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Rosario Díaz nos cuenta su testimonio, habla sobre cómo pasó de vender drogas junto con su esposo, a tener un renacer y cambiar su vida por completo. Te invitamos a conocer este testimonio que nos muestra que Dios nos puede sacar de las situaciones más difíciles, y puede renovar nuestras vidas cuando nos entregamos a Él.


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EA765 – Entre Amigas –
«Renacer» es posible – Parte 1



Entrevista a Rosario Díaz

 

Victoria: Estamos nuevamente en Entre Amigas, ha llegado el momento de la entrevista, hoy con una nueva amiga que se suma a tantas otras que han estado compartiendo con nosotras. Rosario, muchas gracias por estar con nosotras.

Rosario: Bueno, muchas gracias a ustedes por invitarme, y bueno, estoy dispuesta a que me pregunten lo que quieran saber.

Victoria: Muy bien. Hay algo particular en la vida de Rosario, así que ella se va a presentar y nos va a contar un poco acerca de quien es, pero hay un antes y un después en su vida y es en eso en lo que nos vamos a centrar.

Rosario: Bueno, tengo 39 años, tengo dos hijas hermosas: Naomi de 17 años y Amaloa de 13 años. Hace 23 años que estoy con mi esposo Alejandro Nipur Fernández, soy enfermera, trabajo en el BPS, Sanatorio Canzani. Y bueno, siempre que uno conoce al Señor hay un antes y un después en la vida de cada uno. Cuando era niña me acuerdo de que conocía lo que era el catolicismo, iba a catequesis y me gustaba, me sentía cómoda, pero lo hacía como algo monótono algo que me mandaban a hacer mis padres. Después me alejé de todo lo que era eso. Yo tenía a una familia bien constituida, tenía a mi padre y a mi madre, la situación económica no era mala, éramos de clase trabajadora y en esa época la clase trabajadora vivía bien, no había grandes problemas. Estando en el liceo conocí a Alejandro, y hoy entiendo muchas cosas que en ese momento no entendía. Lo conocí en tercero de liceo y nos hicimos novios en cuarto. Él también era un chiquilín bien, estudioso, teníamos un futuro, porque la verdad es que los dos teníamos los medios como para tener un buen futuro. Sin embargo, fueron pasando determinadas cosas.

Él tenía problemas en su casa, y a raíz de eso cayó en la droga. Éramos tan chicos que en ese momento yo no me daba cuenta de lo que estaba pasando. Él empezó a cambiar de amistades, se juntaban en lo que antes era el mercado agrícola, en una de las bandas más conocidas, en una zona que en ese momento era bastante fea, era una zona roja acá en Montevideo. Mi padre me decía que no fuera a ese lugar, y yo por desobediente lo hice igual. Fui a buscarlo un día, y cuando llego pregunté si habían visto a Nipur, nadie lo conocía por Nipur, así que yo le dije: Uno morochito de ojos verdes. Y me dicen: Ah, el pelado Ale. Y ahí me enteré de que a mi esposo le decían “el pelado Ale”. Entonces me llevaron a un lugar, y bueno, como que ese lugar me atrapó realmente. Teniéndolo todo en mi casa, ese lugar me absorbió. Me atrapó. Y a partir de ese día que entré a esa casa, pasé a ser uno más de ellos. Empecé a convivir con ellos, a estar en ese ambiente. En medio de eso quedé embarazada, y nació Naomi. Es raro de explicar, hoy entiendo que evidentemente el enemigo toma las vidas de las personas, hoy puedo entender a las personas que están en esa situación, porque es un ambiente que te atrapa. Es algo muy espiritual.

Victoria: Y generalmente, mediante las carencias o los problemas que uno puede tener, es como un escape, es como la búsqueda de un escape a la situación que estás viviendo en un momento.

Rosario: Tal cual. Yo, como te decía, ahora entiendo cosas que en ese momento no entendía. Aparentemente en mi casa estaba todo bien, tenía una familia constituida, pero evidentemente yo no estaba bien. Por algo me sentí cómoda en ese lugar. En mi casa mis padres se separaron, mi madre se fue de casa con mi hermano menor, mi padre quedó muy afectado por esa situación así que discutíamos todo el tiempo, era una situación horrible, y en ese lugar yo encontré como un refugio. Éramos todos de la misma edad, no había mayores, o sea que no había reglas, y desde ese momento pasaron a ser mis amigos, mis amistades, mi familia. A veces uno piensa que en lugares así no hay amistad, pero sí la hay, y fue lo que nos atrapó, tanto a mí como a mi esposo. Y bueno, pasamos a ser parte de ese lugar, parte de ese sitio.

