Entendiendo la tartamudez (1ª parte)

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La Ingeniera Forestal, fundadora y presidente de la Asociación Paraguaya de Tartamudez y fundadora del grupo Moisés Cinthia Hieber nos acompaña para compartir con nosotras su testimonio de vida, cómo llegó a conocer al Señor y la forma en la que este suceso cambió el rumbo de su vida.


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EA1088 – Entre Amigas –
Entendiendo la tartamudez (1ª parte)



Entrevista a Cinthia Hieber

Victoria: Queridas amigas, es un gusto compartir con ustedes este espacio de la entrevista. Hoy nos acompaña Cinthia Hieber desde Paraguay, quien nos va a estar contando acerca de su testimonio, acerca de su historia de vida. Les contamos que ella es Ingeniera Forestal, fundadora del grupo Moisés, que es el primer grupo de ayuda mutua para personas con tartamudez en Paraguay, y fundadora y presidente de la Asociación Paraguaya de Tartamudez. Cinthia, muchas gracias por estar con nosotros, te damos la bienvenida.

Cinthia: Muchas gracias por la invitación, es un placer.

Victoria: Bueno, si te parece vamos a comenzar hablando acerca de tu testimonio y tu historia personal. ¿Cómo fue tu infancia, los primeros años, cuando fuiste consciente de la tartamudez? ¿Cómo fue todo el proceso de recibir ayuda por parte de los profesionales o las personas importantes que intervinieron en este proceso?

Cinthia: Bueno, yo ahora tengo 48 años. Hace 42 años atrás, cuando esto empezó, no había mucho conocimiento acerca de la tartamudez. El disparardor, en mi caso, fue el divorcio de mis padres, ahí fue cuando yo empecé a tartamudear. Hoy en día se sabe que no es psicológica la tartamudez, sino que simplemente puede ser disparador un evento traumático en el niño o en personas adultas que da lugar a que esos genes se activen. Porque existen 4 genes identificados de la tartamudez. Entonces yo tengo familiares con tartamudez, y probablemente en mi caso sea algo genético, neurológico.

Cuando empecé a tartamudear lo hice en forma muy severa, yo no podía casi hablar, tenía bloqueos, sin que saliera nada, repeticiones y prolongaciones también, que son las tres características principales de la tartamudez. Yo, sinceramente pensaba que mi vida no tenía futuro, porque pensaba “nunca me voy a casar, ¿quién se va a enamorar de esa forma de mí? ¿Cómo voy a conseguir alguna vez un trabajo? ¿Qué voy a estudiar? Nunca voy a poder trabajar en algo que me rinda mucho porque en todas las áreas hay que hablar, sí o sí. Entonces yo a los 8 años ya tenía pensamientos suicidas, intenté suicidarme en una forma muy tonta por la edad, no tenía el conocimiento para llevarlo a cabo efectivamente, aunque tengo que decir que mucha influencia tuvo la televisión y siempre le recalco a los padres eso, atiendan qué ven sus chicos en la tele porque de ahí me vinieron las ideas, de películas, de cosas que mencionaron. A los 10 años fue mi segundo intento de suicidio, a los 12 de nuevo.

Yo me hacía pasar por muda para que la gente no se diera cuenta de que yo era tartamuda, porque existe un estigma muy marcado aquí, y creo que, en toda Latinoamérica, de que las personas con tartamudez son retrasadas mentalmente. Entonces yo no quería pasar por “estúpida” porque ese es el término que se utiliza muchas veces, entonces prefería que la gente pensara que era muda. Y solía andar con una agendita en la que anotaba todas las cosas. Resulta que a los 13 años me invitan a entrenar con la selección nacional de atletismo. En el colegio siempre traté de ser la mejor alumna, con las mejores notas, en todo lo que hacía trataba de destacarme porque yo quería compensarle mi falla a mi mamá. Quería que ella estuviera orgullosa de mí. Y entonces procuraba, por todos los medios, ser la mejor. Inclusive hasta ahora nos reímos a veces con mis compañeros de colegio porque siempre trataban de copiarle al que le iba mejor, y yo tapaba el examen porque no quería que nadie sacara mejor nota que yo, pero porque yo quería que mi mamá estuviera orgullosa de que yo fui la mejor alumna, la mejor en todo. Entonces bueno, en ese sentido también quiero mencionar que en mi casa nunca se habló del tema de la tartamudez. Sí, mi mamá me envió a una fonoaudióloga, me envió a una psicóloga, pero en esos tiempos no ayudó casi nada. Hoy en día, por lo que recuerdo que me hacía hacer la fonoaudióloga, esos métodos y técnicas que utilizaba ya se consideran arcaicas hoy en día, están descartadas.

Y bueno, a los 13 años, cuando ingresé a la selección nacional de atletismo, llego y estaban ya otros atletas, yo solamente conocía al entrenador que me había invitado a entrenar ahí y llego, y entre los 30 atletas que estaban ahí había ya gente haciendo estiramiento, y veo a un muchacho. ¿Viste cuando tu vista, mirando todo, de repente se clava en una persona y parece que todo el mundo es él nomás? Bueno, en ese momento yo dije “wow, qué muchacho tan hermoso, tan lindo” yo no lo conocía, pero algo adentro mío me dijo que él iba a ser mi esposo. Y yo tenía 13 años, imagínate. Y yo provengo de una religión, a mí me bautizaron de bebé, hice la confirmación y todas esas cuestiones, y yo tenía una tradición, porque en mi familia es tradición ser de esta religión y no tenía relación personal con Dios. Sí creía en Dios, si me preguntabas cuál era mi religión y odecía que era evangélica, te iba a decir eso, pero no tenía una relación personal con Dios, nunca leía, oraba, pero de una forma distinta, cosas como “ay, Señor, si me saco un 5 voy a rezarte 10 padre nuestro”, o cosas así.

Victoria: Claro, una cosa a cambio de la otra.

Cinthia: Sí, entonces esa era mi situación. Yo llegué allí y este muchacho me cautivó, pero dije dentro mío “despertate Cinthia, ese muchacho nunca se va a fijar en vos, vos sos fea, vos sos tartamuda, y no va a suceder”. Él ni me registró tampoco, y en esa época no se estilaba, como hoy en día, que las chicas se les declaran a los muchachos, entonces yo trataba de disimular de todas las formas porque el Señor ya en esa época puso en mí eso que yo cuidaba muchísimo mi reputación. Me era muy importante tener una buena reputación. No la quería a embarrar y yo no iba a manifestar en ninguna forma que ese muchacho me gustaba, para mí siempre era el muchacho el que tenía que declararse y tú te haces la dura, lo haces esperar un poco y después le dices que sí. Imagínate lo baja que estaba mi autoestima que yo pensaba que al primero que se me declarara yo tenía que agarrarle y que sea mi novio y después mi esposo porque quién sabe si venía otro.

Yo pensaba que él nunca se me iba a declarar, que no me tenía que hacer ilusiones ni nada, pero dentro mío tejía igual como unas estrategias y llegué, por ejemplo, a controlar a qué hora él llegaba, porque entrenábamos todos los días, yo venía de un lado de la ciudad y él venía del otro lado, entonces yo siempre llegaba un poco antes pero esperaba a que él llegara y me escondía, entonces cuando él llegaba yo justo llegaba también, qué casualidad, y caminábamos juntos el trayecto que era hasta la pista de atletismo, donde entrenábamos. Además, cada uno de la selección recibía un plan de entrenamiento, y tu sigues tu plan, cada uno sigue su plan y las pruebas son individuales, entonces yo hacía todo, pero controlaba a la distancia cuando él hacía su pausa, entonces justo mi pausa coincidía. Después me di cuenta de que era muy evidente, que siempre mis pausas coincidían con las de él y nadie más coincidía así. Porque había un solo banco en el que te sentabas a descansar, había un solo termo del que todos tomábamos, y así fui tejiendo eso. Hicimos dos viajes a unos sudamericanos de atletismo y yo me subí última al bus que había alquilado la federación para viajar y justo el único lugar libre era al lado de él. Entonces imagínate, todo el viaje de ida y de vuelta juntos, y en los cumpleaños, en las cenas del club en el que estábamos, yo llegaba y todos me hacían lugar para que me sentara al lado de él, yo pensando que era super disimulada.

