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Lo que necesitamos
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Autor: Esteban Beitze

Al estudiar la vida de este personaje bíblico, ¿qué sacamos de provecho? ¿A qué nos inspira? Que nuestro anhelo y vida sea la de un hombre lleno del Espíritu de Dios. Y que también nuestra vida, ahora e incluso después de ya no estar, siga originando bendición. ¡Qué esta sea nuestra oración!


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PE2978 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (75ª parte)



Un desafío espiritual

En los últimos días de su vida, el profeta Eliseo fue visitado por el rey Joás. Esta historia la encontramos en 2ª Reyes 13. Allí le había ordenado lanzar una flecha por la ventana, anticipando con ello, victoria sobre los enemigos. A continuación, Eliseo ordena a Joás: “Y le volvió a decir: Toma las saetas. Y luego que el rey de Israel las hubo tomado, le dijo: Golpea la tierra. Y él la golpeó tres veces, y se detuvo. Entonces el varón de Dios, enojado contra él, le dijo: Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria.”

Para alguno podría sonar injusta la recriminación de Eliseo al por qué no había golpeado más veces la tierra con las flechas. Pero ya la explicación de que la flecha disparada era una de salvación contra los sirios, tendría que haberle llevado a buscar esta victoria de forma completa y golpear la tierra hasta que el profeta dijera que parara. Pero para ello, el rey, el soberano, tenía que inclinarse y seguir la orden al menos un poco rara de un anciano enfermo. Cada inclinación del rey, resultó en una victoria.

Ahora bien, el inclinarse a tierra, era una actitud servil, pero no la característica general de un rey. Quizás aceptó a hacerlo porque era la última voluntad de un hombre moribundo al que respetaba. Pero con inclinarse y golpear tres veces la tierra, a su criterio, había hecho más que suficiente. El resultado de sus tres golpes fue el enojo del profeta. Su falta de humildad, obediencia y fe, le impidió tener la victoria plena sobre sus enemigos.

Si queremos aplicar esta enseñanza a nosotros, encontraremos muchos paralelos.

En primer lugar, como vimos, cada inclinación significó una victoria. Cada humillación delante del Señor, estará acompañado por Su bendición.

Nuestro celo y perseverancia en las tareas asignadas por el Señor, son fundamentales para su bendición y el fruto. En la historia de la viuda y la multiplicación milagrosa del aceite, ya habíamos visto este principio. Eliseo le había ordenado que pidiera prestadas vasijas, “no pocas” a sus vecinas. Dependiendo de la diligencia y fidelidad de la viuda, habría de ser la cantidad de su provisión. Acá, esta perseverancia y humilde obediencia a las palabras del profeta, llevarían al rey a una equivalente serie de victorias sobre el enemigo. Lamentablemente, en este caso, se quedó a medias. Dios hubiera querido dar mucho más.

Podemos aplicarlo también en cuanto a las acciones tendientes a lo espiritual. ¿Alcanza con leer la Biblia y orar un par de veces a la semana? ¿Alcanza con congregarnos de vez en cuando o un poco de servicio?

En el evangelismo, ¿alcanza con testificar tres veces? Muchas veces dejamos de interceder por los inconversos cuando después de cierto tiempo no vemos fruto o cambio alguno. Quizás echemos a perder la victoria por nuestra falta de perseverancia. Pensemos sólo, ¿cuántas veces Dios nos habló hasta que recibimos la salvación en Cristo? No dejemos de interceder por el inconverso. Hay poderes enemigos que harán todo para evitar esta decisión. Por lo tanto, ¡sigamos orando!

Daniel oró 21 días seguidos por el mismo motivo, hasta que Dios intervino. Elías oró 7 veces por lluvia, hasta que apareció la pequeña nube que anticipaba la tan esperada precipitación.

Respecto a algún pecado con el cual luchamos, no debemos conformarnos con 2 o 3 victorias y luego poner excusas y ceder frente a él. Debemos apropiarnos de la victoria del Señor cada día, acudir a Él, aferrarnos de sus manos y no soltarlo hasta tener la victoria completa.

El hecho de no aprovechar el momento y golpear la tierra hasta que el profeta le ordenara que parara, también afectó a los demás, de hecho, a todo su pueblo. Después de tres victorias, estarían nuevamente expuestos a la supremacía de los enemigos con todo lo que esto conllevaba de dolor, tristeza, vergüenza y pérdida.

Nuestras decisiones, nuestra vida espiritual o la falta de convicciones y acciones consistentes, también afectan para bien o para mal nuestro entorno.

MUERTE QUE PRODUCE VIDA

Y así llegamos a la conclusión de la vida de este maravilloso y bendecido profeta de Dios. Dice en 2ª Reyes 13: “Y murió Eliseo, y lo sepultaron. Entrado el año, vinieron bandas armadas de moabitas a la tierra. Y aconteció que al sepultar unos a un hombre, súbitamente vieron una banda armada, y arrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo; y cuando llegó a tocar el muerto los huesos de Eliseo, revivió, y se levantó sobre sus pies”.

Estamos frente a una historia realmente extraordinaria. Pero lo primero que notamos es que Israel ya no habitaba seguro. Volvió a suceder que bandas enemigas podían entrar libremente al territorio de Israel haciendo daño, robando y matando. La falta de humildad y fe del rey Joás empezó a manifestarse en falta de victoria sobre el enemigo.

Además, ya no estaba el profeta Eliseo que pudiera advertir donde estaría entrando el enemigo o el que los lideraba en la conquista. Se estaba gestando el juicio final sobre el reino de Israel. La inseguridad era tal, que un cortejo fúnebre, que acompañaba a un muerto a su última morada, no pudo terminar su ceremonial. Vieron aparecer una banda armada y arrojaron el cadáver en la primera tumba que encontraron. La tumba resultó ser la del recién fallecido profeta. Pero allí sucedió algo increíble – apenas el cadáver tocó los huesos de Eliseo, resucitó. Tiene que haber sido un evento tremendamente impactante. En lugar de volver a la ciudad tristes y a paso lento, volvieron corriendo, escapando del enemigo, pero acompañados del ex finado.

A pesar de que Eliseo ya estaba muerto, seguía originando milagros. Dios quiso que esta vida consagrada sirviera incluso de ejemplo de la obra más grande de donde surge vida de la muerte.

Esta historia invariablemente nos remonta a los eventos que acompañaron la muerte del Señor Jesús en la cruz del Calvario. Mateo nos cuenta: “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mt.27:51-53). El mismo momento de la muerte de Jesús estuvo asociado con la resurrección inmediata de fieles de este tiempo. Ahora, si seguimos con este pensamiento, enseguida lo asociamos con el hecho, que la muerte del Señor trae vida. El evento con Eliseo, es un leve anticipo, es un tipo, de lo que sería el poder de resurrección que tenemos en Cristo. Una y otra vez vimos paralelismos de Eliseo a Cristo.

Y ahora incluso en su muerte podemos observar esta realidad. Aquél muerto, en cierta forma, fue sepultado con el varón de Dios, y por este hecho surgió a vida. Hoy vale, si somos sepultados con Cristo, tenemos vida en Él (Col.2:12). Por su muerte y resurrección, nosotros obtenemos vida espiritual estando muertos espiritualmente hablando, como escribe Pablo: “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Ef.2:5). A lo largo de todo el NT encontramos una otra vez la profunda enseñanza teológica acerca de la necesidad de la muerte del Señor y la vida resultante de ella. Es una doctrina fundamental, anticipada en cierta forma, por esta historia. Y luego, incluso nuestros cuerpos serán resucitados por el poder de resurrección del Señor (1Co.15:51-57; 1Ts.4:13-18).

SUS OBRAS SIGUEN

Llegamos al final de la historia de este precioso siervo de Dios, con un impacto en su tiempo como pocos otros. Pero como veíamos al principio de estos estudios, Dios quiso que estas historias llegaran hasta nuestros días, a nuestras manos, para que también sean un ejemplo para nosotros hoy, y estas enseñanzas lleguen a nuestros corazones. La influencia de Eliseo en su entorno, en la vida de individuos, familias y el pueblo entero, sigue siendo de ejemplo, amonestación e inspiración para los que hemos: “… alcanzado los fines de los siglos” (1Co.10:11). Es de aquellos que leemos en Apocalipsis 14:13: “…descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”. Sus obras siguen en doble sentido: Por un lado, para ellos mismos significa la recompensa divina por haber invertido su vida y hecho lo que hicieron en función de la eternidad. Allí serán recompensados eternamente. Pero sus obras también siguen sirviendo de ejemplo para nosotros.

Tenemos en el profeta Eliseo el ejemplo de lo que es y los efectos que tiene una persona llena del Espíritu de Dios. Esto lo observamos sobre todo en su carácter y actuar. Era una persona que cultivaba la profunda comunión con Dios. El secreto de la efectividad de su vida radicaba en el hecho de saber escuchar a Dios, obedecer a Dios, servir a Dios, buscar la gloria de Dios y el anhelo que su pueblo se acercara a Dios. Era alguien que no dejó turbar su visión espiritual por reconocimiento, riqueza o bienestar de este mundo. Su vida estaba consagrada a Dios.

Esto nos debería llevar a buscar también la llenura del Espíritu. De hecho, es una orden (Ef.5:18). Al estudiar la vida de este personaje bíblico, ¿qué sacamos de provecho? ¿A qué nos inspira? Que nuestro anhelo y vida sea la de un hombre lleno del Espíritu de Dios. Y que también nuestra vida, ahora e incluso después de ya no estar, siga originando bendición. ¡Qué esta sea nuestra oración!

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