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Autor: Freddy Peter

La Biblia nos enseña que Dios quiere tener una relación personal con cada persona que acepta el sacrificio de Jesucristo por sus pecados. Pero ¿cómo es posible esa relación sin comunicación? ¿Cómo habla, muestra, revela Dios? En esta serie hablaremos de estos aspectos de Dios y de la persona de Dios envuelta en esta tarea.


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PE2673- Estudio Bíblico
El Señor me mostró (3ª parte)



La última pregunta que queremos hacer respecto a cómo Dios habla y a la obra del Espíritu Santo en la vida del creyente es la siguiente: ¿Cómo es posible experimentar su guía e instrucción?

La gran confusión actual en cuanto a la obra y persona del Espíritu Santo es el resultado de una falsa comprensión de su ministerio. El Espíritu Santo actúa como el Espíritu de adopción, recibiéndonos como hijos. Pablo lo dice de esta manera en Romanos 8:15: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”. En la antigüedad resultaba un privilegio que alguien fuera elegido como hijo. Por ejemplo, en la cultura romana, cuando se adoptaba a una persona, esta perdía todos los derechos y deberes hacia su antigua familia, a cambio, recibía todos los derechos y privilegios de la nueva. Esto es exactamente lo que sucede cuando somos adoptados por Dios a través del nuevo nacimiento.

El teólogo James Packer escribió lo siguiente: “El reconocimiento de que el Espíritu nos viene como Espíritu de adopción constituye el pensamiento clave para descubrir todo lo que el Nuevo Testamento nos explica en cuanto a su ministerio para con el cristiano. Desde el punto de mira que nos proporciona este pensamiento central, vemos que la obra del Espíritu tiene tres aspectos. En primer lugar, nos hace y nos mantiene conscientes de que somos hijos de Dios por pura gracia mediante Cristo Jesús. Esta es la obra que consiste en darnos fe, seguridad, y gozo. En segundo lugar, nos ayuda ver a Dios como un padre y a mostrar hacia él esa confianza respetuosa e ilimitada que es natural en hijos que se sienten seguros en el amor de un padre al que adoran. Esta es la obra que consiste en hacemos exclamar “Abba, Padre”. En tercer lugar, nos impulsa a actuar de conformidad con nuestra posición como hijos de la realeza, manifestando la semejanza de familia, y promoviendo el honor de la familia.

Esta es la obra de santificación. De modo que no es cuando nos esforzamos por sentir cosas o tener experiencias, de cualquier tipo, que la realidad del ministerio del Espíritu se hace visible en nuestra vida, sino cuando buscamos a Dios mismo, buscándolo como nuestro Padre, atesorando su comunión, y descubriendo en nosotros mismos un creciente deseo de conocerlo y serle agradables. Este es el conocimiento que tanto necesitamos para salir del atolladero de los conceptos no espirituales sobre el Espíritu, atolladero en el que tantas personas se encuentran envueltas en el día de hoy”.

Estos pensamientos de James Packer ayudan a entender mejor Romanos 8:14 que dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”. La guía espiritual también es pasiva. No nos auto guiamos, sino que los hijos de Dios son guiados por él. Podemos encontrar además otro aspecto de la guía del Espíritu en 2 Corintios 3:17 donde leemos: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. ¡Nada de ser obligado! ¡Nada de esclavitud! El Espíritu Santo nos guía en diferentes formas. Lo hace como un maestro que guía a sus alumnos. Como un capitán que dirige su barco a puerto seguro. Y como un pastor a sus ovejas. Apreciamos en este ejemplo último ¡el mismo carácter del Señor Jesús! Él guía nuestro camino hacia el hogar celestial. No con violencia, sino por medio de la persuasión, amonestándonos y atrayéndonos con cuerdas de amor. Por supuesto, el impulso del Espíritu en nosotros puede ser fuerte, pero nunca compulsivo o dominante, como es característico de algunas religiones, pero no del Dios vivo.

