Jesús comenzó su ministerio orando (4ª parte)

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Autor: Wolfgang Bühne

Jesús comienza su ministerio público, cuando es bautizado en el Jordán. Y es allí que vemos al Creador y Sustentador de todo ser viviente, comenzando con humilde oración el difícil camino que terminará en la cruz del Gólgota.


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PE2278 – Estudio Bíblico
Jesús comenzó su ministerio orando (4ª parte)



Queridos amigos, ¿cómo están? Nos preguntábamos al finalizar el programa anterior ¿Qué podemos aprender de nuestro Señor en el sentido de cómo practicaba la oración?

Dijimos que, primero: El mucho trabajo no debe ser motivo para renunciar a la oración o para reducir el tiempo dedicado a ella. Todo lo contrario: ¡Cuanto más tareas y trabajo, más sosiego y oración necesitamos!

Vimos como ejemplo a Martín Lucero y comenzamos a ver el de Jorge Whitefield, quien a sus 23 años era un predicador tan popular y apreciado en Londres que “ya no podía ir a pie como acostumbraba”, sino que tenía que dejarse llevar en un carruaje, para “eludir las aclamaciones y hosanas de las multitudes.”

Su popularidad para con las grandes multitudes podrían haberlo arruinado, pero la gracia de Dios lo guardó”.

El 8 de enero de 1738 dio la espalda a las multitudes de Londres y se embarcó en un velero en el que cruzaría el Atlántico y el cual lo llevaría a Georgia (Estados Unidos).

El viaje, que entonces duraba meses y estaba lleno de peligros, lo empleó para distribuir las horas del día estrictamente y reservar varias horas para la comunión con Dios en oración y para leer la Biblia, lo cual hizo hasta su muerte siempre de rodillas.

El día de su partida anotó en su diario:
“El que no esté dispuesto a ocultarse, cuando Dios lo pide, después de haber estado en el centro de la atención pública, no merece llevar el nombre de cristiano.”

En segundo lugar: Es bueno escoger un lugar y una hora del día en que se pueda estar sin ser estorbado por nadie.

Si preguntamos a los creyentes por las razones que les impiden tomarse más tiempo para la oración, la mayoría de ellos responden: “Por falta de calma interior y exterior”.

Nuestro Señor escogió lugares solitarios, como el desierto o un “lugar desierto”, o el Monte de los Olivos, para retirarse a orar. Casi siempre lo hacía muy temprano por la mañana “cuando aún era muy de noche”. Es decir, un lugar y una hora del día que excluían ampliamente estorbos exteriores, siendo al mismo tiempo la mejor condición para que el alma pudiera tener calma.

Los personajes de la Biblia, y también de la historia de la Iglesia, parecen coincidir en el hecho de que levantarse temprano para poder orar con toda tranquilidad antes de empezar el trabajo, conlleva una bendición especial. El refrán “Al que madruga, Dios le ayuda”, refleja una gran verdad.

Tenemos un gran ejemplo en nuestro Señor. Pero, también es interesante estudiar qué personas de la Biblia han sacado buen provecho de su “tiempo devocional” por la mañana.

Leemos una y otra vez de Abraham, Moisés, Gedeón y Samuel, que se levantaban temprano para buscar a Dios en oración, o para obedecer a Dios.

Leemos esto también de David, en varios lugares de los libros de Samuel. Él mismo, describe en los Salmos sus costumbres y experiencias con la oración al comienzo del día:
“Anticipéme al alba, y clamé: Esperé en tu palabra. Previnieron mis ojos las vigilias de la noche, para meditar en tus dichos” (Salmo 119, versículos 147y 148).
“Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré a ti, y esperaré” (Salmo 5:3).
En el desierto de Judá, David oró:
“DIOS, Dios mío eres tú: levantareme a ti de mañana” (Salmo 63:1).

Watchman Nee opina así, instigando un poco:
“La vida cristiana enfermiza que predomina hoy entre los hijos de Dios, no es tanto debido a graves problemas, sino debido al hecho de que no se madruga… No conozco a nadie que viva cerca del Señor, que se levante tarde”.

Por supuesto, no debemos ni queremos hacer una ley de estas observaciones, ni ejercer presión sobre las conciencias. Hay creyentes quienes, por motivos de trabajo, por su salud u otras circunstancias, no pueden buscar el encuentro con Dios por la mañana.

