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Autor: Eduardo Cartea Millos

Marta daba lo mejor de sí para servirle al Señor, pero su corazón estaba angustiado y llena de ansiedad. El Señor con tierno amor le alcanza la solución y esa es bien sencilla.


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PE2875- Estudio Bíblico
Cuando Dios llama dos veces (30ª parte)



Cómo tener un corazón como Marta

¿Cómo está? Hoy estamos concluyendo con una de esas historias

bíblicas que llenan el corazón, que encantan al leerla y extraer de ella preciosos pensamientos que nos llevan más cerca del Señor. Y es la historia de Marta de Betania. Una mujer incomprendida, criticada, casi menospreciada, pero esto cuando se ve desde una óptica meramente humana y sin reparar en el valor que el mismo Jesús le da, no solo por el afecto que le profesó, sino porque aparece en la Escritura para nuestra enseñanza.

Marta es una mujer que recibió el “doble llamado”: Marta, Marta. Y fue para que entendiera cuáles son las verdaderas prioridades en la vida. Pero también para que podamos apreciar cuál es la “buena parte” que debemos escoger, como hizo su hermana María. Consideremos hoy este asunto: la buena parte. Y le pido que lea en su Biblia los versículos 41 y 42 del capítulo 10 de Lucas: Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

Notemos que el Señor no le dijo a Marta: “¿Por qué no tratas de ser como tu hermana María?”. Hubiera sido un error. Y el Señor no cometía errores. Marta era Marta. Y María, María. Cada una con su temperamento.

Tampoco le dijo: “¿Por qué estás haciendo tanta comida?”. Porque eso hubiera desanimado a Marta, quien estaba dando lo mejor de sí para su Maestro. Lo que le dijo era que lo estaba haciendo “afanada y turbada”. Era el modo de hacerlo. El problema que el Señor trató de corregir en aquella preciosa mujer era la preocupación con la que hacía la tarea.

La palabra afanada en el original griego del Nuevo Testamento significa estar ansiosa, preocupada, afligida, acongojada. Por su parte turbada, indica estar angustiada, como sintiendo los efectos de una turba de sentimientos que presionan la mente. Es lo que dice la Biblia: “La congoja del corazón, abate al hombre”. O, en otras palabras, “la ansiedad, la angustia deprime el corazón”.

Una cosa es una preocupación por algo real, concreto, y otra es producto de la ansiedad por algo que pensamos que puede suceder. Es lo que llamamos “ahogarse en un vaso de agua”.

Ese era el sentimiento de la buena y hacendosa Marta. 

El Señor era sencillo. Era suficiente con algo para comer, y no con una gran comida. El no necesitaba otra cosa. Lo más importante era el hacer la voluntad “del que me envió y que acabe su obra”, dijo Jesús. Esa era su comida. Además, el Señor no había venido “a ser servido, sino a servir, y poner su vida en rescate por muchos”.

Por otra parte, el Señor iba camino a la cruz. Su mente estaba embargada por una honda tristeza. Oímos sus palabras pocas horas después: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”, que se puede traducir: “Mi alma está rodeada de una tristeza mortal”. Así que, el Señor probablemente no estaba deseando un banquete, ni una fiesta, sino un lugar y un tiempo de silencio y de sosiego para su alma. Un poco de pan y algo más, hubiera sido lo suficiente. Por eso dijo: “Solo una cosa es necesaria”. Y posiblemente esta expresión signifique: “Todo lo que necesito es algo sencillo”.

María lo comprendió, y aunque –suponiendo que estaba el Señor con sus discípulos–  hubiera sido por lo menos inusual estar en aquella reunión de hombres, corrió el riesgo de que la malentendieran. Pero ella, tal vez ocupada en un primer momento en los quehaceres lógicos del evento, no pudo sino caer a los pies del Maestro para oírle, llenando su alma con sus palabras.

Marta no lo comprendió. Quiso atender al Señor “a su manera”, no de acuerdo a la necesidad del Maestro. Y no es hacer para el Señor lo que “yo creo que debo hacer”, sino “lo que Dios quiere que haga”.

David dice en su Salmo: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”. Adoración y aprendizaje. Las dos actitudes prioritarias del creyente fiel, a los pies del Señor.

Joana Weaver en su libro “Cómo tener un corazón de María en un mundo de Marta”, escribe así:

“Vivimos en constante tensión entre lo urgente y lo importante. El problema es que lo importante rara vez debe ser hecho hoy, o siquiera esta semana. Las horas extra de oración y estudio bíblico pueden esperar. Pero las tareas urgentes requieren una acción inmediata: un sinfín de exigencias que nos presionan a cada hora y cada día”.

Así que, la “buena parte”, o “la mejor parte” que escogió María era la comunión con el Señor. Pero no solo la mejor parte, sino “la cosa necesaria”. 

Es más fácil enrollarnos en tareas, aun para el Señor y descuidar nuestra vida devocional, estar a sus pies para oír su palabra. En vez de darle “nuestra comida”, nuestro servicio, alimentar nuestras almas con la suya. Joana Weaver dice nuevamente:

“En su ansiedad por servir a Jesús, Marta casi pierde la oportunidad de conocerlo”.  “Cuando ponemos el trabajo antes que la adoración, ponemos el carro delante del caballo. El carro es importante; el caballo también. Pero el caballo debe ir primero, porque si no, terminaremos tirando del carro nosotros mismos. Frustrados y cansados, podemos caer casi destruidos bajo la presión del servicio, porque siempre hay algo para hacer”.

Debemos cuidar nuestra alma, y prepararla antes de trabajar para el Señor. La mujer de Cantares dijo: “Me pusieron a guardar las viñas y mi viña que era mía no guardé”. ¡Guardemos nuestra viña!

Es una parte que “no será quitada”. Hay trabajos que terminarán en la tierra, pero la porción de su enseñanza en nuestro espíritu, perdurará por la eternidad.

Cuando la meditación, la oración, el estudio de la Palabra, el tiempo del culto en comunión con el pueblo de Dios faltan en la vida, seguramente habrá inquietud, afán, preocupación. Pero cuando están presentes, el corazón se llenará con su paz, y Dios multiplicará el tiempo, los recursos y las fuerzas para servirle en el poder del Espíritu, no en la fatiga de la carne.

No sabemos cómo reaccionó Marta. La Biblia no lo dice. Tal vez, avergonzada, volvió a la cocina a terminar la tarea, o tal vez dejó todo por un momento para oír al Señor como María. Pero lo que sí sabemos es que aprendió la lección. En el capítulo 12 de Juan, como ya dijimos, la vemos en un evento posterior, y dice: “Marta servía…”. Y María consecuente con su personalidad, una vez más está a los pies de Jesús derramando el ungüento de nardo puro, de mucho precio. Pero ya no había ansiedad, ni congoja, ni enfado, ni protesta. En la armonía del encuentro, la Biblia nos dice que “la casa se llenó de la fragancia del perfume”.

Permítame preguntarle: ¿Cómo está su experiencia devocional diaria, su encuentro diario con Dios; esos momentos de estar a los pies del Maestro para oírle con la Biblia y el corazón abiertos? ¿Tiene un lugar prioritario en su vida?

Creo sinceramente que el gran problema que atraviesa el pueblo de Dios hoy es justamente esa falta de contacto personal con el Señor en un momento especial de comunión con él. Podemos estar dispuestos a trabajar en la Obra, o cursar materias bíblicas en algún instituto, pero no el disponer de unos minutos al día en ese tiempo de silencio, personal, individual para estar con el Señor, confesar nuestros pecados, y aprender a sus pies. La iglesia de hoy necesita esa práctica si queremos ver vidas transformadas y llenas de la presencia del Señor.

¿Será que la multitud de tareas, seculares o aún espirituales están quitando el tiempo para la devoción personal, la oración, la meditación? ¿Será que los afanes de la vida, el querer tener más y más ocupan nuestra mayor atención, sin esperar que sea Dios el que vaya proveyendo a su tiempo lo que necesitamos, sin preocupaciones desmedidas que quitan el sueño, irritan los sentimientos, nublan la vista de nuestra vida? ¿Será que los afectos, esposa o esposo, hijos, padres, hermanos, amistades, ocupan el trono en nuestro corazón que debería tener un solo ocupante, si queremos vivir en sintonía con la voluntad de Dios y en amistad y comunión íntima con Aquel que murió, resucitó y vive por nosotros?

El “Marta, Marta”, puede ser “Juan, Juan” o “María, María”, o como usted y yo nos llamemos. Pero proviene del mismo corazón lleno de amor del Señor, y tiene la misma intención: que escojamos la mejor parte.

Pablo escribe  en Filipenses 1: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”.

Tal vez el Señor está llamando dos veces a tu corazón para que lo pienses.    

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