Buscad primeramente (4ª parte)
17 septiembre, 2020
Esto sí es Sublime Gracia (1ª parte)
17 septiembre, 2020
Buscad primeramente (4ª parte)
17 septiembre, 2020
Esto sí es Sublime Gracia (1ª parte)
17 septiembre, 2020

Autor: William MacDonald

Jesucristo es la vida misma. Este ha sido el hilo conductor de ésta serie. Cuando le encontramos y buscamos su reino vivimos con compromiso y a su servicio. El rechazo a la satisfacción personal es evidente y para eso se requiere de disciplina. La honestidad y dadivosidad nos distinguen a quien busca el Reino de Dios. Y nuestra imagen tanto física como espiritual debe estar rendida al Señor para reflejarlo a él.


DESCARGARLO AQUÍ
PE2497- Estudio Bíblico
Buscad primeramente (5ª parte)


 


Buscando el Reino de Dios

En ésta serie de programas hemos estado reflexionando sobre qué es la verdadera vida y las áreas que abarca el aceptar la Vida del Señor, su señorío y buscar el Reino de Dios. Entendemos que el Señor Jesús mismo es la vida, el sentido, el punto de partida y el objetivo. Es importante detenernos y preguntarnos si Él está siendo la respuesta a nuestras preguntas, si Él es nuestro placer y si tenemos puesta en Él toda nuestra esperanza. Podemos entender el alcance del poder y la majestad del Señor y aun así no tener la Vida. Si lo estamos experimentando, tendremos sin dudas una vida de compromiso con su Reino y servicio.

Como vimos en los programas anteriores Cristo demanda el todo y buscarlo en segundo lugar sería muy miserable para nosotros. Buscar primeramente el Reino de Dios requiere disciplina. Nuestra carne siempre se inclinará por el camino de menor resistencia. Dios llama a cada cristiano a vivir en disciplina. Debe haber disciplina en la oración, disciplina en el estudio de la Palabra, en el uso del tiempo, en el testimonio a otros, en la vida sacrificial.

Aunque parezca pérdida, la Vida de quienes buscan el Reino primeramente es una vida de rechazo a sí mismos. El mundo no puede soportar a una persona que está dedicada a la voluntad de Dios. La vida santa del discípulo devoto condena el pecado y el egoísmo de los hombres mundanos. No como quien juzga sino como quien presenta un estilo de vida totalmente opuesto a lo que se persigue en el común de la sociedad. Siendo parte y pasando desapercibidos en los grupos que nos movemos por un lado nunca estaremos satisfechos realmente y tampoco anunciaremos la Vida del Reino. “Es mil veces mejor la peculiaridad efectiva que la ordinariez inefectiva”.

Relacionado a éste contraste que debe existir, hemos comentado que la honestidad es un valor para quienes anuncian y viven en el Reino de Dios. Muchas son las tentaciones a infringir lo correcto cuando aparentemente nadie nos está viendo, pero si tenemos la Vida, que es el Señor mismo, sabremos que lo que su corazón aborrece, también nos hace mal a nosotros a corto o largo plazo.

El corazón y la vida de los hijos de Dios y embajadores del Reino se caracterizan por ser dadivosos. Primero debemos entregarnos nosotros mismos al Señor, y luego ofrecer nuestro dinero. Si somos copartícipes de sus privilegios, debemos estar dispuestos a compartir de sus gastos, y también de su alcance local y en el extranjero.

Mucha gente vive por y para la comida y la vestimenta. Sus pequeñas vidas giran en torno a estos dos ejes. Jesús enseñó a sus discípulos que no tenían que preocuparse por estas cosas. El cristiano está aquí para negocios más grandes. Está aquí para representar los intereses de su Señor. Si pone a Dios en primer lugar, sus necesidades temporales serán suplidas.

Si Cristo es el Señor de nuestro guardarropa esto se verá reflejado en cómo vestimos y cuánto de lo que poseemos es verdaderamente necesario.
Debemos proponernos nunca vestir ropas que inciten pasiones impuras o que le dificulten a otros vivir la vida cristiana. También alguien que quiere agradar a su Señor se preguntará: ¿Cuánto gasto en vestimenta?, ¿Por qué?, ¿Es totalmente necesario? ¿Podríamos usar este dinero de una mejor manera?.

