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Autor: Ed Hindson y Mark Hitchcock

En este programa escucharemos sobre los extremos teológicos y cómo estos pueden llevar al cambio de opinión de una postura a la otra sin el debido análisis y sin examinar el por qué, cuándo, cómo y qué se cree.


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PE2716- Estudio Bíblico
Hechos y mitos sobre el arrebatamiento (3ª parte)



Los extremos teológicos son en general causados por reacciones exageradas. Una persona acostumbrada a un contexto teológico cambia por completo de punto de vista al encontrarse con una perspectiva diferente. Eso es especialmente cierto en lo que respecta a temas escatológicos. Imagine, por ejemplo, que usted defiende la postura pretribulacionista, es decir, que el arrebatamiento sucede antes de la Tribulación, sin saber el porqué. Luego es desafiado por algunas personas a través de preguntas para las cuales carece de respuestas inmediatas. Falto de sentido crítico y con una actitud ingenua, decide aceptar la postura opuesta. Muchos hacen precisamente eso: cambian de una opinión a otra, sin examinar la postura opuesta de forma detenida. Y así como existen algunos creyentes que cambian de iglesia sin razones sólidas, estos no son capaces de adoptar una nueva visión sin criticar la perspectiva anterior para fundamentar así su decisión.

Cada postura escatológica contiene aspectos que son verdaderos, de otro modo nadie creería en ella. Los pretribulacionistas creen que Jesús puede venir en cualquier momento y se aprontan para su venida. Los que defienden que el arrebatamiento será a mitad o después de la tribulación opinan que tenemos que estar dispuestos a sufrir por nuestra fe antes de su regreso. Los posmilenialistas entienden que deberíamos servir a nuestro Rey y propagar su reino antes de su regreso. Los amilenialistas nos hacen recordar que la escatología, al fin y al cabo, señala al cielo como nuestra meta definitiva.

Al mismo tiempo, cada una de estas perspectivas escatológicas tiene aspectos que llevados a un extremo pueden resultar peligrosos. Una ocupación excesiva en el arrebatamiento pretribulacionista ha llevado a algunos a no hacerse cargo de la realidad social de nuestro tiempo. Algunos de los que defienden que el arrebatamiento será a mitad o después de la tribulación se han ocupado tanto en este concepto que han abandonado la expectativa de la venida de Cristo. Entre los extremistas posmilenialistas se encuentra el dominionismo con su reclamo del “reino ahora”, los cuales han dado a muchos creyentes promesas irreales y una expectativa por alcanzar el éxito y la prosperidad. Algunos amilenialistas están tan enfocados en la espiritualidad celestial que descuidan los asuntos terrenales.

Los peligros de cada una de estas opiniones radican en una visión extrema de cada una de ellas. Toda perspectiva escatológica trata con las verdades bíblicas sobre Israel, la iglesia, el reino de Dios, la segunda venida de Cristo, los juicios, además del cielo y el infierno. Junto a estos conceptos está el arrebatamiento y las preguntas relacionadas a este: cuándo, cómo, por qué y quién.

Han pasado casi 2000 años desde que Jesús prometió como leemos en Juan 14:3: “Vendré otra vez”. Durante la historia eclesiástica, todas las generaciones de creyentes se han atenido a esta promesa. El apóstol Pablo lo llama en su carta a Tito capítulo 2 verso 13 “esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.

Los creyentes reconocen una gran batalla espiritual contra las potestades de las tinieblas en cada uno de los acontecimientos históricos. Dios ha obrado de manera visible en la historia de la humanidad, al igual que lo ha hecho el diablo. La humanidad produce sus santos y sus pecadores. Los ateos consideran que todo esto no es más que un proceso de selección natural. Contrario a esto, los cristianos ven, por encima de la evolución, la soberanía de Dios. El cristianismo comienza con la hipótesis de que Dios obra en la historia de la humanidad. Enseña además que Dios ha intervenido siempre en ella y que lo hará en el futuro.

El secularismo del siglo pasado ha empujado a la humanidad hacia el relativismo, el egocentrismo y el materialismo. Mientras tanto, la sociedad posmoderna ha llegado, en su viaje intelectual, a un punto en el que prefieren quitarse de encima la responsabilidad de las consecuencias de un mundo sin Dios. Pero en lugar de dirigirse a Dios, muchos recurren al misticismo científico, una combinación de trascendentalismo, espiritualismo, psicología transpersonal y globalización.

