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Autor: Esteban Beitze

Querido oyente, no sé en qué situación te encontrarás o a qué situación estarás expuesto. Quizás este mundo te ponga esté poniendo a prueba en cuanto a aceptar sus propuestas en contra de lo que Dios espera de tu vida. Allí la decisión muchas veces no será fácil. Dios te invita a tomar la decisión apropiada.


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PE2802- Estudio Bíblico
Elías: Enfrentando la corrupción (23ª parte)



Enfrentando la corrupción

¿Qué tal, queridos hermanos? Vamos a seguir nuestro estudio de la vida del profeta Elías. En este caso llegamos a una historia muy triste que encontramos en 1ª Reyes 21. Aquí vemos al profeta Elías enfrentando la corrupción:

Pasadas estas cosas, aconteció que Nabot de Jezreel tenía allí una viña junto al palacio de Acab rey de Samaria. Y Acab habló a Nabot, diciendo: Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que esta; o si mejor te pareciere, te pagaré su valor en dinero. Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres. Y vino Acab a su casa triste y enojado, por la palabra que Nabot de Jezreel le había respondido, diciendo: No te daré la heredad de mis padres. Y se acostó en su cama, y volvió su rostro, y no comió. Vino a él su mujer Jezabel, y le dijo: ¿Por qué está tan decaído tu espíritu, y no comes? El respondió: Porque hablé con Nabot de Jezreel, y le dije que me diera su viña por dinero, o que si más quería, le daría otra viña por ella; y él respondió: Yo no te daré mi viña.

Y su mujer Jezabel le dijo: ¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y come y alégrate; yo te daré la viña de Nabot de Jezreel. Entonces ella escribió cartas en nombre de Acab, y las selló con su anillo, y las envió a los ancianos y a los principales que moraban en la ciudad con Nabot. Y las cartas que escribió decían así: Proclamad ayuno, y poned a Nabot delante del pueblo; y poned a dos hombres perversos delante de él, que atestigüen contra él y digan: Tú has blasfemado a Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera. Y los de su ciudad, los ancianos y los principales que moraban en su ciudad, hicieron como Jezabel les mandó, conforme a lo escrito en las cartas que ella les había enviado. Y promulgaron ayuno, y pusieron a Nabot delante del pueblo.

Vinieron entonces dos hombres perversos, y se sentaron delante de él; y aquellos hombres perversos atestiguaron contra Nabot delante del pueblo, diciendo: Nabot ha blasfemado a Dios y al rey. Y lo llevaron fuera de la ciudad y lo apedrearon, y murió. Después enviaron a decir a Jezabel: Nabot ha sido apedreado y ha muerto. Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Acab: Levántate y toma la viña de Nabot de Jezreel, que no te la quiso dar por dinero; porque Nabot no vive, sino que ha muerto”.

En primer lugar, quisiera enfocar nuestra mirada en Nabot, un hombre justo. ¿Cómo podemos afirmar esto? Bueno, vemos que frente al ofrecimiento del rey de querer comprar su viña para transformarla en un huerto de legumbre, este hombre no quiere desobedecer un mandamiento divino, a pesar del poder del rey y el peligro que conllevaba llevarle la contra, y las propuestas tentadoras que le había hecho. Esto lo podemos comparar con Levítico 25:23, o Números 36:7, donde Dios dice explícitamente que la heredad de cada uno en Israel no debería ser pasada a otro, sino que tenía que quedar en la familia. Ahora, el pobre hombre estaba puesto en una gran disyuntiva. Tenía que elegir entre agradar y obedecer al rey Acab, su vecino, u obedecer al Rey de reyes, al Señor mismo, que había prohibido hacer esto. Si obedecía a Acab, podría contar con un buen negocio, el beneplácito del rey y cierta honra. Pero en cambio, si le llevaba la contra, esto ropería su relación de vecinos, y lo que era peor, podía caer en desgracia y poner en peligro su vida.

Muchas veces a lo largo de nuestra vida tendremos que elegir entre un beneficio personal y la obediencia a Dios. Tenemos varios ejemplos en la Biblia: Daniel y sus tres amigos respecto a la comida del rey, la adoración de la estatua y la oración sólo al rey. Tenemos también a Pedro y Juan cuando el sanedrín les prohibió hablar de Jesús, y ellos dijeron que era más importante obedecer a Dios que a los hombres. Habrá momentos en los cuales tendremos que elegir a quién le damos la honra, a quién obedecemos o a quién le damos la prioridad. Nabot eligió la correcta.

Ahora, ¿cuál fue la consecuencia? Fue calumniado. Dicen los versículo 12 y 13: “Y promulgaron ayuno, y pusieron a Nabot delante del pueblo. Vinieron entonces dos hombres perversos, y se sentaron delante de él; y aquellos hombres perversos atestiguaron contra Nabot delante del pueblo, diciendo: Nabot ha blasfemado a Dios y al rey. Y lo llevaron fuera de la ciudad y lo apedrearon, y murió”.

Al ver este caso uno podría decir que realmente no conviene ser fiel al Señor, porque el malo se sale con la suya y el justo salió perdedor y, para colmo, muerto. Pero siempre tenemos ver el final de cada uno de estos caminos. El salmista Asaf estuvo en la misma disyuntiva al ver la prosperidad de los impíos (Sl.73), pero escribe como conclusión: “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores” (vs.17-19).

Y luego sigue mostrando la realidad de los que siguen al Señor aún en medio de dificultades: “Me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Vs.23-26). Nabot había hecho esta propuesta para su vida también. Aunque exteriormente podía desfallecer, la roca en la cual él había puesto su confianza era Dios. En Él confiaba, a Él seguía y por Él al final murió. Pero sin lugar a duda tuvo su recompensa en los cielos. Y este salmo termina con una advertencia final que también podemos aplicar a nuestra vida, frente a situaciones en las cuales tenemos que elegir entre lo que nos conviene, humanamente hablando o materialmente visto, en contraposición a lo que Dios espera de nosotros. Allí dice: “Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú destruirás a todo aquel que ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas sus obras” (vs.27,28).

Querido oyente, no sé en qué situación te encontrarás o a qué situación estarás expuesto. Quizás este mundo te ponga esté poniendo a prueba en cuanto a aceptar sus propuestas en contra de lo que Dios espera de tu vida. Allí la decisión muchas veces no será fácil. La conveniencia del momento, sea material, sea por cuestión de perder o mantener amistades, quizás hasta tenga que ver con poner en riesgo la vida, como fue el caso de Daniel y sus tres amigos, como fue el caso de Pedro y Juan, y tantos otros creyentes que, por amor a Cristo, por amor a Dios, incluso estuvieron dispuestos a entregar sus vidas. ¿Valió la pena? Sí, valió la pena. Ellos ahora tienen la recompensa frente a Dios. La tendrán por la eternidad. Pero aquellos que fallaron, aquellos que negaron al Señor, después salen llorando amargamente las consecuencias de sus malas decisiones. Entonces si tienes que elegir entre obedecer a Dios, su Palabra, ponerla como prioridad en tu vida frente a propuestas indecentes, inmorales, o enfocadas a lo material de este mundo, Dios te invita a tomar la decisión apropiada. Nabot la tomó, y esto le costó la vida. Pero hoy lo tenemos como un hombre justo. Ese es el legado. ¿Qué legado queremos dejar nosotros? Y, sobre todo, ¿tendremos el reconocimiento de Dios respecto a las decisiones que tomamos? Tomemos la decisión correcta. Que Dios nos ayude en ello. Amén.

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