Hablando de las causas de justicia social, vimos que Los cristianos sí tienen una deuda con la comunidad. Somos deudores a todos los hombres según leemos en Romanos 1:14. Pero el cristiano que mejor paga esa deuda es aquel que pasa su tiempo ganando almas para Cristo. Un creyente salvo, lleno del Espíritu es la mayor bendición que puede tener cualquier comunidad. La mayor atención que un cristiano puede prestarle a la comunidad es presentar a Cristo como la única esperanza del hombre.

Los cristianos son extranjeros y peregrinos en este mundo. Están pasando por una tierra extranjera, anhelando su tierra natal. Durante su viaje por el mundo, no adquirirán el carácter del mundo para sí mismos. En lugar de eso, a través de su testimonio, ganarán a otros para Cristo y para la vida eterna. ¿Somos conscientes de que nuestro testimonio expreso y acompañado de una vida cristiana, son el único acercamiento que algunas personas tendrán al Reino de Dios?

Para finalizar hablaremos de Nuestra Imagen para con Dios y aquella contribución personal que se refleja en quienes nos suceden. Uno de los principios más solemnes de la vida espiritual es que engendremos hijos conformes a nuestra propia imagen y semejanza. El dicho “De tal padre, tal hijo” se aplica no sólo a las personas físicas, sino también al carácter espiritual.

Si hay un espacio ciego en mi vida, alguna verdad a la cual no he obedecido, entonces no puedo ayudar a mi protegido en esa área. Como leemos en Lucas 6:39: “¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego?”. No puedo esperar conscientemente que mis estudiantes se eleven sobre mi propio nivel (aunque muchos lo hacen, gracias a Dios). La regla general es que “El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” como el propio Señor Jesús señala en Lucas 6:40.

Si existe una partícula de desobediencia en el ojo de mi discípulo, no podré removerlo fácilmente si tengo un poste de inflexibilidad en el mío. El maestro cuya vida refleja obediencia a los mandamientos de la Escritura, engendra hijos espirituales con tales características. Por otro lado, cualquier tendencia a esconder áreas de mi vida del señorío de Cristo, será transmitida a mi retoño.

Así también sucede entre las congregaciones cristianas. Los jóvenes poseen una manera incómoda de reproducir la forma de caminar y de hablar de los cristianos mayores. Su temperatura espiritual se afecta fuertemente por su entorno. Y es verdad respecto a nuestros métodos de servicio cristiano local y en el exterior. La mayoría de los recién convertidos no son muy originales. Nos observan a nosotros para saber cómo hacer las cosas. Si les mostramos una versión desteñida y estropeada del original, la causa de Cristo sufre angustiosamente.

Todos queremos ver jóvenes cristianos que vivan para la gloria de Dios y para bendición de los hombres. Estamos alarmados por su preocupación por las cosas materiales y su tremenda apatía frente a las realidades eternas. Pocas veces se nos ocurre que podemos llegar a ser el único estorbo para que ellos se dediquen por completo a Cristo. Cuando nosotros, los mayores, les damos una viva demostración de lo que significa ser un sacrificio vivo como cristianos, entonces podemos esperar los cambios en esos “adolescentes imposibles”.

Confieso que me siento profundamente desafiado por esta verdad de la transmisión de semejanza espiritual. Constantemente me hago la pregunta “¿Estás feliz de poder engendrar discípulos iguales a ti?” Y anhelo cada vez más poder predicarles sobre ese versículo que he descuidado en mi ministerio, aquel que encontramos en la primera carta a los Corintios capítulo 4 versículo 16 “Por tanto, os ruego que me imitéis” y en el capítulo 11 verso 1 “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.

¿Está siendo el Apostol Pablo vanaglorioso con éstas invitaciones? Podemos ver que no cuando leemos lo que escribió en Gálatas 6:14: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. Y en los versículos 16 al 18 nos deja también éstas palabras alentadoras: “a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén”.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que está basada esta serie de programas.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo