Construyendo la vida en Haití – Parte 1

Elogio a la mujer de Proverbios 31 – Parte 2
3 agosto, 2020
Hogar de niños en Haití – Parte 2
3 agosto, 2020
Elogio a la mujer de Proverbios 31 – Parte 2
3 agosto, 2020
Hogar de niños en Haití – Parte 2
3 agosto, 2020

Vanny Rodríguez nos cuenta acerca de su experiencia en la construcción de un hogar de niños en Haití, un país con una cultura muy diferente a la uruguaya, y que ha enfrentado desastres naturales en los últimos años. Te invitamos a conocer más sobre la cultura haitiana, el proceso de adaptación de Vanny, y del trabajo que realizan allí para ayudar a niños que quedaron huérfanos a causa del terremoto.


DESCARGARLO AQUI:
EA0868 – Entre Amigas –
Construyendo la vida en Haití – Parte 1



Entrevista a Vanny Rodriguez

Victoria: Amigas, muchas gracias por acompañarnos nuevamente en Entre Amigas. Hemos llegado al momento de la entrevista y hoy nos acompaña a la distancia Vanny Rodríguez. Ella está en Puerto Príncipe, en Haití, pero es uruguaya. Te agradecemos mucho, Vanny, por este tiempo, y quisiéramos que nos contaras un poco de tu historia y de cómo una uruguaya fue a parar a Puerto Príncipe.

Vanny: Muy buenos días, muchísimas gracias por contactarme. Es un placer poder hablarles y contarles un poquitito de lo que estoy haciendo acá. Ya hace 5 años que estoy viviendo en Haití, en un orfelinato donde tenemos 30 niños y 7 bebés. Esa es la misión, lo que venimos a hacer es a ayudar, a bendecir. Yo soy voluntaria aquí. Llegué a este lugar con la convicción de Dios en mi corazón de que era su voluntad, de que era su llamado para mi vida que en este tiempo viniera a Haití y fuera parte de esta obra. Fue a través de la visión que Dios puso en el corazón de mi pastor, la visión de poder tener un hogar para niños en Haití, que llegamos hasta aquí. Yo empecé a ayudar en el diseño de los planos y trabajé dos años en eso y luego vinimos con un equipo de 12 personas a construir el hogar de niños.

Victoria: Vanny, quisiéramos saber un poco más acerca de cómo fue ese proceso de armar los planos. ¿Fue con asistencia? ¿Ya tenían alguna idea de lo que iban a hacer? Sin duda que coincide con una época muy complicada en Haití, donde hubo varios terremotos. Quisiera que nos contaras un poco más de esto. ¿Ya sabían a dónde querían ir? ¿Ya conocían el lugar del que iban a disponer?

Vanny: El terremoto fue en enero del 2010, y ya en febrero nuestro pastor nos compartió el anhelo que tenía en su corazón de hacer un hogar para niños. Él tenía unos planos de una construcción de un hogar de niños que pensaban hacer en Uruguay, pero al final decidieron remodelarlo y utilizarlo para el hogar en Haití. Entonces durante dos años y medio, juntamente con la doctora que vive aquí con nosotros y que también tuvo el mismo sentir de parte de Dios que yo, de trabajar en este proyecto, estuvimos compartiendo la visión, buscando terrenos, buscando medios, y por mi parte trabajaba exhaustamente en los planos, porque había que adaptarlos. Sabíamos que teníamos un terreno sísmico, el clima también era algo para tener en cuenta, es un lugar donde hay muchos ciclones, es una zona muy calurosa. Sin tener realmente un lugar fijo, porque durante esos dos años todavía no teníamos el terreno para construir, ni tampoco teníamos dinero, empezamos a trabajar en lo que eran los planos con fe y poniéndonos a estudiar Haití. Así que me puse a diseñar, a adaptar los cuartos, a buscar los materiales también. Necesitábamos muchísimos paneles porque la construcción es de casi 1000 m2. Había que buscar contactos en Haití también, gente que hablara el idioma y que nos pudiera ayudar, necesitábamos donaciones, ofrendas, y muchas cosas más. Fueron dos años de trabajo arduo para intentar llegar.

Hasta el día de hoy hay partes de Haití que todavía no han sido reconstruidas, todavía hay gente que sigue viviendo en esas mismas tiendas azules que se veían por la televisión, hay gente que se desplazó a las montañas pero todavía no han construido una casa sino que siguen viviendo en plásticos.

En medio de todo ese trabajo conseguimos el contacto de una ONG americana que tiene más de 600 hectáreas en Haití pero no han hecho nada en ese espacio, así que les preguntamos si nos daban una pequeña parte para tener un hogar de niños, una escuela, un merendero para los niños de los alrededores, y les pareció bien. Pero bueno, llegamos aquí sin tener un lugar donde dormir, llegamos a poner carpas en la tierra directamente y ver como iba a salir eso. Nuestra expectativa era llegar, comprar carpas y empezar a trabajar. Pero gracias a Dios nos sorprendimos, porque cuando llegamos descubrimos en estas mismas 600 hectáreas un hotel abandonado y nos permitieron dormir en las habitaciones del hotel abandonado hasta que pudimos levantar la primera construcción, que eran cuatro fierros con chapas arriba y tres baños al costado. Ese fue nuestro lugar de hospedaje.

Victoria: Al escucharte vemos que había una urgencia de no perder el tiempo y de poder poner las manos a la obra enseguida. Desde lo que nos contás de los planos, casi un mes después del terremoto, y de ustedes saliendo a construir. Quisiera que nos contaras también tu experiencia personal. ¿Cómo era tu idea de Haití? ¿Cambió en el tiempo en el que estuviste preparándote para ir? ¿O cambió cuando llegaste al lugar? ¿Cómo fue el contraste que viviste en Haití? También me gustaría que nos contaras cómo fue el primer contacto con los niños. ¿Qué decía la gente cuando los veía ahí a ustedes? ¿Cuál fue la reacción de los haitianos?

Vanny: En los dos años de preparación que tuvimos antes de venir a Haití mirábamos videos, escuchábamos canciones y aprendíamos el idioma. Yo a esa altura no sabía ni ubicar a Haití en el mapa. Pero empecé a averiguar más, conocer cómo era el clima, a aprender la lengua, y realmente fue muy chocante. Haití es totalmente lo opuesto a Uruguay. No hay un punto de inflexión en el que puedas decir que Haití y Uruguay se parecen, nada. Ni en el clima, ni en la comida, ni en las costumbres, ni en la forma de ser de la gente, ni en la forma de vestirse, ni en los modales, ni en la forma de actuar, nada. No hay absolutamente ningún punto de comparación en el que uno puede decir que se parecen. Es todo muy diferente, y realmente a mí me costó. El choque cultural para mí fue muy fuerte por diferentes cosas. Por ejemplo, la gente se habla gritando, y no es que estén enojados sino que es como hablan normalmente. En Uruguay, por el clima y por nuestras costumbres, la gente anda vestida en la calle. Pero en Haití la gente anda semidesnuda en la calle. En Uruguay se trata, dentro de la posibilidad de cada familia, de comer comida variada, nutritiva, que sea de alimento, y hay conocimiento de eso. Acá en Haití no. Acá se come todos los días lo mismo, y hasta es preferible no comer si no se come lo mismo de todos los días. Y hay cosas que a mí en su momento no me entraban en la cabeza, no entendía por qué preferían morirse de hambre antes de no comer al arroz con porotos o con verdura al que están acostumbrados. Pero bueno, uno a aprendiendo y va entendiendo la mentalidad. En estos 5 años he podido ver que todavía, lamentablemente, no han salido de esa mentalidad de esclavos. No tienen una mentalidad de avanzar, de progresar. Hay un mínimo de la población, que son los que viven en la capital o pertenecen a la clase alta, que tienen una mente más abierta, que han ido a otros países, que han tenido contacto con otros países. Pero aquí en donde estoy no es así. No hay información de salubridad, las mujeres siguen teniendo a sus hijos en las casas, y se siguen muriendo pero aún así lo siguen haciendo. A esto se le suma que el estado no los ayuda. Es carísimo tener un niño en el hospital, es muy caro educar a tus hijos, es muy caro tener una casa propia. El estado no los ayuda a desarrollarse, la educación no está hecha para que ellos piensen, para que razonen, para que saquen adelante proyectos. La forma en la que está estructurada la sociedad haitiana no los ayuda a desarrollarse, entonces están estancados desde hace cientos de años y a veces pareciera que siguen así. Hay ciertas áreas de sus vidas en las que no avanzan porque están atados a sus costumbres y a lo que han aprendido y visto desde siempre. Aprendieron que hay que bañarse en una canaleta que corre con agua frente a su casa o a los bordes de las calles. Entonces yo les digo: “hay alguien que estaba lavando un chancho en esa agua y luego tu te bañas allí, bañas a tus hijos y sacas agua para tomar de ese mismo lugar” y trato de hacerlos razonar un poco, pero ellos siguen haciendo las mismas cosas que han hecho sus padres y sus abuelos. Tampoco están acostumbrados a ver a personas de tez blanca, no están acostumbrados a que anden entre ellos, a que les ayuden. Normalmente las personas extranjeras que vienen acá andan en sus autos y no tienen mucho contacto con la gente, entonces no entienden bien qué es lo que estoy haciendo yo aquí. Después de 5 años todavía me ven caminando en el mercado y me sacan fotos o tratan de tocar mi color de piel para ver si se les pega a ellos, tocan mi pelo para ver si es de verdad, tratan de que su pelo se parezca al mío, cosas así.

Cuando recibimos a los primeros niños, los recibimos con 4, 5 y 6 años. Para la cultura haitiana es bueno enviar a sus hijos a un orfanato, porque piensan que los blancos, como ellos nos dicen, los pueden mantener mejor de lo que ellos pueden hacerlo. Pero nosotros les enseñamos que no hay mejor forma de criar un hijo que no sea con sus padres. Así que nos dedicamos a buscar niños que hayan perdido a sus padres y no tengan familiares que los ayuden. Con los primeros niños que llegaron tuvimos toda una experiencia, porque ninguna de las personas que estamos acá como voluntarias no teníamos hijos, entonces no sabíamos ni como cambiar un pañal. Fue muy divertido y a su vez fue también un shock. De un día para el otro empezamos a recibir de a dos o de a tres niños, o de a dos o de a tres bebés. Pasábamos noches sin dormir, y nos íbamos turnando. No teníamos dónde enfriar las memas porque aquí hace mucho calor, entonces a alguien se le ocurrió que en la cisterna del baño, donde se almacena el agua, es el lugar más fresco que había. Y los primeros tiempos, en los que todavía era todo muy arcaico, enfriábamos en las cisternas las memas de los bebés.

Victoria: Sin dudas era un mundo aparte de lo que estabas acostumbrada y seguramente para todo el equipo que viajó también. Pero qué bueno la perseverancia que tuvieron, y que con el correr de los años sigan estando allí. A pesar de que hay cosas que quizás no entienden de tu cultura y que tu no entendés de la de ellos, qué bueno que puedan ver que hay gente que se interesa por su necesidad. Qué bueno que están ahí para ayudar a las personas que realmente lo necesitan. Vanny, te invito a que puedas continuar contándonos de tus experiencias en el próximo programa. Vamos a estar hablando sobre cómo está el trabajo hoy en Haití. Invitamos a nuestras amigas a que no se pierdan la segunda parte de la entrevista. ¡Hasta la próxima!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo