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Autor: Dr. Makram Mesherky

En los últimos años y como consecuencia de la guerra mayoritariamente, se ha producido un movimiento masivo de personas de unos países a otros. ¿Cómo se trata el tema de los extranjeros en la Biblia? ¿Qué significan los términos Xenofilia y Xenofobia?


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PE2819- Estudio Bíblico
¿Xenofilia o Xenofobia?



Amigos, una vez más nos encontramos estudiando, meditando y pensando en la Palabra de Dios. Debo decir que, como joven cristiano, fue grande mi asombro al enterarme que la palabra griega utilizada en el Nuevo Testamento para “hospitalidad”, philoxenia, significa literalmente ‘amor al extranjero’. Como árabe que soy, me alegró mucho saber que la hospitalidad no solo es inherente a la cultura de Medio Oriente, sino que también es una virtud cristiana.

Me reconfortó en gran manera leer la exhortación de Pablo a practicar la hospitalidad en Romanos 12:13 en la Traducción al Lenguaje Actual: Reciban en sus hogares a los que vengan de otras ciudades y países. ¡Qué hermoso llamado a practicar la philoxenia o, dicho de manera más moderna, la xenofilia! Desde hace ya dos mil años que el Espíritu Santo nos exhorta a todos los cristianos de esta manera en Hebreos 13:2 No os olvidéis de la hospitalidad.

Sin embargo, podemos ver también la otra cara de la moneda. Hoy día, mucha gente siente temor por la cantidad de inmigrantes que entran al país y hacen uso de la ayuda estatal y los puestos de trabajo, moviéndose tan solo en su grupo étnico y formando sociedades paralelas. Como consecuencia, la gente local se ve atrapada muchas veces por el torbellino de la xenofobia, es decir, por una hostilidad, en lugar de hospitalidad hacia los extranjeros. Aunque pueda ser una reacción humana comprensible, tiene, sin embargo, repercusiones negativas.

Ante este hecho, resulta esclarecedor y esperanzador recordar que nuestro Señor Jesús vivía en un país subyugado por una potencia extranjera y pagana, el Imperio romano. El Gobierno era ejercido por inmigrantes prosélitos de la dinastía herodiana e integrantes religiosos de una élite sacerdotal corrupta. A pesar de esto, Jesús siempre estuvo dispuesto a dialogar de manera instructiva y amable con todos los miembros de la sociedad, incluso con aquellos que nadie quería. Según Mateo 11:19 Era conocido como el amigo de los publicanos y los pecadores.

Cuando estando en la ciudad de Jericó visitó la casa de Zaqueo, todos murmuraron diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador, lo leemos en Lucas 19:7. Sin embargo, la actitud de Jesús, el Hijo del hombre, era como dice Lucas 19:10, venir a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Jesús fue también a la casa de un fariseo, al hogar del principal de la sinagoga, e incluso, según Lucas 7:1 estuvo en la morada de un centurión romano. Más tarde, los discípulos siguieron sus pisadas y visitaron casas de extranjeros, la mayor parte de ellos paganos. Por ejemplo, Pedro fue con varios hermanos a la casa de Cornelio, podemos encontrar esto en Hechos 10. Pablo visitó a un gentil enfermo y, Hechos 28:8-30, cuenta que, después de llegar a Roma, recibió a muchos huéspedes en su casa.

En el correr de la historia, los cristianos han sido muchas veces descritos como se les llama en 1 Pedro 2:11 extranjeros y peregrinos, es decir, como hombres que solo están de paso por esta tierra. Desde esta perspectiva, deberíamos acercarnos con comprensión y simpatía a las personas que por diferentes razones se han convertido en inmigrantes y extranjeros en un país desconocido. Aún en estos tiempos difíciles seguimos siendo embajadores de Cristo, por lo que nuestra tarea es seguir a Jesús y hacer la obra que él nos encomendó en nuestras familias, iglesias y sociedades.

