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Autor: Wolfgang Bühne

La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que oraron con disciplina, a pesar de sus debilidades y fallas humanas. Aprendieron en la escuela de Dios a pasar un tiempo intenso con Él en oración, antes de todas las demás actividades. Y Dios los pudo usar para Su honra, y para bendición de otros.


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PE2289 – Estudio Bíblico
Ejemplos Bíblicos e Históricos (2ª parte)



¿Cómo están amigos? Cuando finalizamos el programa anterior, estábamos viendo: Ejemplos de oración, de hombres y mujeres de la historia de la Iglesia.

La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que oraban con disciplina, a pesar de sus debilidades y fallas humanas. Por eso, es muy instructivo y edificante estudiar la historia de la Iglesia y leer buenas biografías, después del estudio de la Biblia.

Algunos autores han descrito muy bien lo provechoso que es leer buenas biografías:

Por ejemplo, John Piper, quien dijo:
“¡Léa biografías cristianas! El hacerlo lo hará salir de sí mismo y le trasladará a otros tiempos y otras vidas, para que pueda ver a Jesús con ojos que se maravillan más que los suyos. Halle a los santos de siglos pasados que estaban llenos de la Biblia, que glorificaron a Cristo y que tenían la mirada puesta en Dios, y entonces aprenderá de ellos cómo se lucha por la alegría.”
“Las biografías son un buen remedio contra la miopía cultural y el esnobismo temporal.”

Y David Martyn Lloyd-Jones, afirmó:
“El mejor método para mantener a raya la inclinación a la altivez – altivez en sus predicaciones, o en otras cosas que usted haga o sea – es leer los domingos por la tarde la biografía de algún gran santo.”

Seguramente no es una exageración afirmar que las personas que Dios pudo usar para Su honra y para bendición de muchos, eran hombres y mujeres que oraban. Aprendieron en la escuela de Dios a pasar un tiempo intenso con Él en oración, antes de todas las demás actividades.

Vamos a hacer, ahora, sólo una pequeña selección, de entre el gran número de personas que oraron con disciplina:

Comenzamos con Juan Welch.

De este conocido predicador escocés, se cuenta que su ministerio tan bendecido como predicador y pastor era debido a su vida de oración intensa. Una vez, comentó: “No concibo cómo un creyente puede pasar la noche entera en la cama sin orar.”

Cuando se levantaba por las noches para orar, tenía a mano una manta con la que podía arroparse. Cuando su esposa se quejó, al verlo llorar de rodillas en el suelo, él contestó: “Ah, mujer, tengo la responsabilidad de tres mil almas, y de muchas de ellas no sé ni de qué pie cojean.”

Para no molestar por la noche a los vecinos, más de una noche la pasaba orando en el local de reunión de la iglesia, que se encontraba a las afueras de la ciudad, porque allí podía orar en voz alta sin ser molestado.

Cuentan la siguiente anécdota de su vida:
Una noche acudió a su casa un monje itinerante, que pedía poder dormir una noche en su casa, lo cual Welch le concedió con gusto. Pero, el monje apenas pudo dormir esa noche, ya que un murmullo constante le despertó y asustó. Cuando al día siguiente siguió su camino, se encontró con un campesino que le preguntó donde había pasado la noche, a lo cual el monje respondió: “En casa del pastor de los hugonotes. Pero me ha sentado mal, porque el diablo vive en su casa; durante toda la noche oí un murmullo constante y estoy convencido de que el hugonote estaba hablando con el diablo.”

Cuando el campesino le explicó que lo que había oído era la oración de costumbre del pastor, se asombró no poco, pues hasta entonces era de la opinión de que los protestantes no sabían orar. Así que volvió a casa de Juan Welch, y pidió poder alojarse un par de días más.

La noche siguiente oyó otra vez el susurro, fue de puntillas hasta la puerta y oyó cómo Welch oraba fervorosamente a su Dios.

Esta experiencia fue tan convincente para él, que a la mañana siguiente le explicó a Juan Welch que quería hacerse protestante.

Hablemos ahora de: Juan Wesley.

