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Autor: William MacDonald

Dios es celoso, pero siempre en el buen sentido de la palabra. Él desea el amor y la lealtad no dividida de Su pueblo, y se disgusta ante cualquier ofensa a Sus afectos. Su celo es completamente desinteresado, es decir, no es egoísta. Y el Señor es, también, absolutamente digno de confianza en todos Sus caminos, y absolutamente fiel a Su Palabra. Ninguna de Sus promesas puede fallar jamás.


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PE2271 – Estudio Bíblico
Celo divino y Gran Fidelidad



Amigos, ¿cómo están? Les saludo cordialmente, y les invito a comenzar hablando del: Celo Divino.

En Éxodo 34:14 leemos: “Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es”.

Sólo con que pensemos un momento recordaremos que, en lo que se refiere a nosotros, el celo puede ser bueno o malo. Cuando un esposo descubre que otro hombre está intentando robarle el afecto de su mujer, es justificablemente celoso. Pero cuando una persona tiene envidia de las posesiones de otro, esta clase de celo es inexcusable.

Dios es celoso, pero siempre en el buen sentido de la palabra. Él desea el amor y la lealtad no dividida de Su pueblo, y se disgusta ante cualquier ofensa a Sus afectos. Su celo es completamente desinteresado, es decir, no es egoísta; Él sabe que no les va a hacer bien el ir en pos de dioses falsos.

La mayoría de las referencias al celo de Dios están relacionadas con la idolatría de Israel. El pueblo escogido había abandonado a Jehová y estaba adorando a los ídolos. Esto era fornicación espiritual. El celo de Dios se encendía.

Aquí tenemos algunas, de la multitud de referencias que hay del celo divino:

Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso (Éxodo 20:5).

Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso (Deuteronomio 4:24).

Le despertaron a celos con los dioses ajenos; Lo provocaron a ira con abominaciones (Deuteronomio 32:16).

Le enojaron con sus lugares altos,
Y le provocaron a celo con sus imágenes de talla (Salmos 78:58).

¿Hasta cuándo, oh Jehová?
¿Estarás airado para siempre?
¿Arderá como fuego tu celo? (Salmos 79:5).

Me mostraré celoso por mi santo nombre
(Ezequiel 39:25).

Jehová es Dios celoso y vengador (Nahúm 1:2).

¿Provocaremos a celos al Señor? (1 Corintios 10:22).

Ésta última pregunta es tan apropiada hoy en día como lo fue cuando Pablo la realizó por primera vez: “¿Provocaremos a celos al Señor?” El sistema del mundo está continuamente intentando distraer a la Iglesia de su amor prístino al Salvador. Los deseos de los ojos, los deseos de la carne y el orgullo de la vida están alertas para seducir al creyente. Puede que no seamos tentados a adorar imágenes talladas, pero el dinero, el poder, la fama y el placer pueden llegar a convertirse en ídolos también.

El conocimiento de la intolerancia de Dios, hacia todo aquél o aquello que pudiese resultar en pérdida para nuestra devoción exclusiva hacia Él, debería inspirarnos a serle fieles. Pues, como alguien escribió:
Celoso es el Señor nuestro Dios,
Y con celo ardiente nos ama;
El dios extraño y la imagen tallada
Provocan y encienden Su santa ira.

Pero no es egoísta Su amor
Para los que Su sangre redimió;
Quiere el primer lugar en nuestro corazón
Pues para nosotros busca lo mejor.

Y también debemos recordar, que: Grande es Su Fidelidad.

Como está escrito en Salmos 36:5: “Hasta los cielos llega tu misericordia”.

Muy estrechamente unida a la inmutabilidad de Dios, un atributo único, está Su fidelidad, o Su verdad, lo cual, en cierta manera limitada, también podemos cultivar nosotros. El Señor es absolutamente digno de confianza en todos Sus caminos, y absolutamente fiel a Su Palabra. Ninguna de Sus promesas puede fallar jamás. Él no puede mentir ni engañar. Debido a esta perfección divina, la Palabra de Dios es lo más seguro de todo el universo. Si Dios dice algo, no hay ningún riesgo en creerlo. De hecho, es necio el que no lo cree. Fiel y verdadero es todo lo que dice el Señor.

La Biblia rebosa con versículos que nos hablan de la fidelidad de Dios. He aquí algunos de ellos:
Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel (Deuteronomio 7:9).
De generación en generación es tu fidelidad (Salmos 119:90).
Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad (Lamentaciones 3:22 y 23).
Fiel es Dios, por el cuel fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1 Corintios 1:9).
Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir (1 Corintios 10:13).
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados (1 Juan 1:9).
Jesucristo el testigo fiel (Apocalipsis 1:5).

¡Piensa en todo lo que le debemos a la fidelidad de Dios! Porque Él es fiel, nosotros podemos saber que Su camino de salvación es el correcto. Porque Él es fiel, podemos tener certeza de salvación por medio de Su Palabra. Porque Él es fiel, podemos saber que nuestros pecados han sido perdonados. La fidelidad de Dios garantiza el cumplimiento de Sus profecías y promesas. Su fidelidad es la razón de nuestra preservación día a día. Vemos Su fidelidad para con Sus criaturas en Génesis 8:22 (versión Biblia de las Américas):
Mientras la tierra permanezca,
La siembra y la siega,
El frío y el calor,
El verano y el invierno,
El día y la noche,
Nunca cesarán.

Bien podríamos preguntar: “¿Qué es lo que no le debemos a la fidelidad de Dios?”

Pero, esta virtud divina no sólo debe servirnos de almohada, sino también de empuje. Debemos querer ser como Él. Debemos ser fieles en nuestro trato los unos con los otros, prontos para guardar acuerdos, que se pueda depender de nosotros guardando promesas. Debemos ser fieles a nuestros votos de matrimonio. Debemos ser hombres de palabra. Una vez que hemos hecho un compromiso, debemos apegarnos a ello, aunque esto signifique una gran pérdida (como dice Salmos 15:4). Debemos ser escrupulosamente honestos, evitando las exageraciones y las verdades a medias. Debemos ser fieles en el hogar, en la iglesia y en el trabajo, viviendo de manera que un día podamos oír, con las palabras de Mateo 25:21, cómo Él nos dice: “Bien, buen siervo y fiel”. Thomas Chisholm alabó la fidelidad de Dios de esta manera:

Oh, Dios Eterno, Tu misericordia
Ni una sombra de duda tendrá;
Tu compasión y bondad nunca fallan
Y por los siglos el mismo serás.

¡Oh, Tu fidelidad!
¡Oh, Tu fidelidad!
Cada momento la veo en mí.
Nada me falta, pues todo provees,
¡Grande, Señor, es Tu fidelidad!

La noche oscura, el sol y la luna,
Las estaciones del año también,
Unen su canto cual fieles criaturas,
Porque eres bueno, por siempre eres fiel.

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