Cuando nuestros siete hijos aún eran pequeños, no era fácil para mi esposa hallar el momento para leer la Biblia y orar con tranquilidad, en medio del ajetreo cotidiano. Lo que hacía era ocultar su cabeza debajo de una manta o un paño en algún momento del día, y entonces los niños ya sabían que Mamá se encontraba en su “cuartito de oración”. Todos sabían que no debían molestarla por algún tiempo, y se esforzaban en ser más considerados, hacer menos ruido y aplazar sus rivalidades para más tarde.

Hay madres que tienen un juguete muy especial que dan a sus niños, cuando quieren tomarse su tiempo devocional; o bien les ponen un CD muy querido. Otras desaparecen en la alcoba, o si no hay otro remedio, se meten al cuarto de baño. Algunas leen el texto bíblico en alta voz, de forma que los niños también puedan beneficiarse. Eso variará según la edad, el carácter y las circunstancias, y al principio no será fácil acostumbrar a los niños a eso. Pero, cuando se haya convertido en una costumbre fija, será de mucha ayuda y con toda seguridad será un buen ejemplo para los hijos.

Todos aquellos que pueden planear el transcurso del día bajo circunstancias normales, deberían hacer caso de los consejos de John Piper. Esta cita es de su libro: “Cuando el gozo se ha desvanecido”: “La disciplina para levantarse temprano no es tan difícil como la disciplina de acostarse. Antes esto no era así. Cuando no existía la electricidad, ni la radio, ni la televisión, ni el internet, no era difícil acostarse poco después de haberse hecho de noche. No había mucho que hacer. Hoy en cambio, tenemos que luchar contra la fuerte tentación de quedarnos despiertos y tener diversión. Por eso, tenemos que emprender la lucha contra el cansancio que nos vence por la mañana al abrir nuestra Biblia, y esa lucha hay que pelearla por la noche, no por la mañana.

Cuando hayas decidido la hora en que el despertador te llame a la oración, tienes que decidir la hora en que te vas a acostar, para que no estés rendido cuando suene el despertador. Si necesitas alguna cantidad de cafeína para no dormirte por la mañana, eso lo dejaré a tu conciencia. Quizá por eso Dios creó el café. Si lo usamos para no dormirnos durante la oración, entonces lo habremos empleado bien. Es mejor que tomarlo para quedarse despierto para muchas otras cosas.

En tercer lugar: No hagas de tu tiempo devocional una demostración de tu piedad y no permitas que nazca en ti el orgullo.

Recordemos que el Señor se apartó inadvertidamente, sin llamar la atención, para orar en un lugar desierto y tranquilo. Él practicaba lo que había enseñado a Sus discípulos en Mateo 6:5 y 6 sobre la oración pública: no hacerlo como los hipócritas que oran en lugares públicos para ser vistos y admirados, sino en un cuarto a puertas cerradas – “en secreto”.

No sería bueno, por ejemplo, durante una campaña misionera o un retiro, hacer sonar el despertador a las cinco de la mañana con gran estruendo, levantarse de la cama apresuradamente, abrir la Biblia con mucho ruido y caer aparatosamente sobre tus rodillas, para demostrar a tu compañero de cuarto “poco espiritual” tu propia devoción y causarle una mala conciencia.

Los que de esta manera, u otra parecida, ponen en un escaparate su “devoción”, no deben asombrarse si tarde o temprano le es quitada.

En cuarto lugar: Si puedes, búscate o hazte un lugar donde puedas orar regularmente.

Leemos de nuestro Señor Jesús que tenía la costumbre de retirarse al Monte de los Olivos. A veces, incluso, dormía allí (así leemos en Lucas 21:37), y allí también tenía un sitio determinado donde acostumbraba orar (como vemos en Lucas 22:39 al 40).

Naturalmente, nuestra vida de oración no debe depender de nuestro entorno. No obstante, puede ser de ayuda tener un lugar que nos sea familiar, donde no puedan distraernos el teléfono móvil o fijo, el internet, y los muchos aparatos o circunstancias, para poder hallar la calma interior y exterior, para derramar nuestro corazón ante Dios, o adorarlo.

En mi caso, un viejo sillón de mi suegro en mi cuarto de trabajo es testigo silencioso de mis preocupaciones, alegrías y motivos de oración.

Otros tendrán un rincón familiar en el comedor, en la cocina, en el sótano, en el desván, o en cualquier parte al aire libre, donde tengan su tiempo devocional.

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