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Autor: Esteban Beitze

Ya sea en lo personal o en tu iglesia, ¡empieza a clamar a Dios buscando Su gloria! Tu vida va a cambiar de tal forma que también dirás: “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!”


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PE2798- Estudio Bíblico
Elías: La tercera oración (19ª parte)



La tercera oración

Hola, queridos hermanos. Estamos estudiando las oraciones del profeta Elías. En la Biblia encontramos 4 de ellas y ya estuvimos analizando dos de ellas: la primera, respecto a la lluvia, la segunda en relación con la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta. Ahora llegamos a la tercera oración, que encontramos en 1ª Reyes 18:36-38.

Llegó un momento crucial en el ministerio de Elías. Él se encontraba solo frente al rey, al pueblo y centenares de los sacerdotes idólatras, todos ellos sus acérrimos enemigos. Él había hecho un drástico llamado al arrepentimiento, diciendo: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”. Luego reta a los sacerdotes de Baal a que hagan un sacrificio, e hizo un reto impresionante que leemos en el versículo 24: “Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios”. Y todo el pueblo respondió, diciendo: “Bien dicho”. Querían observar esta confrontación entre dioses y sus profetas. ¿Quién saldría airoso? ¿A quién convenía seguir? Sabemos cómo siguió la historia. Los sacerdotes de Baal hicieron su altar con el animal encima, y estuvieron gritando y clamando a su dios todo el día hasta la tarde sin resultado. Pero luego le toca el turno a Elías. ¿Qué pasaría? ¿Alcanzaría su fe para que sucediera esto tan osado que había anticipado? ¿Qué pasaría si no sucediera? ¿No quedaría desacreditado él y su Dios?

En este momento tan candente, Elías hace una oración maravillosa que encontramos en 1ª Reyes 18:36-38: “Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja”.

Es realmente impresionante este relato, siempre me encanta leerlo. Acá, volviendo al tema de la oración, podemos observar preciosas características que deberíamos aplicar también para nuestra vida.

  • En primer lugar, vemos que oró en el momento oportuno. Fue la hora que normalmente se ofrecía el holocausto de la tarde en el templo, pero este lugar y momento hacía mucho que habían sido tomado por los ídolos. También hoy hay muchas cosas que ocupan el lugar y el momento que debería ocupar la oración. A veces es el sueño, otras veces las redes sociales, series, pasatiempos, deportes, etc. Empezamos y terminamos nuestro día metidos en muchas actividades, pero sin haberle dado lugar a un buen tiempo de oración. ¿Qué sucede entonces? Nuestra vida se vuelve histérica, pero estéril. Corremos alrededor de cosas sin sentido y a veces hasta pecaminosas. Terminamos lastimándonos a nosotros o a otros; gritamos por auxilio en el lugar equivocado y terminamos desfalleciendo porque no hay respuesta. Si esta es tu realidad, querido oyente, vuelve al Señor. Vuelve a darle el lugar que le corresponde. Acude al Señor.
  • Elías se dirigió al único que lo podía hacer. Allí dice que acudió a “Jehová”. Como ya vimos, Él cuyo nombre significa “yo soy el que soy, el eterno, todopoderoso”, a ese Dios Elías volvió a clamar. Como dice una preciosa canción: “¿A quién iré en necesidad, a quién iré en busca de paz, y quién podrá mi vida saciar de verdad? ¿Quién más tendrá de mi compasión y entenderá mi corazón? ¿Quién cambiará mi eternidad sino tú, Jesús? Cristo, ¿adónde más podría ir…” Acudamos al Señor.
  • Elías también oró por la restauración, y para ello también se basó en un Dios vivo al recordar que el Dios a quién oraba también había sido el Dios de los patriarcas Abraham, Isaac e Israel (otro nombre para Jacob). Este era un Dios de vivos, aunque ya habían fallecido hace mucho. Así lo habría de señalar Jesús siglos más tarde: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (Mt.22:32). Para que pueda haber un avivamiento de verdad, una renovación sincera, sólo se puede basar en alguien o algo que tiene vida en sí mismo como es el Señor y Su Palabra.
  • Otra característica es que Al nombrar al “Dios de Abraham, de Isaac y de Israel” el profeta se basó también en el pacto, en las promesas de Dios con su pueblo. Las promesas del Señor siempre “sí y amén en Él”. Aferrémonos de sus promesas.
  • Elías buscó únicamente la honra de Dios, pues ora: “sea manifiesto que tú eres Dios en Israel”. Y un poco más adelante dice: “para que conozca este pueblo, que tú oh Jehová, eres el Dios”. ¿Cuántas veces, cuando oramos, nuestra motivación no es la adecuada? Lo decía también Santiago 4:3: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Elías, en cambio, buscaba la gloria de Dios con su petición. Cuando oramos de esta forma, cuando esta es realmente nuestra motivación, Dios es honrado. Por lo tanto, habremos de recibir lo que pedimos.
  • Otra característica es que oró con humildad. Lo vemos al decir: “yo soy tu siervo”. ¡Qué preciosa realidad en la vida de Elías! Él vivía en absoluta sujeción a su Dios. No es de asombrar, entonces, que Dios haya escuchado esta oración.
  • También oró basándose en la Palabra de Dios para hacer lo que lo que hizo. Vemos esto al enfatizar: “…por mandato tuyo he hecho todas estas cosas”. En otras palabras, era una persona que vivía en obediencia a Dios, por lo que también podía esperar la contestación afirmativa de Él. Estaba orando absolutamente de acuerdo con la voluntad de Dios. Es lógico que entonces Dios actúa.
  • Una última característica de esta oración es que buscaba algo que agrada a Dios, y esto era la restauración del pueblo, el avivamiento. Él pedía: “que tú vuelves a ti el corazón de ellos”.

Bien sabemos qué le siguió a esta oración tan especial. En 1ª Reyes 18:38 dice “Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja”. Y el resultado fue impresionante: “Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (18:39). ¡Cuántas casos conocemos de hermanos en la fe que se han enfriado o incluso apartado de los caminos del Señor! Quizás, querido oyente, has pasado o incluso te encuentras en una situación similar. La forma más eficaz para lograr que alguien vuelva al Señor o que uno mismo regrese es buscar la profunda comunión con Dios en oración. Todos los orígenes de los avivamientos tienen su comienzo en un regreso a la Palabra de Dios y a la oración, a la comunión con Él. Entonces te pregunto, ¿te falta una renovación, un avivamiento? Ya sea en lo personal o en tu iglesia, ¡empieza a clamar a Dios buscando Su gloria! Tu vida va a cambiar de tal forma que también dirás: “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!”. Que así sea, y que Dios nos ayude en ello. Amén.

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