que está descrita en Isaías 1:15: Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos”. Recuerde 1 Juan 3:15 que dice: Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él”. ¿Es su entrega tan completa que Jesús puede determinar su vida?

Continuando con Ezequiel 47 llegamos a la tercera fase en la parte b del verso 4: Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Ahora ya más inmovilizado. Quien está en el agua hasta la cintura ya no puede actuar más como si estuviera en seco. Quien se entrega a Jesús no puede actuar más como antes. No puede pecar más, solo así no más, y seguir como si nada hubiera pasado. Está determinado por la Palabra, a pesar de que todavía no completamente, pero bajo fuerte influencia de la misma. Jesús es su ejemplo. No logra mentir sin sentirse mal. No logra más ser hipócrita para mantener su imagen. Ya llegó muy lejos. Quien está con el agua hasta la cintura está siendo determinado por ella en gran parte. Es normal entregarse totalmente a Jesús a cada instante otra vez. Es normal enfrentar conflictos a su alrededor en un lugar que no es santo.

A pesar de surgir el deseo de vivir como los demás y hacer ciertas cosas, tal actitud ya no cabe. Está limitado. Y es bueno que sea así. Toma a Jesús como ejemplo, ya que no está más aprisionado en su propia fuerza y en sus habilidades. Jesús lo conduce en la fe y quiere que se vuelva dependiente de Él. Todavía puede permanecer obstinado en el mismo lugar, sin seguir la corriente del Espíritu. Sin embargo, se puede percibir la influencia de Jesucristo. Ya no hay más placer en el mundo, y en el espíritu de la moda, porque está procurando las cosas espirituales. Una pregunta todavía permanece: ¿hasta dónde vamos?, ¿Hasta ahí?, ¿O será que se atreve y está preparado para llegar hasta la muerte de cruz con Jesús?

La cuarta fase se encuentra en el versículo 5 que dice: Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado.

Veamos algunos ejemplos típicos: “No sé por qué, pero simplemente amo esa persona; no es simpática, pero a pesar de eso la amo;” “simplemente no lo pude contener, le di algo a ese mendigo;” “no tuve paz hasta poner aquella situación en orden;” “tuve que pensar en Jesús, que sufrió mucho más de lo que sufro, y hasta estoy satisfecho en mis sufrimientos;” “antes era esclavo del alcohol y del sexo, era atraído a hacerlo, pero hoy día tengo otros deseos, todo eso no significa más nada para mí, amo a Jesús y Su Palabra, es el único que no me decepcionará.” “Era un río que no conseguía cruzar.” En esta fase, nos sumergimos completamente, esto es, somos dominados completamente por Jesús.

En la primera fase, podíamos estar en el servicio con una sombrilla abierta, permaneciendo totalmente secos. Eso significa que dejamos que todo pase por nosotros sin que nos toque. Quien está tomado totalmente por Jesús muchas veces va a llorar y regresar a casa tocado por la Palabra de Dios. ¿Estamos percibiendo dónde estamos a la luz de ese ejemplo? En la cuarta fase estamos pisando un fundamento diferente. Ya no soy yo quien decide, sino Cristo. Es necesario cruzar nadando. Pablo podía decir: el amor de Cristo me constriñe a hacerlo.

Si todavía sentimos el deseo de pecar, entonces todavía estamos con el agua hasta el tobillo. Pero, si decimos “no lo puedo, pues soy diferente,” como dice Hechos 4:20, estamos siendo determinados por Jesús: porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. ¿Hasta dónde puede Jesús llegar en nuestra vida?

La entrega completa a Jesús nos lleva a ya no estar obligados a nuestras propias fuerzas y costumbres, sino a estar apoyados en la Palabra de nuestro Señor Jesucristo, al punto de no gloriarnos en la debilidad y decir lo que encontramos en 2 Corintios 12:10: “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Las tristezas y la muerte del propio “yo” lo consideramos como oportunidad, como lo afirma 2 Corintios 4:11: Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Pablo no estaba desanimado al decir en 1 Corintios 15:31: Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero. Si Cristo debe ser engrandecido, considérelo como una oportunidad.

¿Ya llegó Cristo a ser el Señor en su vida? ¿O usted todavía dice: “Hasta aquí y ya no más”? ¿Permitimos que reine en nuestra vida y tenga lugar en nuestro corazón? ¿O limitamos su actuación permitiendo que sea el Señor apenas en algunas áreas de nuestra vida? ¿Ya pusimos todas las “habitaciones” de nuestro corazón a su disposición? ¿O será que Jesús todavía lee en la puerta de algunos cuartos: “Hasta aquí y ya no más”? Entregue su vida totalmente a Él ahora mismo, para que Él pueda decidir su vida. Proverbios 23:26 dice: Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos. Ese es el mensaje de Dios resumido en una frase. Dé totalmente su corazón y su propia persona al Señor, y vea que Sus caminos y Su actuar sean correctos. Determinemos cuán profundamente y hasta dónde va nuestra vida. ¿Permite usted que Dios vaya con usted adondequiera? En caso afirmativo, será feliz y alegre, y agradecerá tener a un Señor maravilloso que merece toda la honra.

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