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Autor: William MacDonald

La Biblia habla de crucificar la carne, el viejo yo, de ejercitarnos para la piedad. En esta oportunidad hablamos de la disciplina y el rechazo, entendido como negación a los impulsos. Son características de quienes han reconocido al Señor como su Salvador y lo han aceptado como tal.


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PE2494- Estudio Bíblico
Buscad primeramente (2ª parte)



Disciplina y rechazo

En nuestro último encuentro comenzamos a hablar de la búsqueda del Reino de Dios. Vimos que ésta búsqueda comienza haciendo de Jesús nuestro Señor. El hecho de entender al Señor como nuestro Salvador genera en nosotros compromiso con su causa y discernimiento del Reino. Ésta percepción nos lleva inevitablemente a una vida de servicio a éste Señor, en las distintas esferas de nuestra vida.

Hoy nos detendremos en otros temas que vienen ligados a recibir la verdadera Vida. Comencemos por la Disciplina. En la vida cristiana, es posible seguir el camino de menor resistencia y escapar a las rigurosas demandas de la disciplina personal. Al proveer para los suaves y blandos deseos de la carne, podemos evitar el dolor de la debilidad, el hambre y la incomodidad. Pero cuando nos esforzamos de esta manera para consentir la vida egoísta, nos volvemos estériles, áridos e insípidos.

La carne lucha sin cesar por lograr un tratamiento V.I.P. Quiere ser hastiada con comida, satisfecha con sueño, rodeada de placeres, y saturada con atención. Hasta que no aprendamos a decir ¡NO! con convicción, habrá poco progreso para Dios. Debemos golpear nuestro cuerpo y traerlo a sujeción. Debemos crucificar la carne con sus afectos y lujurias. Debemos hacer que sea nuestra preocupación levantarnos temprano, redimir el tiempo, y rechazar el camino de la auto indulgencia.

A causa de su sorprendente carencia de disciplina, el cristianismo se ha convertido en un gigante sin poder. Disfruta del contentamiento del mundo. Las vidas disciplinadas de los incrédulos con frecuencia dejan a los cristianos en una muy mala postura. Cuando se le preguntó cuál era el secreto de su destreza como pianista, Panderewski dijo, “Practicar escalas hora tras hora, día tras día, hasta que estos pobres dedos se gastan hasta el hueso”.

Noah Webster trabajó por 36 años para terminar la primera edición de su diccionario inglés. Los hombres están dispuestos a soportar dificultades tremendas con tal de obtener honores terrenales. Sir Ernest Shackleton publicó este aviso en un periódico de Londres: “Se solicitan hombres para jornada difícil. Escaso pago, frío amargo, largos meses de completa oscuridad, peligro constante, dudoso regreso a salvo. Se promete honor y reconocimiento en caso de tener éxito”. Todos regresaron a sus hogares a salvo, y se les dio honores y reconocimiento. Lo hicieron para obtener una corona corruptible; cuánto más deberíamos estar dispuestos a hacerlo por una incorruptible.

Muchos quisieran disfrutar de la recompensa de un trabajo bien hecho, pero no todos quieren sufrir la fatiga, el dolor y la soledad que eso requiere. Benjamín Jowett, teólogo y erudito inglés dijo, “Las grandes ambiciones no se mantienen encendidas dentro del alma sin un combustible. Absorberán toda la energía del cuerpo para alimentar su propia llama. La pasión produce un fuerte drenaje sobre los nervios; los suburbios son asolados con el fin de abastecer el fuego central. No existe hombre o mujer que hoy tenga una pasión santa y que no tenga la vela encendida en ambos extremos”.