Este muchacho era muy, muy tímido también. Yo era tímida, pero con todo eso me animaba a hablar y les había contado a dos o tres amigas que yo estaba enamorada de él, pero después a nadie más. Y él un día me habla, yo casi me caigo desmayada de la emoción, y me dice “¿Vos te querés sanar de eso?” Y yo me desanimé de que se había dado cuenta de que yo tenía tartamudez, dije “acá se acabó todo”. Entonces yo le dije que sí, que me quería sanar. Entonces él me dice “yo conozco a alguien que sana eso, si querés te hago una cita”. Era un lunes cuando él me dijo eso, y yo le dije que sí, obvio, que con todas mis fuerzas quería librarme de eso. Entonces al otro día él aparece con un papel que tenía una dirección, una fecha y una hora, y me dijo que tenía que ir ahí y que él me iba a esperar y me iba a acompañar. Entrenamos, no hablamos más nada, y yo le mostré a mi mamá, y ella me dice “pero esta fecha cae domingo, ¿qué médico trabaja un domingo?” Pero ya no me daba para corroborar, yo no tenía su teléfono, no había celular, y ya no teníamos entrenamiento hasta la siguiente semana. Entonces ella me llevó, domingo a las 8 y media de la mañana.

Cuando vamos llegando, veo que encima de donde él estaba dice “Iglesia evangélica”. Y mi mamá se enojó, porque se sintió estafada. A mí no me importaba porque yo, con tal de verle y de estar cerca estaba contenta, entonces entré, y me acuerdo de que me dijo que el Señor que estaba al frente hablando iba a llamar a las personas, al finalizar, a que pasen al frente para que se pudiera orar por sus necesidades. Las personas que estaban enfermas, todos, podían pasar y se iba a orar por sus necesidades. Me dijo que si quería me podía acompañar, yo le dije que no, que iba a pasar sola. Resulta que el pastor que estaba ahí era el papá de él, y él ya le había hablado todo, entonces él le pidió a su papá, porque no se animaba a preguntarme a mí, que él le preguntara si yo conocía a Jesús, si Jesús era mi señor y salvador.

Entonces, cuando yo paso él me pregunta, y yo en mi entendimiento le dije que sí, que yo creía en él, entonces él oró por mí. Recuerdo que me tapó los oídos y oró por mí, y salí, y no pasó absolutamente nada, igual seguí tartamudeando como ametralladora, y eso continuó. Pero a las pocas semanas, Humberto, así se llama este muchacho, se me declara. Se me declaró en la parada del ómnibus cuando salimos de entrenar, y cuando él me pregunta si yo quería ser su novia, yo le respondí que lo iba a pensar. Entonces fui a mi casa y le conté a mi mamá, y resulta que mi mamá había contratado a un detective privado, pero no me había dicho nada a mí, porque era muy desconfiada. A la semana le respondí, le dije que sí, que quería ser su novia, pero en el trascurso de los siguientes tres años más o menos, yo me volví atea, y mamá recibía de regalo siempre unos libros esotéricos que una amiga le regalaba, y a mi mamá no le gustaba tanto leer, entonces me los regalaba a mí y yo me tragaba los libros. Me encantaba leer.

Entonces, en el proceso de leer esos libros sobre metafísica y cosas así, me volví atea. Además, recordá que era buena estudiante, entonces yo razonaba todo con la ciencia, la biología, y yo decía que no existía Dios. Entonces él, pobrecito, tuvo un conflicto tremendo porque él era hijo de pastor, una persona muy consagrada a Dios ya era maestro de la escuela dominical, de adolescentes, era una persona muy madura para su edad, él es 4 años mayor que yo. Entonces entró en un conflicto porque yo era su primera novia, él era mi primer novio, y él se puso de novio conmigo en forma seria, él pensaba casarse conmigo, no era como para estar probando ni nada porque él era serio. Entonces se desesperó, porque no podía casarse con una persona que no era de la misma fe, pero estaba ya enamorado de mí, y yo ya era su novia, entonces me predicaba constantemente, al pobre le salieron cayos en las rodillas de tanto orar por mí. Pero yo insistía, y discutíamos, él desesperado ya, hasta que un día me dice “bueno, si no crees en Él, pedile a Dios que Él mismo te confirme que Él existe, que Él te demuestre su existencia”. Entonces dije bueno, voy a pensarlo y voy a ver qué hago.

Resulta que yo en ese tiempo estaba terminando el colegio y aún no me había decido qué iba a estudiar. Una persona muy cercana me había preguntado qué quería estudiar, y yo le dije una carrera que me gustaba mucho, me encantaba, y es la misma carrera que tiene esta persona. Entonces me dijo “pero Cinthia, en esa profesión se habla mucho, se tiene que hablar con mucha gente, y vos no podés hablar, no te conviene”. Yo, hoy en día, entiendo que quiso protegerme, que no me fuera más difícil aún la vida, pero en ese momento eso me tumbó, me derribó, me dejó por el suelo. No quise vivir más y dije no, para qué vivir. Después de eso resulta que dije “bueno, voy a estudiar algo en lo que no tenga que hablar con nadie”. Con Humberto, que era mi novio en ese momento, fui a la universidad nacional, que era la única que estaba contemplada porque no teníamos dinero como para pagar una privada, así que fui a esa, recorrimos todas las diferentes carreras y yo me decidí por ingeniería forestal. Me gustó porque dije “voy a estar en el bosque, voy a estar con los árboles y no voy a tener que hablar con nadie” que no es así, obviamente hay que hablar con gente, proponer tu idea, tu proyecto, todo eso, pero bueno. El cursillo de ingreso ya había empezado en julio, y como es la universidad nacional y es gratuita es difícil ingresar, así que en un primer lugar había decidido espera hasta el siguiente junio para comenzar, pero Humberto me animó a iniciarlo ya, Era 31 de diciembre cuando me decidí estudiar eso, y el primer examen ya era el 2 de febrero, o sea, tenía apenas un mes para prepararme, y eran 5 exámenes que uno rinde día por medio y los 100 puntajes más altos ingresaban.

Entonces él me desafía y me dice que lo pruebe, y yo dije bueno, esta es mi oportunidad, no sé cómo se me ocurrió eso, pero yo dije “Dios, si tú realmente existes, voy a prepararme, voy a estudiar intensamente, y si yo ingreso, pero no solo eso, quiero ser la mejor ingresante, con la puntuación más alta. Si yo ingreso como mejor ingresante, entonces voy a entregar mi corazón a tu hijo Jesús”. Eso dije, hoy en día digo qué loca, pedir semejante cosa. Pero bueno, hice todo, estudié, me esforcé, y al final fui la mejor ingresante, tuve el puntaje más alto. Así que, en un principio, como a regañadientes, porque no lo podía creer, de verdad, hice esa oración de fe, y en un trascurso de dos años, que yo tenía 18 años cuando ingresé a la facultad, y hasta mis 20 años aproximadamente, tuve una mejora en mi habla de un 80%. O sea, de un 5% de fluidez, que era antes, desde mi niñez, que yo para una oración de 5 palabras te tardaba un minuto, pero a los 20 años ya hablaba como hablo ahora, que de repente me trabo algunas veces más y algunas menos porque la tartamudez es cíclica, hay semanas en las que estoy muy tartamuda y hay otras en las que no, tengo una racha, pero era impresionante el cambio que había hecho en esos dos años.

Victoria: Muy bien, Cinthia, por el programa de hoy vamos a terminar, pero te invitamos a acompañarnos en el próximo programa para seguir conversando acerca de este tema y las invitamos a ustedes, queridas amigas, a que nos acompañen. ¡Las esperamos!

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