Este conocido evangelista del avivamiento, ya de niño fue educado por su madre ejemplar, para que llevara una vida de disciplina.

A los 85 años, recapacitando sobre su vida pasada, pensó en porqué se encontraba tan bien, sin sentir cansancio ni al viajar ni al predicar, a pesar de algunas limitaciones en su salud. Entonces, escribió en su diario, el 28 de junio de 1788:

“¿Cuál es la razón por la cual yo soy como soy? Sin duda alguna es por el poder de Dios, quien me capacitó para la obra a la que fui llamado, hasta que a él le agrade que siga adelante; y en segundo lugar, lo debo a las oraciones de Sus hijos…”

Después consideró si había también otros medios secundarios que hubieran contribuido a eso, y pensó que a lo mejor era también porque “… desde hace más de sesenta años me levanto a las cuatro de la mañana.”

Veamos ahora a: Jorge Whitefield.

Este amigo de gran talento y compañero de armas de Wesley, no se había criado en un hogar cristiano. En una ocasión contó:
“Dios me dé que no olvide que no hace mucho tiempo yo era un borracho común en una taberna, y que ahora sería un desgraciado sin apoyo alguno en la vida, si la gracia de Dios no me hubiese arrancado de allí con una fuerza irresistible.”

Siendo un joven estudiante, sin medios algunos, conoció en Oxford a los hermanos Juan y Carlos Wesley, y el “Club Santo” – los primeros “metodistas”. En ese tiempo, anotó en su diario que de ellos aprendió “a vivir sujetándose a ciertas reglas y aprovechando cada momento, para no desperdiciar el tiempo. Ya sea que comiese o bebiese, yo intentaba hacer todo para la gloria de Dios.”

En aquel entonces ni los hermanos Wesley, ni Whitefield, habían nacido de nuevo. Sin embargo, un despertamiento espiritual se notaba en ellos. Llevaban una vida de disciplina rigurosa. Cada mañana se levantaban a las cuatro para tener un tiempo devocional personal, dos días a la semana ayunaban y escribían su diario para su propio autocontrol constante.

Cuando Jorge Whitefield, unos meses más tarde, se convirtió, tras largas y duras luchas espirituales, comenzó a leer largamente la Biblia con avidez y regularidad, y sistemáticamente:
“Aparté todos los demás libros y comencé a leer de rodillas las Sagradas Escrituras, orando a cada renglón y en cada palabra.”

Así, obtuvo el fundamento para su ministerio posterior como evangelista, que incansablemente predicaba el Evangelio a muchas miles de personas en Inglaterra y América – a menudo unas 40 horas a la semana.

Durante sus dos últimos años de vida, un joven vivía como ayudante en su habitación: Kornelius Winter. Era un niño de nadie, que vivía en la calle, y Whitefield lo sacó de allí y lo llevó a Cristo.

Después de la muerte temprana de Whitefield, a los 55 años, este jóven escribió en sus memorias sobre su padre espiritual, al que conocía muy de cerca:

“Era muy ordenado… Creía que no podía morir tranquilo si no sabía que sus guantes estaban recogidos. Después de las cuatro de la mañana no dormía nunca, y por la noche no se quedaba despierto pasadas las diez.”

Hasta el final de su vida conservó la costumbre de leer su Biblia de rodillas, y orando sobre lo que leía.

Otra persona que oró con disciplina fue: Georg Müller.
El “padre de los huérfanos de Bristol” era de joven un señorito, un ladrón y estafador. Después de su conversión, fue primeramente misionero entre los judíos en Londres, y después fue pastor de una iglesia bautista, que bajo su influencia se transformó en una “iglesia de hermanos”. Finalmente, fundó en Bristol sus famosos orfelinatos y otras obras de fe.

Su primer orfelinato ya estaba terminado, cuando en el año 1838 enfermó de gravedad y necesitaba urgentemente un cambio de aire.

Durante ese período, leyó “La vida de Jorge Whitefield” – una de las numerosas biografías de este predicador del avivamiento. Se asombró de la vida de oración tan disciplinada de este hombre, y del hecho de que tenía la costumbre de leer la Biblia de rodillas.

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