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Autor: Esteban Beitze

En su muerte Jesús cumplió con la tipología de los sacrificios, por lo que nunca más fueron necesarios. Desde el comienzo de la humanidad ya encontramos un presagio de la obra redentora de Cristo. También la Pascua era un especial presagio de lo que Jesús realizaría en la cruz, hasta en su último detalle.


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PX02_PASCUA_2022- Estudio Bíblico
Consumado es (2ª parte)



Consumado es

¿Qué tal, queridos hermanos? Nos estamos acercando una vez más a la fiesta de la Pascua, una fiesta muy especial para el creyente que nos hace recordar la obra del señor Jesucristo, y estamos analizando una expresión especial. De hecho, es la frase más trascendente, más significativa de la historia, el grito final del Señor: “Consumado es”, que encontramos en Juan 19:30. Pero ¿qué significa este “consumado es”? Habíamos visto en el programa anterior que significaba la culminación de la ley: Jesús cumplió la ley. También era el cumplimiento de las profecías bíblicas, más de 300 se cumplieron en la obra, ministerio y muerte del Señor Jesucristo.

También vamos a ver, en tercer lugar, el cumplimiento de la tipología del Antiguo Testamento. O sea, no solo se cumplieron las profecías directas del Antiguo Testamento, sino también las imágenes proféticas, por eso se le llama la tipología, que señalan la muerte de Jesús. Son como sombras, como figuras en blanco y negro de lo que iba a suceder después. Ejemplos de eso son el cordero, la serpiente levantada en el desierto, los sacrificios, Jonás, y otros. También la Pascua era un especial presagio de lo que Jesús realizaría en la cruz, hasta en su último detalle. Por ejemplo, el uso del hisopo. Cuando Jesús dijo “tengo sed” pusieron una esponja con vinagre en un hisopo para acercárselo a sus labios. La misma imagen podemos encontrarla en Éxodo 12:22. Allí los israelitas, para estar protegidos de la plaga de la muerte de los primogénitos que traía el ángel de la muerte, debían pintar el marco de la puerta con la sangre del cordero pascual, rociándola con un manojo de hisopo. Solo así pasaba de largo el juicio. El paralelismo de Jesús con el cordero pascual resulta obvio. Quien aplica la sangre de Jesús, el cordero de Dios, a su vida, y cree en su obra redentora en la cruz, es librado del justo juicio de Dios. Tal persona es salva, así como les sucedió a los israelitas allí en Egipto.

En su muerte Jesús cumplió con la tipología de los sacrificios, por lo que nunca más fueron necesarios. Desde el comienzo de la humanidad ya encontramos un presagio de la obra redentora de Cristo. Fue necesaria la muerte de un animal para que Dios vistiera a Adán y a Eva después de su pecado. Este es un símbolo del vestido de justicia que recibiremos por medio de Jesús, o que ya hemos recibido al haber creído en él. El sacrificio de Abel fue de olor grato delante de Dios, al igual que el del Señor Jesús. Sobre la base de un sacrificio se estableció el pacto eterno de Dios con Abraham y sus descendientes. La muerte de Jesús es la promesa eterna para todo aquel que entra con él a este pacto, y es la garantía de que seremos hijos de Dios por toda la eternidad. El cordero pascual es suficiente para comprender la salvación, es el símbolo del Antiguo Testamento, nos habla del Señor Jesucristo y de su obra. Así como se salvaron de la muerte tan solo aquellos israelitas que fueron guardados por la sangre del cordero, así también únicamente aquellos que viven bajo el sacrificio de Jesús serán guardados del juicio y vivirán eternamente.

Fueron muchos los animales inocentes sacrificados desde el tiempo de Moisés. Cada día los sacerdotes sacrificaban todo tipo de animales. Imaginémonos esta escena: un israelita abatido se acerca al tabernáculo, o, avanzando un poco más en el tiempo, decide dirigirse al templo. Allí un sacerdote le pregunta: “Querido amigo, ¿qué le sucede?” y le contesta: “he pecado y traigo ese cordero para que Dios me perdone”. Mientras que el hebreo pone las manos sobre la cabeza del animal como señal de sustitución, de identificación, el sacerdote saca el cuchillo y hace fluir la sangre. El israelita se va aliviado. Un animal inocente ha muerto por su pecado. Pero unos pocos días después, el mismo hombre se encuentra en la puerta con otro animal. Otra vez cometió un pecado. Otra vez corre la sangre. Quizás el sacerdote se pregunte a sí mismo “¿Acaso nunca terminará esta matanza? ¿La cantidad de animales sacrificados, la sangre que corre?”. Estos sacrificios, sin embargo, fueron ordenados por Dios, pues el pecado solo puede ser redimido con sangre. De esta forma, los israelitas podían ver la seriedad con la que el Señor trata a las acciones pecaminosas. Tan solo el sacrificio del inocente y su sangre derramada podían redimir la culpa por el pecado. Desde entonces corrieron torrentes de sangre.

Entre todos los sacrificios había uno muy especial: el gran día de expiación. En el día de expiación el sumo sacerdote tenía que sacrificar un macho cabrío por los pecados de todo el pueblo, salpicando delante del Señor la sangre en el lugar santísimo, sobre el propiciatorio. Es decir, encima de la tapa del arca del pacto, allí donde estaban los querubines. De este modo, el pueblo era reconciliado con Dios. Esta práctica debía repetirse una y otra vez, año tras año, por lo que el derramamiento de sangre no tenía fin. Realmente era atroz.

El profeta Isaías señala a Jesús como el Cordero de Dios. En el capítulo 53 del libro de Isaías dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” (v. 4-7). Estaba anticipando a Jesús, el cordero.

Siglos después, cuando Juan el bautista ve al Señor Jesús, exclama admirado: “¡He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”. ¿Podemos comprender lo grave que es para Dios el pecado? ¿Entendemos que era necesario que el Señor derramara su sangre? El apóstol Juan escribe en 1ª Juan 2:2 “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Es por eso que comprendemos al autor de la epístola a los hebreos, donde dice, en Hebreos 9:12-14: “no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Sí. Jesús es el cordero, su sangre derramada es nuestra redención.

También podemos, en vista de esto, comprender mucho mejor al apóstol Pedro cuando pretende mostrarnos el gran valor de la sangre de Jesús. En 1ª Pedro 1:18-19 escribe: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”. Cristo puso fin al derramamiento de sangre. ¡Consumado es! Clamó allí en la cruz. El Cordero de Dios cargó con nuestra culpa. Jesús se separó del Padre para que pudiésemos tener comunión con Él. Murió para que pudiésemos tener vida eterna. Juan 19:30 relata con claridad el instante de su muerte: “Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. Por medio de esta muerte alcanzamos la vida, es decir, una vida plena. Por lo tanto, podemos exclamar, junto al Señor, profundamente agradecidos y llenos de alabaza y de adoración: ¡Consumado es! Que Dios los bendiga.

1 Comment

  1. Norma dice:

    Es de mucha bendicion cada mensaje de la Palabra De Dios que El Señor siga añadiendo mas sabiduria para que nosostros los lectores seamos iliminados para conocer mas la voluntad de Dios

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