Permítame proponerle algunas maneras de cómo asociarnos con extranjeros de una manera digna y correcta: En primer lugar, ore a Dios para que le brinde oportunidades de entablar contacto con personas de otros países. Pídale que lo ayude a diario a estar atento a su voz. Si ya conoce a algunos extranjeros, ore por ellos, nombrándoles. Pídale a Dios que obre en sus corazones y en cada una de sus circunstancias. Muestre interés por sus vidas, pregúnteles cómo les va con su trabajo y su familia. Escuche con atención sus preocupaciones. Expóngalas en oración delante de Dios. Si las personas están de acuerdo, lo puede hacer junto a ellas.

También puede usar pequeños gestos de atención que “rompan el hielo”. Por ejemplo, Puede saludar a la persona en su propio idioma: “salam aleikum, en el caso de un árabe, o “shalom” cuando se dirige a un judío. Una calcomanía en su auto que diga: “Dios te ama” en diferentes idiomas, puede ser un buen gancho para entablar una conversación.

También es posible que alguien necesite ayuda para conseguir comida kosher o halal. Su asistencia puede significar mucho y ser el comienzo de una relación amistosa. Puede ser que un extranjero tenga sus reservas a la hora de visitar una casa con costumbres y comidas que desconoce. Sin embargo, no tendrá nada en contra de recibir visita en su propio hogar. Cuando se encuentre con extranjeros que se vistan y hablen de manera distinta o sigan otra religión, aproveche estas diferencias para entablar una conversación. Puede, por ejemplo, preguntar al otro acerca de su estilo de vida.

En tercer lugar, trate de entender a los extranjeros en su barrio o ciudad. Infórmese acerca de ellos, de cómo son sus sociedades y cuáles son sus religiones. Sin embargo, no olvide que lo que lee o escucha solo le servirá para orientarlo y no necesariamente coincidirá en todos los detalles con sus vidas.

Aunque la persona no conozca bien sus propios libros sagrados, nunca hable de ellos con desdén. Tampoco finja estar de acuerdo con ellos. Respete la creencia de la persona, o su falta de fe si es atea. No hable mal de los fundadores y libros sagrados de su religión. De esta manera, preparará la tierra para poder hablarle de Cristo. En Hechos 17:22-31 encontramos un buen ejemplo con el discurso del apóstol Pablo ante los atenienses.

Como siguiente punto, trate a los extranjeros con mucho respeto. No olvide que ellos también fueron creados a la imagen de Dios, como usted y yo. Esté dispuesto a ayudar en lo que sea necesario, pero sin imponerse. Si quiere ganar hombres y mujeres para Cristo, debe servirles de manera práctica. Trate de librarse de los prejuicios y acérquese a ellos con un amor genuino y un verdadero interés.

Por último, considere que no existe un grupo homogéneo llamado extranjeros, sino que cada uno de ellos es un individuo de ideas y costumbres propias y, por lo tanto, existen muchos métodos para llevarles y explicarles el evangelio. ¿Es su vecino hindú, budista, musulmán, judío o ateo? Piense en la mejor manera para entablar una conversación. Si le hace preguntas, escuche sus respuestas con atención.

Su meta debe ser saber más de él, de ella y de su fe, no ganar discusiones o ridiculizar su concepción del mundo. Si lo escucha, es probable que él también lo escuche a usted cuando le dé una breve y precisa explicación del evangelio. No es su tarea ganar una pelea. En lugar de esto, pídale a Dios que él conquiste el corazón de la persona. Lo más importante es tener un corazón abierto y estar dispuestos a amar, respetar y alcanzar a las personas de nuestro entorno a la manera de un seguidor de Cristo.

Ahora, respire hondo y lea Apocalipsis: 3:20 como si lo hiciera por primera vez: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. ¿Podría esto convertirse en su proyecto misionero? Entonces, ¡manos a la obra!

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