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Autor: Esteban Beitze

¿Dónde radica la diferencia en reaccionar con miedo o estar en paz a pesar de circunstancias difíciles? Depende de cómo vemos el problema. Si nuestra mirada está direccionada desde nosotros al problema y olvidando a Dios, entonces nos llenaremos de angustia, miedo, y, quizás queramos salir corriendo.


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PE2959 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (56ª parte)



ÁNGELES AL SERVICIO

En 2ª Reyes 6 leemos la historia como el profeta Eliseo le avisaba al rey de Israel cuándo y dónde el rey de Siria quería mandar una incursión armada. Llegó el momento que éste pensaba que había algún espía entre los suyos, hasta que alguien le contó que era el profeta que ponía sobre aviso al rey de Israel. Ahí la historia del ataque enemigo sigue su curso. Leemos desde el versículo 15: “Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.”

Un siervo anónimo

No tenemos el nombre de este siervo quién acompañaba al profeta Eliseo. Evidentemente era uno nuevo, dado que Giezi, el siervo anterior, había contraído la lepra por su ambición y engaño (5:27).

Pero ya tenemos algunas cosas positivas que señalar:

Era un hombre que buscaba estar en la compañía de una persona llena del Espíritu de Dios. Esto ya nos es un indicio de su búsqueda de lo espiritual.

Luego vemos que “servía al varón de Dios”. Según nos dice el diccionario griego de la Biblia: “El lector de la Biblia en castellano no podrá percibir el significado particular de sharat porque tiene un sinónimo, abad (o ebed), que también se traducen como «servir» o «servidor». A menudo sharat denota el «servicio» que se ofrecía como parte del culto de Israel; unos 60 de sus 97 casos tienen este significado. Cuando Samuel era aún un niño, «ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí» (1Sa_2:11); el Señor lo llamó mientras «servía a Jehová delante de Elí» (1S.3:1 RVA ). …De entre los hombres de la tribu de Leví, Moisés ungió a Aarón y a sus hijos y los consagró para «ministrar» en el sacerdocio (Éx.29:30). Los levitas que no eran de la familia de Aarón, aunque se escogieron para servir perpetuamente a Dios, actuaban en calidad de asistentes de los sacerdotes, cumpliendo con tareas físicas como vigilar puertas, matar los animales del holocausto y cuidar los altares y utensilios del santuario (1Cr.15:2; Ez.44:11)… En un buen número de situaciones se usa el vocablo para denotar «servicio» a alguna otra persona, generalmente de rango superior o de una clase más alta; no obstante, el término nunca se refiere a la servidumbre de un esclavo.”

Por lo tanto, vemos una actitud de ayuda en las cuestiones cotidianas a un profeta de Dios, que tenía similitud con la adoración a Dios. Creo que la lección es evidente. Así debe ser todo servicio. Tiene que ser de ayuda a otros y hecho para la gloria de Dios.

Este siervo también era trabajador aplicado. En nuestra versión dice: “Y se levantó de mañana”. En el original significa que se levantó muy temprano o a la madrugada. Esto es un buen indicador del carácter fiel y dispuesto de este hombre. En la Biblia encontramos varios personajes espirituales que justamente se destacaron por ello como ser Abraham (Gn.22:3); Samuel (1S.15:12), David (Sl.63:11), Isaías (Is.26:9) e incluso nuestro Señor (Mr.1:35). Dios nos anima a hacerlo para buscar Su rostro: “Yo amo a los que me aman, Y me hallan los que temprano me buscan” (Pr.8:17).

Lo que también tenemos que decir de este siervo anónimo, es que todavía no tenía la visión espiritual de su señor. Cuando se levantó y vio el ejército sirio rodeando la ciudad, gritó lleno de miedo: “¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?” El miedo es un mal que se encuentra en la humanidad desde que ella cayó en el pecado (Gn.3:10). Por un lado, es absolutamente normal reaccionar así frente a un peligro. Para colmo, en este caso no solo era un peligro imaginario de los cuales muchas veces solemos tener miedo y que generalmente no se concretan. En este caso era absolutamente real. Había un imponente ejército que los rodeaba y no estaban allí para presentar un desfile militar. Sus intenciones eran nefastas.

En este pasaje podemos observar la ceguera espiritual en contraposición con la visión espiritual de los protagonistas de nuestra historia. El siervo entra en desesperación y no ve solución. El profeta en cambio dice: “No tengas miedo” (v.16). ¿Dónde radicaba la diferencia? En su conocimiento de las verdades espirituales y de la presencia de Dios.

¿Cómo se puede estar tranquilo frente a un ejército enemigo? Confiando en Dios. Como decía David: “Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra,

Yo estaré confiado” (Sl.27:3). Su refugio lo encontraba en buscar la presencia de Dios para luego testificar: “Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto” (Sl.27:5). Estos pasajes los debería haber conocido el criado de Eliseo. El tema es que no alcanza con conocer las promesas de Dios, sino confiar y aplicarlas a la vida. Si este criado al levantarse temprano primero hubiera meditado en las promesas de la Palabra, probablemente no hubiera actuado de esta forma. Pero lo primero que miró fue un gran ejército. Esto lo llenó de miedo. ¿Qué miramos nosotros primero? ¿Con qué llenamos nuestros pensamientos? Las circunstancias difíciles, los problemas e incluso los enemigos pueden estar presentes, pero si levantamos nuestra mirada por encima de los montes, podemos decir: “Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra” (Sl.121:2)

Un pastor contaba acerca de una mariposa que se había metido adentro de una casa. Allí se posó sobre el vidrio de una ventana. De repente se la ve revoloteando inquieta de un lugar para el otro. Del otro lado del vidrio se había posado un pájaro que se preparaba para una suculenta comida. Pero cuando vuela para atrapar la mariposa, se choca contra el vidrio. Esto pasó un par de veces. La mariposa ya no salía volando. Estaba protegida.

¿Dónde radica la diferencia en reaccionar con miedo o estar en paz a pesar de circunstancias difíciles? Depende de cómo vemos el problema. Si nuestra mirada está direccionada desde nosotros al problema y olvidando a Dios, entonces nos llenaremos de angustia, miedo, y, quizás queramos salir corriendo. Pero si nuestra perspectiva es como la de la mariposa: nosotros – Dios (el vidrio transparente) – problema, o sea, que vemos al problema por medio de Dios, entonces nuestra vida se llenará de paz. Así como el vidrio es transparente, a Dios no lo vemos, pero está, y no nos abandonará jamás. El miedo se va, cuando se ha hecho la paz con Dios y el creyente vive en profunda comunión con Él por medio de la Palabra y la oración.

Ayuda mucho también compartir nuestras cargas en oración con otros hermanos. Acá encontramos a Eliseo orando por su criado. La manera más eficaz de ayudar a los más débiles a superar el miedo es orar con y por ellos. La tarea del creyente espiritual es orar para que el Señor les abra los ojos de los incrédulos (Hch.26:15-18), para que los creyentes reconozcan al Cristo victorioso (Lc.24.31) y para que comprendan las verdades de la Biblia (Lc.24:45). Necesitamos asimilar personalmente y orar por los demás en el sentido del apóstol: “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos…” (Ef.1:15-19).

Nuestra oración constante debería ser: “Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley” (Sl.119:18) y también como los ciegos de Jericó frente a Jesús: “Señor, que sean abiertos nuestros ojos” (Mt.20:33). Que esta sea nuestra oración también en este día. Que sea una preciosa realidad en nuestra vida. Apliquémoslo. Dios te bendiga.

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