Audubon, el gran naturista, estuvo dispuesto a soportar incomodidades por un período prolongado para aprender más del mundo de los pájaros. Robert G. Lee lo describe de esta manera: “Él sacrificaba su comodidad física con tal de obtener éxito en su trabajo. Se levantaba a la medianoche, noche tras noche, salía e iba a los pantanos para estudiar los hábitos de ciertos halcones nocturnos. Se agazapaba inmóvil durante horas en la oscuridad y la niebla, sintiéndose muy bien recompensado si, después de semanas de espera, descubría un hecho adicional sobre uno de estos pájaros. Durante un verano fue día tras día a unos riachuelos cerca de Nueva Orleans para observar una tímida ave acuática. Tenía que sumergirse hasta el cuello en esa agua casi estancada, respirando escasamente, a la vez que incontables serpientes mocasines venenosas nadaban por su rostro, y enormes caimanes pasaban repetidas veces frente a su silenciosa observación. “No era placentero,’ comentó, a la vez que su rostro se iluminaba por el entusiasmo, “pero, ¿qué con eso? Conseguí la fotografía del pájaro.’ Él haría todo eso sólo por la fotografía de un pájaro”.

Los grandes comandantes militares de la historia aprendieron la lección de la disciplina. Músicos famosos tuvieron que inclinarse para recibir el yugo de la disciplina. Los líderes de cada área de la vida trabajaron, practicaron, sufrieron y soportaron para poder alcanzar el pináculo. Las alturas alcanzadas y guardadas por grandes hombres no fueron conquistadas por un vuelo repentino. Sino que mientras sus compañeros dormían ellos se esforzaban despiertos en la noche.

Dios llama a cada cristiano a vivir en disciplina. Debe haber disciplina en la oración, disciplina en el estudio de la Palabra, en el uso del tiempo, en el testimonio a otros, en la vida sacrificial. Por el ejemplo del Señor Jesús, por las urgentes necesidades de un mundo agonizante y por el riesgo personal de ser desechado al final, disciplinémonos para que Cristo obtenga lo máximo y mejor de estas pasajeras vidas nuestras.

Cuando hablamos de disciplina podemos decir que sólo existe cuando hay un grado de negación a sí mismo y por lo tanto es pertinente que hablemos ahora sobre el Rechazo. En el Nuevo Testamento encontramos algo más que una sugerencia acerca del rechazo inevitable que produce la fidelidad a Cristo. El hombre que está determinado a obedecer, debe estar preparado para quedarse solo.

Todos huimos del ridículo y de la burla, porque queremos ser aceptados. Anhelamos ese sentido de “pertenencia» que proviene de conformarnos a quienes nos rodean. Nadie quiere que los demás piensen que uno es raro—o un inadaptado—, alguien que no es conformista. Pero el hombre que camina con Dios debe estar dispuesto a pagar ese precio. El Señor Jesús fue un objeto de burla para la gente de su generación. Así sucederá también con cualquiera que lo siga. El mundo no puede soportar a una persona que está dedicada a la voluntad de Dios. La vida santa del discípulo devoto condena el pecado y el egoísmo de los hombres mundanos.

Pero algo aun más difícil de sobrellevar es el antagonismo de otros cristianos. Ya es suficiente tener a los impíos gruñendo como perros callejeros, como para que se agregue una copa más de amargura para beber—la mirada insidiosa de los santos no tan santos. Jesús mismo fue rechazado por sus hermanos. ¡Ellos pensaron que tenía problemas mentales! ¿Por qué? Sólo porque puso a Dios en el primer lugar y a su ego en el último. Ellos no pudieron soportar a alguien así. Sus palabras y hechos los llagaban como lava fundida.

El Apóstol Pablo sabía algo de esto. Él escribió lo siguiente a los corintios en su primera carta capítulo 4 versículos 9 al 14: “Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos. No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados”.

La iglesia necesita jóvenes que estén dispuestos a estar firmes aunque se queden solos. Se necesitan chicos y chicas a quienes no les importe ser deshonrados y despreciados. Se necesita una nueva raza que se atreva a ser diferente en sus valores, vestimenta, modo de hablar y ambiciones. “Se solicitan, hoy, hombres y mujeres que obedezcan a sus verdaderas convicciones al costo de su fortuna, amigos y su propia vida”.
Alguien dijo alguna vez, “Es mil veces mejor la peculiaridad efectiva que la ordinariez inefectiva”.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que está basada esta serie de programas.


1 Comment

  1. Jean Paolo dice:

    Me gusta sus estudios bíblicos sigan así bendiciones desde chile

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