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Autor: William MacDonald

La asamblea en el Nuevo Testamento, un tema que está muy en el corazón de Dios y ciertamente es de suma importancia para el Señor Jesucristo. Hemos visto que Cristo es la Cabeza de la Iglesia. Los creyentes somos miembros de Su cuerpo. Todos tenemos dones. Y ahora queremos resaltar que todos los creyentes son sacerdotes. Sacerdotes santos. Sacerdotes reales.


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PE2304 – Estudio Bíblico
El Plan de Cristo para la Iglesia – III (2ª parte)



Amigos, ¿cómo están? Habíamos visto que en 1 Pedro 2:9 dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.

Claramente se habla aquí del sacerdocio. Todos los creyentes son sacerdotes.

Sin embargo, habíamos dicho que existen controles sobre el sacerdocio en el Nuevo Testamento. Y que hoy los íbamos a mencionar.

Podemos verlos fácilmente en 1 Corintios 14. Existían controles aplicados a las vidas de quienes quisieran ponerse en pie y hablar en lenguas en los primeros días de la Iglesia.

El primer control es que no se prohíba hablar en lenguas. El segundo es que si un hombre habla en lenguas, debe haber quién interprete. El siguiente es que no más de tres pueden hablar en lenguas en una reunión. Uno más es que todo lo que digan debe ser de edificación. Y, por último, que todo debe hacerse decentemente y en orden. Esto es en la reunión de la iglesia.

A propósito, si dichos controles se siguieran estrictamente hoy en día, probablemente no tendríamos el movimiento de las lenguas. Mas, éstos son controles del Espíritu Santo. Pablo nunca habla en contra de las lenguas en la Palabra de Dios, pero sí habla del abuso de las lenguas. Debido a este terrible abuso, Pablo enumera, guiado por el Espíritu de Dios, estos controles sobre el uso de las lenguas.

Existen otros. En 1 Timoteo 2:1 y 8, por ejemplo, hay controles sobre el sacerdocio de una persona.

“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres… Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda”.

En otras palabras, cuando una persona se pone en pie y dirige a la congregación en oración, su vida es importante. Debería ser una vida de santidad la que ofrece esas oraciones al Señor.

Cambiando de tema, veremos ahora el sistema clerical. Esto probablemente sea difícil para la gente de hoy en día, ya que por cientos de años la Iglesia ha conocido un sistema clerical en el cual un hombre dirige la congregación. La idea del clero y los laicos es un tema desconocido en cuanto a lo que el Nuevo Testamento se refiere. No era así en los primeros días de la Iglesia. Eso no se implementó hasta la segunda o tercera generación en la historia de la Iglesia. Y ha quedado con nosotros desde ese entonces.

Cuando Pablo les escribió a los creyentes en Filipos, dijo: “a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos”. Ya vimos esto previamente. Pablo se dirigió a los santos, a los ancianos y a los diáconos. No dijo “al pastor”. Ni dijo “al ministro”. No dijo “al clérigo a cargo”. Pablo era un caballero. Si hubiera habido una persona así, habría tenido el valor de darle sus saludos también. Puede estar seguro de eso. La razón por la que no menciona a tal persona, es porque la misma no existía.

En la Biblia King James – en inglés-, al final de 1 Timoteo y 2 Timoteo hay una pequeña nota al pie que dice: “Timoteo fue el primer obispo de la iglesia en Éfeso”. Desafortunadamente, no hay garantía de esto. En Tito también aparece una nota que dice que él “fue el primer obispo de la iglesia en Creta”, lo cual tampoco tiene evidencia. Seguramente usted no tenga esa nota en su Biblia, a menos que use la versión King James.

Estos hombres eran itinerantes. Estos hombres eran mediadores del apóstol Pablo. Él no se quedaba en un lugar. Lo más que estuvo Pablo en un mismo lugar en su ministerio fueron dos años en Éfeso. En total estuvo tres años en Éfeso, pero su estadía más prolongada fue de dos años. Él era un hombre de acción. Así que el sistema clerical es algo realmente ajeno al Nuevo Testamento.

No sólo eso, sino que es detestado por Dios. En Apocalipsis 2:6, por ejemplo, se menciona a los nicolaítas:

“Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco”.

La palabra significa victoria sobre la laicidad. A través de los siglos, un grupo de hombres han tomado esta posición de dominio sobre la laicidad. Y a Dios no le gusta esto.

En Apocalipsis 2:15 leemos: “Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco”.

Es interesante que la Palabra de Dios diga que aborrece algo, dos veces en el mismo capítulo. ¿Por qué lo aborrece? Porque ignora el propósito para el cual se dieron los dones a la iglesia.

Previamente aprendimos que los dones fueron dados para el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio. La obra del ministerio pertenece a los santos, a cada hijo de Dios, cada creyente en el Señor Jesucristo.

Nuevamente, existe el peligro de que la gente se reúna alrededor de un hombre en vez del Señor Jesús en el sistema clerical. La gente habla con afecto e incluso casi adoración sobre su ministro, o su predicador. A Dios no le gusta compartir Su gloria con otros de esa forma. A menudo Él mancha la gloria humana, cuando el hombre toma esa posición para sí mismo con orgullo.

El Señor Jesús es el centro de reunión de Su pueblo, y ésa es una gran verdad. Si usted ve una asamblea del pueblo de Dios que se da cuenta que se reúne en Cristo, verá allí una estabilidad tal que nada más lo puede otorgar. La gente irá allí porque creen que Cristo está en ese lugar. ¿Acaso no dijo Él “donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos?” Sea un creyente sencillo y aprópiese por la fe que cuando se reúne con los creyentes a adorar al Señor Jesucristo, Él está allí. Puede que usted diga: “Él está en todas partes”. Es cierto. Él está en todas partes. Pero, está allí en una forma especial cuando se reúnen en Su nombre.

Una pareja de granjeros solía reunirse en una pequeña capilla. Ellos podían observar a través de la ventana y ver su casa, y el granero al lado, muy cerca. Cierto día, estaban sentados en la capilla y la cabeza del hombre estaba reclinada en adoración al Señor. La esposa miró rápidamente a través de la ventana y vio el granero ardiendo. Se reclinó y le dijo a su esposo: “Querido, el granero se está incendiando”. Él entonces dijo: “¡Silencio! El Señor está en este lugar”. Si realmente lo creemos, marcará una tremenda diferencia en nuestras reuniones. El granjero realmente creía la Palabra de Dios. Él aceptaba por la fe que el Señor estaba allí en una forma especial, y además, ¿de qué serviría una manguera de jardín en esas circunstancias? La presencia del Señor Jesús es una tremenda motivación para la regularidad en las reuniones de la asamblea.

Ningún hombre tiene la habilidad de proveer la diversidad de la enseñanza que el Espíritu Santo puede traer a través de un grupo de personas. Eso es muy importante.

Mis primeras memorias, dice MacDonald, me llevan a lecturas bíblicas conversacionales, cuando los santos estudiaban sus Biblias y se reunían. Por ejemplo, comenzaban con el libro de Isaías, y compartían pensamientos que habían recibido del Señor. Realmente, no hay nada que se asemeje a la libertad de hablar y compartir dichas cosas.

Queridos amigos y hermanos, continuamos con el tema en el próximo programa, porque el tiempo se acaba. ¡Hasta entonces y qué Dios los bendiga!

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