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Autor: Esteban Beitze

¿Ya tienes esta vida? Y si ya la tienes ¿Se la presentas a otros que, como Naamán, se encuentran perdidos, lejos de Dios, sin esperanza, expuestos a una eterna condenación? Que el Señor nos ayude a transmitir este mensaje tan importante.


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PE2946 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (43ª parte)



LAS APARIENCIAS ENGAÑAN: 5 PERSONAJES CONTRADICTORIOS

Seguramente nos ha sucedido que, en algún momento, que alguien nos ha impactado mucho a primera vista, pero después resultó ser un charlatán, hipócrita o aún peor, un engañador. Quizás hasta nos ocasionó daño.

Pero también podría ser al revés, que alguien al que no le dábamos ni 5 centavos se haya convertido en la persona que nos ayudara en el momento que más lo necesitábamos y quizás se llegó a convertir en nuestro amigo.

Existen películas donde nada es lo que parece y el final el personaje central o el villano de la historia, resulta ser completamente distinto al esperado. Uno se pregunta luego, como es que uno se haya equivocado tanto en la apreciación.

Veremos 5 personajes contradictorios de la perspectiva humana y quizás nos encontremos representados por uno de ellos. ¿Vamos a querer seguir así o estaremos de acuerdo en cambiar a otro? Nuestra historia se desarrolla en 2ª Reyes 5:1-17: “Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel. Y le dijo el rey de Siria: Anda, vé, y yo enviaré cartas al rey de Israel. Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos. Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra. Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí. Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel.

Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo. Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso. Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová”.

1. UN GENERAL FAMOSO, PERO INFELIZ

El personaje principal es Naamán. Su nombre significa “placentero o agradable”. Por un lado, esto se podía observar en él. Era un general reconocido, valiente, muy valorado por el Rey, rico y acostumbrado a obtener lo que quería de la manera que él se lo imaginaba. El rey sirio lo tenía en alta estima por sus grandes logros militares, aunque la Biblia es rápida en aclarar, que inclusive sus victorias, se lo debía a Dios.

Pero, este hombre tan extraordinario, valiente, famoso y rico, tenía un gran problema: era leproso. Esta enfermedad era contagiosa e incurable. En Israel, los leprosos tenían que vivir fuera de la comunidad, sin contacto con ella, viviendo de la misericordia de otros. Por lo visto, esto no era habitual en Siria, o Naamán lo podía ocultar bien bajo sus pomposas ropas.

Existen algunas actitudes de Naamán que las podemos observar en muchas personas hoy:

– Como era rico, no habrá escatimado en gastos de médicos para encontrar una solución.

– Como era militar exitoso, buscaría olvidar esta enfermedad en batallas épicas, en las cuales no temería en poner en juego su vida, dado que sabía que moriría.

– Cuando la sierva le habló a su esposa de una posible cura en Israel, no escatimó esfuerzos y estaba dispuesto a los mayores gastos con tal de lograr su salvación. Llevó vestidos nuevos, 340 quilos de plata y unos 68 quilos de oro.

– Corrió al lugar equivocado. Nadie había dicho que la solución estaba en el rey de Israel, pero fue allí adonde fue.

– Cuando Eliseo se entera y le llama, pero no lo recibe como pensaba que se lo merecía, sino le indica que se lave en el Jordán simplemente demostrando fe, éste no quiso. Se sintió ofendido. Prefería pagar, hacer algo, o incluso esperaba un acto religioso muy especial que lo sanara. Como dice Moody: “Naamán tenía dos enfermedades: el orgullo y la lepra”.

Se sentía ofendido de la sencillez del mandato del profeta. De última, los ríos limpios de Damasco eran muy superiores al lodoso Jordán. Su razonamiento le indicaba que no podía ser así como le había indicado el profeta.

– Su arrogancia hizo que casi perdiera la única oportunidad de ser sanado. Si no fuera por el consejo respetuoso y humilde de sus siervos, Naamán no hubiera sido curado y lo lamentaría todo el resto de su vida.

– Pero gracias a Dios, escuchó estas voces, siguió el consejo y creyó en las palabras de Dios. Se lavó 7 veces en el Jordán y su piel se renovó como la de una criatura. Esto lo llevó a que reconociera a Jehová como el Dios verdadero.

De la misma manera que Naamán, hoy todavía existen muchos que se encuentran peleando con una triste realidad con consecuencias inevitables. Trazando un paralelo a esta historia, vemos los diferentes intentos del ser humano de solucionar su problema mayor que es el pecado. La lepra una elocuente muestra de lo que es y las consecuencias que tiene el pecado. Por más famoso, rico y valiente que fuera el ser humano, aunque lo intente esconder, existe una realidad inamovible: todo ser humano es pecador. La Biblia así lo afirma (Ro:3:23) “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. (Ro.5:12): “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Existe una enfermedad que a todos tiene atrapada, que contagia, que lleva a la exclusión de la comunión con Dios y a la muerte, o sea la separación definitiva de Dios. Por más que se lo intente esconder, sobreponerse a sus efectos o ignorarlos, sigue allí y sus efectos y consecuencias son terribles y eternos.

¿Pero qué hace el hombre? En lugar de reconocer su problema, muchas veces lo intenta tapar. Busca en fiestas, amigos, fama, dinero, en cosas exteriores, en drogas, el alcohol, en personas o incluso en la religión, la solución a su problema, pero no lo encuentra.

Cuando le presentan la salvación en Jesucristo, su razonamiento le dice que es ilógico que sólo creyendo y recibiendo a Jesús, el que murió por los pecados en la cruz, se logra la salvación, el perdón de pecados y la vida eterna. Prefieren encontrar la paz por otro lado. O les parece más lógico hacer algo para lograr ser aceptos por Dios. Por ello siguen corriendo y buscando el sentido a la vida, algo que les llene el vacío interior, pero no lo encuentran. Y el pecado no se va. Nada los llena de verdadera paz, gozo y esperanza. Su orgullo muchas veces no les deja escuchar, los consejos de queridos amigos que buscan lo mejor para ellos. Matthew Henry dice en su comentario: “Los métodos para la curación de la lepra del pecado son tan sencillos que no tenemos excusa si no los notamos. No es más que, cree y serás salvo; arrepiéntete y serás perdonado; lávate y serás limpio”.

Recién cuando se dan cuenta de lo tonto que es su orgullo, e inútil su búsqueda en los lugares equivocados y cuando acuden a Cristo, Él les lava de sus pecados. Se vuelven una nueva criatura (2Co.5:17). Experimentan a un Dios de amor que se les acerca, que le regala el perdón y la vida eterna. De ahí en más, recién empieza la verdadera vida. ¿Ya tienes esta vida? Y si ya la tienes ¿Se la presentas a otros que, como Naamán, se encuentran perdidos, lejos de Dios, sin esperanza, expuestos a una eterna condenación? Que el Señor nos ayude a transmitir este mensaje tan importante. Dios te bendiga. Amén.

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