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El escritor Curt Goez escribió: “Somos lo suficientemente cultos. Lo que nos falta es alegría. Lo que necesitamos es esperanza. Lo que carece en nuestras vidas es confianza”.

Da en el clavo del dilema: todo el conocimiento, la sabiduría humana, las invenciones y el espíritu de descubrimiento no han logrado hasta ahora mejorar al ser humano. Por eso no conoce la alegría que sostiene, ni la esperanza viva, ni la firme confianza. Todo es inestable en la vida; predominan las incertidumbres. Pero nadie puede vivir sin esperanza a largo plazo. La desesperanza nos roba la alegría y nos entristece.

La esperanza suele describirse como la expectativa de un acontecimiento deseado en el futuro, sin ninguna certeza de que vaya a suceder; y es exactamente lo que ocurre con la esperanza de este mundo. engaña al hombre y nunca lo conduce realmente a la meta. En el libro de Job leemos: “Quedaron frustrados porque habían confiado, llegaron allí y fueron confundidos” (Job 6:20; lbla).

En la Biblia se llama al Señor “el Dios de la esperanza”. Esto contrasta totalmente con la esperanza mundana. Qué distintas suenan, por tanto, las palabras de Romanos 15:13: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”.

La esperanza que viene de Dios es como un puente que lleva a la otra orilla, como un letrero que nos muestra la dirección hacia nuestro destino. La esperanza que ofrece el Todopoderoso le da al hombre justo lo que anhela y le falta: seguridad, confianza y alegría.

La esperanza bíblica se basa en la existencia de Dios, en el Dios de la esperanza. Tan real como el hecho de que Él existe, tan real es también la esperanza que da. Por eso, el apóstol Pedro habla de una esperanza viva, con más razón aún porque se basa en la resurrección de Jesús. Lo leemos en 1 Pedro 1:3: “…nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. Es viva porque Jesús vive, y está guardada para nosotros en los cielos. Jesús es el garante de nuestra esperanza; nos ha abierto la puerta de la eternidad. Por eso asegura Pablo a los creyentes: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27).

En Jesucristo se nos abre toda la gloria con Dios. En tiempos difíciles, este hecho puede consolarnos y darnos alegría. La esperanza en el Señor da paz a nuestros corazones en medio de tiempos cambiantes. Es desbordante, incluso en tiempos de sequía. Cuando todo oscurece a nuestro alrededor, Jesús sigue siendo el Sol naciente. La esperanza basada en la Biblia da fuerza para resistir y energía para vivir. 

Recordemos la fuerte promesa de esperanza de la Palabra de Dios: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Ro. 8:32).

Vemos aquí tres expresiones de nuestra esperanza. Consiste en que:

1) Dios quiere darnos todas las cosas para que podamos poseerlas,

2) recibimos todas las cosas en Jesús, y

3) Dios nunca volverá a quitarnos un regalo que nos ha dado.

¡Que podamos disfrutar de esta esperanza en nuestras vidas!

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