La necesidad de la gente de una brújula moral los ha llevado a preocuparse por la naturaleza, los animales y los derechos humanos, y a mostrar poco interés en las objetivas verdades bíblicas. En este contexto no nos sorprende que las generaciones más jóvenes tengan pocas ganas de tratar seriamente las afirmaciones objetivas acerca del futuro.

Entretanto, la tormenta que se divisa en el horizonte tiene un aspecto cada vez más funesto. Las tensiones políticas van en aumento. La economía mundial se vuelve cada vez más inestable. Los valores de nuestra sociedad se desintegran. La reorganización de los Estados europeos deja muchas preguntas con respecto al futuro de Europa. El resurgimiento de Rusia como potencia y los conflictos actuales en Oriente Medio nos ponen en estado de alerta, ya que nos recuerdan lo rápido que podría comenzar la marcha hacia el Armagedón.

El mundo occidental se aleja cada vez más de sus raíces bíblicas y toma el mismo camino que Israel en el tiempo de los jueces, donde, como leemos a lo largo de todo el libro “cada uno hacía lo que bien le parecía”. La decadencia de Israel inició con una serie de acomodos espirituales que lo llevaron finalmente a la corrupción moral, lo que trajo como consecuencia una guerra civil. Con el tiempo, la sustancia espiritual, moral y social de la sociedad israelita se fue desintegrando. Los últimos capítulos de Jueces, del 17 al 21 sirven de apéndice para el resto del libro, dejando ver entre bastidores el declive del pueblo en esos días. Se trataba de un tiempo de fracaso espiritual y caos moral que terminó en un conflicto civil. El pueblo que Dios prometió bendecir, se encontraba cerca de la extinción.

No necesitamos mirar demasiado para ver en la actualidad un patrón similar en América y Europa, o en todo el mundo civilizado. La prosperidad material, impulsada por el avance tecnológico, hace que confiemos tanto en nosotros mismos que ya casi no sabemos qué hacer con Dios. Las enseñanzas bíblicas sobre la verdad y la moral son consideradas obsoletas. El pastor y Doctor David Jeremiah, cita en estos tiempos oscuros al gran predicador escocés Duncan Campbell, quien dijo: “En todas partes aumenta la convicción, y sobre todo entre personas pensantes, que sin un avivamiento serán otros poderes los que tomarán el campo, lo que nos hará hundirnos profundamente en el pantano del humanismo y del materialismo”. A continuación, el Dr. Jeremiah agrega: “La buena noticia es que el avivamiento es posible –la historia lo comprueba–”. Después de haber estudiado la historia de los avivamientos que han surgido en Estados Unidos durante los últimos dos siglos, exhorta a los cristianos en la actualidad a orar por un avivamiento. ¡Este es el pensamiento de un pretribulacionista que, aunque cree en el futuro arrebatamiento, no ha abandonado su interés por el mundo actual!

Siempre han existido en las perspectivas proféticas dos extremos opuestos: uno de ellos ve el cumplimiento profético en prácticamente cada uno de los acontecimientos contemporáneos, mientras que el otro, de manera cínica, cierra sus ojos ante cualquier posible cumplimiento. Nosotros creemos que la clave para la correcta interpretación escatológica está en mantener una postura equilibrada, evitando ambos extremos. Las exageradas especulaciones, la fijación de fechas y el procesamiento de datos por medio de complejos cálculos matemáticos han llevado a conclusiones erradas y absurdas, las que a menudo llevan a la gente a abandonar el legítimo estudio de la profecía bíblica. Renunciar al estudio de la profecía significa al mismo tiempo dejar de lado el 25 % del texto bíblico. La Biblia contiene más de mil profecías, de las cuales la mitad se han cumplido. Estas sirven como referencia para entender las predicciones y sus cumplimientos, dejándonos guiar por aquellas profecías que aún están por cumplirse. Cada estudio escatológico debe comenzar con un análisis de todas las Escrituras. En otras palabras, ¡deje que la Biblia hable por sí misma! El apóstol Pedro nos recuerda en su segunda carta capítulo 1 versos 20 y 21 “que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. Si creemos en la inspiración divina de este pasaje, no pasemos por alto sus advertencias y sus promesas.

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