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Autor: Michael Kotsch

En estos últimos años se han desarrollado en círculos cristianos diversas formas de objetar la Biblia. Se plantean cuestionamientos muchas veces disfrazados de piedad, que desvalorizan la Palabra de Dios. ¿Cuáles son esas críticas o ataques que se le hacen a las Escrituras desde las filas del cristianismo? ¿Cuánto de razón tienen en lo que señalan?


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PE2639 – Estudio Bíblico
Cuestionamientos a la Biblia disfrazados de piedad (4ª parte)



Amigo, ya que este es el último programa que tenemos para conversar sobre las críticas que se le hacen a la Palabra de Dios, quisiera avanzar rápido para cubrir los últimos aspectos que nos resta tratar. Comenzaré entonces con el último de los cuestionamientos, que es el llamado “factor cultural”. Algunos dicen: “En la cultura antigua, tal y cual comportamiento social tenía un importante significado. Pero como vivimos en otra cultura, las costumbres ya no se entienden. Por ende, ya no estamos obligados a seguirlas. Quizás sí sería bueno tener en cuenta el principio subyacente”.

En estas últimas décadas, se suele hacer mucho hincapié, entre los teólogos evangélicos, en el contexto real o supuesto de un determinado pasaje bíblico en particular. Muchas veces escuchamos largas explicaciones sobre el entorno social de la antigüedad y el antiguo Oriente, donde al final una clara afirmación bíblica es transformada hasta alcanzar el significado contrario. Con regularidad se embelesa al público de las iglesias con interesantes detalles del contexto bíblico. Y es verdad, amigo, que ciertas afirmaciones de las Sagradas Escrituras se entienden mejor si conocemos su entorno histórico, geográfico, político, cultural y lingüístico. Es una ventaja para el estudio de la Biblia conocer, por ejemplo, dónde vivían los moabitas (Números 22:3), cómo era el desierto de Judea (Salmos 63:1), por qué se ponía el vino en odres (Mateo 9:17) o qué doctrinas defendían los saduceos (Marcos 12:18 y ss.). En general, estas informaciones son útiles para facilitar la comprensión o entender mejor ciertos detalles de la argumentación. Pero ¡cuidado cuando una sencilla afirmación bíblica se convierte de repente en lo opuesto, después de considerar el entorno cultural de aquel entonces! Porque es posible que estos datos de la cultura hayan servido como un argumento para modificar la exigencia bíblica a gusto del autor o predicador.

En general, no debemos olvidar que cada expresión de la Biblia fue dicha en un contexto histórico y cultural concreto. Pero en la mayoría de los casos, este hecho no se relaciona con el verdadero significado, o incluso con la validez temporal de una afirmación. Es evidente que la Biblia es entendida como el medio por el cual Dios habla al ser humano de todas las culturas y de todos los tiempos (Salmos 119:89, 160). Si el texto bíblico no indica ninguna limitante cultural o temporal, el intérprete hace bien en no falsificarlo por medio de análisis históricos. Aunque una afirmación bíblica en particular se refiera a cierta circunstancia histórica o cultural, esto no afecta su validez para el presente. Dice 1 Pedro 1:25 que “la palabra del Señor permanece para siempre”. Más allá del ámbito cultural e histórico original, los pasajes doctrinales de la Biblia tienen una validez que trasciende el tiempo, fundada en la sabiduría de Dios.

Veamos algunos ejemplos, amigo. Es obvio que los diez mandamientos fueron comunicados en una situación histórica muy particular, a un pueblo con costumbres culturales específicas. Pero ese contexto no influyó en la permanente validez que tiene para todos los hombres. Por lo menos, el Nuevo Testamento lo entiende así. Jesucristo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt. 5:17 y ss.).

Otro caso es que, según la narración bíblica, la Cena del Señor es una reinterpretación de la cena de la Pascua judía, como podemos leer en Lucas 22:15-20. En el marco cultural del judaísmo del Nuevo Testamento, el significado simbólico del vino y el pan, como carne y sangre de un animal sacrificado, era de conocimiento general. A pesar de este claro contexto cultural y temporal, sería absurdo pedir la derogación de la Cena del Señor, argumentando que las costumbres judías originales no se conocen en el mundo occidental. Leemos acerca de la institución de la Cena del Señor en 1 Corintios 11:17-34 donde, entre otras cosas, dice: “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. El que rechaza el castigo físico de los niños (Proverbios 13:24; Hebreos 12:6 y ss.) o la sumisión de la mujer, con el argumento de que estos comportamientos respondían a costumbres culturales de aquel entonces, resultando hoy irrelevantes, no es justo con las comprensibles indicaciones de las Sagradas Escrituras, que reivindican la validez atemporal y duradera de estas órdenes.

Resumiendo entonces, otra forma de ataque “piadoso” a la Biblia consiste en usar los aspectos históricos o culturales del contexto bíblico para cambiar sobre todo el claro significado de un versículo. Este proceder es ilegítimo e inadecuado, en especial cuando el mismo texto no da ninguna razón histórica o cultural para hacerlo. Menos aun cuando el autor bíblico indica que sus conceptos son atemporales, fundados en el plan de salvación, en la historia de la creación o en la esencia de la fe. Referirse a factores culturales, en este caso, es interpretar de manera engañosa e injusta la Biblia. Es aún más problemático cuando se intenta reconciliar un mandamiento bíblico “anticuado”, con el enfoque de la época, por ejemplo, en temas como la educación de los niños, la posición de la mujer y la ética sexual. Las circunstancias históricas o culturales para la validez de un mandamiento bíblico solo son relevantes si se mencionan en un contexto directo o en la fundamentación del autor. Pero cuando el texto bíblico enseña principios atemporales, por ejemplo, en asuntos como la homosexualidad o el orden familiar, tenemos suficientes razones para creer en la duradera validez de esa exigencia. El verdadero problema consiste más bien en la disposición para confiar más en Dios que en los hombres y para soportar la tensión con una cultura contemporánea muy diferente.

De esta forma, amigo, como hemos visto en esta serie de programas, el cuestionamiento a la Biblia no solo se ha infiltrado en el racionalismo del método histórico-crítico, sino también en un enfoque teológico que cambia las interpretaciones de sus comprensibles afirmaciones hasta convertirlas en justamente lo contrario. La teología, sin embargo, debería ayudar al cristiano a comprender y aplicar mejor las claras declaraciones de las Sagradas Escrituras, en vez de reinterpretarlas en conformidad con las preferencias de la época. Cuando Dios, por ejemplo, juzga la homosexualidad como ajena al matrimonio y la creación, ninguna referencia teológica al idioma, cultura o medio ambiente puede declarar estas claras afirmaciones irrelevantes para el tiempo presente. Esto vale también para otras posturas bíblicas cuestionadas por nuestra sociedad, la cual tiene como meta la neutralización supuestamente “piadosa” de la Biblia.

Los cristianos deberíamos mantenernos lejos de toda forma de ataque a la Biblia, no solo del método histórico-crítico. Todo tipo de cuestionamiento a la Biblia destruye la confianza en Dios y en su mensaje. Como creyentes, debemos saber cómo soportar el hecho de que la Palabra de Dios no siempre se corresponderá con las preferencias de cada época. Pero justamente esto demuestra que su competencia está por encima de toda ideología. La Biblia va más allá de lo que todo el mundo cree saber y es precisamente por eso que puede darnos la orientación necesaria.

Me despido amigo con el Salmo 119:160: “La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia”. ¡Dios le bendiga!

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