No nos guía como prisioneros encadenados, sino como liberados; no somos arreados como bestias, sino guiados como personas dotadas de razón. Su guía es por medio de la iluminación de nuestro entendimiento y la motivación de nuestra voluntad. En Juan 14:21 Jesús dice: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Esta manifestación de Jesús es obra del Espíritu Santo. Hay dos asuntos aquí que llaman nuestra atención: Primero, están involucradas en este proceso las tres personas de la Trinidad. En segundo lugar, los mandamientos, es decir, la Palabra de Dios, juega un papel clave y absoluto en la guía de Dios. Me gustaría subrayar esto de forma rotunda: no existe una guía interior del Espíritu Santo independiente de la Palabra escrita. Él es, como leemos en Juan 14:17 el Espíritu de verdad, que como dice Efesios 1:13 inspiró la Palabra de verdad y, por lo tanto, Juan 16:13 dice que nos guiará a toda la verdad.

¿Cómo podría el Espíritu desviarse de la Palabra? Es imposible. ¡Este es un principio de suma importancia para entender la guía del Espíritu! Por este motivo, Pablo en Efesios 1:18 ora por el alumbramiento de los ojos del entendimiento, en lugar de hacerlo por ostentosas señales y milagros increíbles. Y esta iluminación es dada por el Espíritu de entendimiento. Eres una criatura racional creada por Dios. Es por eso que antes que nada te muestra el camino a través del entendimiento intelectual, seguido por la puesta en práctica de su Palabra. El Espíritu de Dios te guía basado tan solo en la Palabra de Dios. ¡Nunca lo hará de otra manera!

La Palabra tiene que llenar tu corazón mediante el Espíritu. Es a ella a la que debes atenerte. Sí, el Espíritu sopla como quiere, como leemos en Juan 3:8, pero tan solo dentro de los límites de la Palabra de Dios. Solo si comparas tu voz interior con la Biblia, puedes reconocer si la primera proviene del Espíritu Santo. A través de las Escrituras sabes si las convicciones y los anhelos de tu corazón pertenecen en realidad al Espíritu. Y así estarás protegido de tu propia fantasía e imaginación, o todavía peor, de la seducción de un espíritu falso. Por el conocimiento de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo conduce en la actualidad a cada uno de los hijos de Dios; con impulsos y deseos conformes a las Escrituras.

Habiendo entendido esto veamos algunas prácticas saludables para todo creyente como, leer más la Biblia y orar por las personas que Dios pone en el corazón. Compartir con los hermanos en necesidad, tener una palabra para aquel que la necesite y hacer alguna visita. ¡Pero no por obligación! Por supuesto, debemos decir que el Espíritu Santo nos guía también a través de las circunstancias: cierra y abre puertas. ¿Entiendes lo importante que es conocer la Biblia?; ¿qué importancia tiene el discernimiento? Si esperamos, sin conocimiento de las Escrituras, que el Espíritu Santo nos guíe, entonces abrimos un abanico de decisiones y experiencias no bíblicas.

¿Cómo puedes experimentar la plenitud y el poder del Espíritu? ¿Cómo obtienes apoyo, consuelo, dirección, ayuda, salvación, liberación, entendimiento, firmeza, gozo, paz y sabiduría? Por el Espíritu, ¿no es cierto? Bien, pues todas estas expresiones están descritas en el salmo 119 como maravillosos efectos de la Palabra de Dios. Estar llenos del Espíritu va de la mano con estar llenos de la Palabra. Así que no busques experiencias místicas, sino haz como el salmista, el cual exclama en Salmos 119:97: “Oh, ¡cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”.

Haciendo esto sometes tu corazón, pensamientos, sentimientos, deseos, voluntad y acciones al Señor. Entonces el Espíritu Santo hará que te extiendas hacia aquello que leíste y entendiste de la Biblia, dejándote moldear por ella y obedeciendo sus directrices. Este proceso es llamado en la Biblia santificación. Este es el resultado de la fe y la obediencia. Pablo dijo en 1 Tesalonicenses 2:13: “[…] la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes”.

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