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Un estudio detallado sobre las principales enseñanzas del emblemático Salmo 23.


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PE24134 – Estudio Bíblico
El Señor es mi pastor (1ª parte)


 


Amigo, ¿recuerda usted el Salmo 23? ¡Quizá hasta se lo sabe de memoria! Pero para aquellos que no lo han escuchado nunca o quizá no lo recuerdan bien, lo compartiré a continuación: “Salmo de David. Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”.

Este salmo número 23 es seguramente el más conocido y más famoso de todos. Y cuando David usó en él la imagen de un pastor que pastorea sus ovejas, sabía de qué hablaba, pues él mismo era pastor de ovejas. Cuando el profeta Samuel quiso ungir como rey al joven David, tuvieron que ir a buscarlo de donde pacían las ovejas. 1 Samuel 16 relata de la siguiente manera: “Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí”. En este mismo contexto el Salmo 78:70-71 nos dice: “Eligió a David su siervo, y lo tomó de las majadas de las ovejas; de tras las paridas lo trajo, para que apacentase a Jacob su pueblo, y a Israel su heredad.” La Biblia no nos dice si David compuso este maravilloso Salmo 23 cuando estaba pastoreando las ovejas. Pero sí es cierto que, como pastor, siempre estaba ocupado en cosas como pastos verdes, agua fresca, vara y cayado.

Ya desde el comienzo, en el versículo 1 tenemos un grandioso testimonio de David: “Jehová es mi pastor…”. ¿Quién es el pastor de David? ¡El Señor! Pero a veces olvidamos que Jesucristo no solamente es nuestro Pastor, sino también nuestro Señor. Él nos compró por el alto precio de Su sangre. Nos gusta la idea de que Él, como buen Pastor, tenga Su mano protectora extendida sobre nosotros y día y noche y nos guíe. Pero no siempre nos viene bien que Él como Señor también dirija cada área de nuestra vida. Es verdad que un pastor cuida y protege a su rebaño y guía a sus ovejas con mucho sacrificio personal y paciencia, pero también espera que sus ovejas le sigan y le obedezcan. Lo mismo pasa en el discipulado de Jesús. Esto se desprende claramente de Sus palabras de Juan 10, donde el Señor habla de Su maravillosa protección en el verso 11: “Yo soy el buen pastor”, de Su omnisciencia en el verso 14: “y conozco mis ovejas”, y también de la obediencia en el verdadero discipulado en los versos 3 y 4: “A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”. Ahora pensemos, ¿esto funciona así en la Iglesia de Jesús en el mundo entero? Lamentablemente no. Hay muchas ovejas que de vez en cuando se desvían del camino. Pero cuando un hijo de Dios se da cuenta de que perdió el camino (ya sea por pensamientos o hechos pecaminosos u omisiones) hay una única solución: volver lo más rápido posible al buen Pastor, el Señor Jesús, y confesarle el o los pecados, para que Su sangre pueda limpiarlo.

En la antigüedad, Dios, el Señor, tuvo que decir con tristeza acerca de Su pueblo Israel en Jeremías 50:6, “ovejas perdidas fueron mi pueblo”, y en Ezequiel 34, “… andan errantes… Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes…”. ¿Por qué estas palabras tan duras? ¿Por qué anduvo perdido el pueblo en aquel entonces? Porque había dejado a su Señor y por eso no tenía más un verdadero pastor. Y lo mismo ocurre también en el día de hoy: Donde no se acepta verdaderamente el señorío de Dios en todas las áreas de la vida, no es de asombrar la dolorosa falta del buen Pastor. Cuando el Salvador estuvo en la tierra y vio a Su pueblo Israel, se entristeció mucho: “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”, leemos en Mateo 9:36. ¿Por qué las ovejas de Israel andaban tan “desamparadas y dispersas” cuando Jesús vino por primera vez? Porque habían sido infieles a su Señor y, por lo tanto, no tenían más Pastor. La conclusión de esto, amigo, es que quien niega al Señor, pierde al Pastor. Si tú, en tu vida de fe, haces una fatal separación entre el Pastor Jesús y el Señor Jesús, si amas al Pastor pero te resistes al Señor, entonces no te asombres cuando finalmente también pierdas Su protección y cuidado. Pues tu buen Pastor también quiere ser tu Señor; no podemos separarlos en nuestra vida de fe.

El Señor nos explica claramente esta verdad espiritual, al decir en Juan 15:15: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. Esto es un motivo de gran alegría para nosotros. Pero no podemos ser “amigos” del Señor así no más, sino solamente cuando Le obedecemos: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” expresa en el versículo 14. Allí también encontramos la clave para la promesa del versículo 15, donde nos llama Sus amigos. Por lo tanto, vemos que Jesús no es solamente el buen Pastor, que pastorea Sus ovejas en delicados pastos y los lleva a aguas refrescantes, sino que también es el Señor, que exige entrega y obediencia de los suyos. Hoy en día se predica mucho acerca del amor y de la misericordia de Dios, y de Su disposición a perdonar, y se hace con toda razón. Sin embargo, ésta es solo una cara del Evangelio. Pues la Escritura no solamente dice: “Dios es amor” sino también: “El es Jehová nuestro Dios; en toda la tierra están sus juicios”, como dice el Salmo 105.

Si perteneces al rebaño de Cristo, si has sido comprado por el alto precio de la sangre de Jesús y has llegado a ser Su propiedad, te hago una pregunta muy seria: ¿Es el buen Pastor, también el Señor de tu vida? ¿Es Él el Señor de tu familia, el Señor de tu matrimonio, de tu tiempo, de tu trabajo, de tu dinero, de tu auto, de tu cuerpo y el Señor en todas tus decisiones? ¿Sí? Entonces Jesucristo, el buen Pastor, en quien “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, también es tu Señor. Y entonces puede decir confiadamente, como David: “El Señor es mi Pastor.”

Antes de concluir con el programa de hoy, quisiera dar un vistazo al primer versículo de este Salmo 23, que termina con la frase “nada me faltará”. ¿A quién no le faltará nada? Al cristiano renacido, para el cual el buen Pastor es al mismo tiempo también su Señor. Y en este contexto es muy revelador también lo que dice el Salmo 34:9-10: “Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen. Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien”. Por eso: ¡ponte bajo el cuidado de tu buen Pastor, y sé sumiso a tu Señor! De esta manera se cumplirá lo que dice en Filipenses 4:19: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.

Ahora, amigo, la pregunta más importante es si es usted ya es un cristiano renacido. Porque si no, nada de lo que hemos estado conversando tiene sentido. ¿Es Jesús su pastor y señor? Déjeme decirle que si aún no ha tomado la decisión de poner su fe en Cristo, usted está separado de Dios por su pecado. Pero si quiere ser perdonado y quiere que el Señor sea su pastor y padre, es necesario que haga como indica Romanos 10:9: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Esta es la clave amigo, reciba a Jesús como su señor y salvador, creyendo en el sacrificio que el hizo por nosotros en la cruz; confiese su pecado y comience una vida nueva, formando parte del hermoso rebaño que es la iglesia de Dios.


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