Nosotros éramos un grupo para delinquir, realmente, porque era así. Hoy yo no entiendo cómo pude estar en ese lugar, pero entiendo que es algo bien satánico, que te envuelve y terminás haciendo cosas que no sabés como pudiste haberlas hecho. Fue pasando el tiempo, nosotros vivíamos de la venta de drogas y éramos conocidos. No era una venta chica, era una boca grande, como una empresa para delinquir, donde éramos un grupo de las personas más buscadas. Mi esposo comenzó a consumir cada vez más drogas, y yo estaba tan enferma como él, pero por el dinero. Yo no me drogaba, pero él si empezó a consumir cosas cada vez peores, en ese tiempo no existía la pasta base, sino que la cocaína se cocinaba, y él empezó a consumir en esa época. En ese momento quedé embarazada de Amaloa, y ese embarazo lo pasé realmente horrible, porque nosotros a causa de la droga estábamos enfermos. Era de noche y empezábamos a discutir, y se hacía de día y seguíamos discutiendo.

Victoria: Fuera de control, tanto el consumo, como la vida de ustedes.

Rosario: Totalmente. Nuestra vida era un desastre, literalmente. En una de esas vueltas, Nipur empezó a buscar ayuda por todos lados, en clínicas que eran pagas, estuvo yendo al hospital donde le hicieron detoxificación, pero nada servía. Le mandaban pastillas y era peor, porque mezclaba pastillas con alcohol, y la situación cada vez se iba más de control. Yo estaba muy agresiva porque no podía controlar la situación, él se iba por 5 días de casa, y después volvía. Yo a lo último, es horrible decirlo, pero estaba deseando que se fuera y se drogara, porque sabía que ahí por 6 días no iba a volver y yo iba a estar tranquila en mi casa. Porque apenas volvía, y aquellos que saben lo que es vivir con un adicto quizá lo entiendan, es horrible porque ellos salen, entran, revuelven, tocan, revisan, vos te enfermás con ellos. Constantemente tenés que estar mirando si se llevaron algo, la situación era un caos. Era un caos a tal punto que realmente deseé que se muriera. A mis ojos era la única salida que yo tenía, porque era cada vez más horrible la situación.

Él estuvo en varios lugares, y después se internó en un lugar que se llama Remar, y ahí él conoció a Dios, si bien no se convirtió, fue una semilla que se sembró del evangelio. Yo iba todos los domingos, porque la forma de verlo era yendo a los cultos, Y evidentemente el Espíritu Santo obró allí, porque fue un paso hacia la transformación total.

La verdad es que no me podría haber imaginado en ese momento cómo iba a terminar todo esto. Cuando Nipur salió de Remar nos casamos, porque antes no estábamos casados legalmente, vivíamos juntos, pero nunca nos casamos. Cuando él salió, quería hacer las cosas bien, así que nos casamos, pero volvimos al mismo ambiente. Siempre volvíamos al mismo ambiente, no habíamos entendido nada en realidad. Solo había una semillita que iba a dar fruto más adelante, así que estoy muy agradecida por todas las personas que oraron y que plantaron esa semillita.

Pero bueno, cuando volvimos al ambiente de siempre, Nipur agarró a uno de los chicos del ambiente, que también estaba en la droga, y hizo que también entrara a Remar. Mientras el chiquilín estaba en Remar, mi esposo empeoró muchísimo, se drogaba cada vez más. Pero cuando el chico que estaba en Remar salió, se empezó a congregar en una iglesia, que es la iglesia a la que hoy asistimos, Pan de Vida.

Cuando Nipur ya estaba muy mal, este muchacho empezó a hablar conmigo, me empezó a compartir la Palabra, me decía que Dios me amaba, y yo no entendía, yo decía: Mirá lo que soy, estoy vendiendo droga, ¿cómo voy a ir a la iglesia? Me daría vergüenza. Pero él, una noche cuando salía de la boca, me dijo: ¿No entendés que Dios conoce tu corazón, que él mira tu corazón y no lo que estás haciendo? No me olvido más de eso, para mí fue impactante lo que me dijo. Así empecé a ir a la iglesia, aunque seguía vendiendo y seguía con mis amistades, empecé a ir a la iglesia, y empezaron a suceder cosas. Por ejemplo, un sábado fui a la reunión de mujeres, y yo traía toda la plata que había hecho el viernes para poder rendir las cuentas después. Y salgo, y en la puerta de la iglesia me roban. Nunca me había pasado, pero Dios me mostró lo que la gente que iba a drogarse, que robaban, le hacían vivir a las personas. Lo pude vivir en mi carne y fue horrible la situación. Yo estaba con mis hijas, y sacaron un cuchillo para lastimarlas. Dios nos cuidó, pero fueron muchas cosas que empezaron a pasar, y me di cuenta de que era Dios el que estaba haciendo esas cosas. Yo a veces ni tenía ganas de ir, pero igual iba, fui constante en eso. Mi esposo ya estaba con delirios, pensaba que lo engañaba, me quería matar a mí, quería matar a todo el mundo, y la cosa es que él un día me siguió al culto de jóvenes, pensando que me iba a encontrar con alguien. Él venía con un arma en la riñonera dispuesto a entrar y matar al hombre. Y dice que cuando entró nos vio a todos aplaudiendo, pensó que estábamos todos locos. La cosa es que él recibió al Espíritu Santo en esa reunión. Después de eso me pidió ayuda, y yo le dije: La única manera en la que puedo ayudarte es que vos vayas a la iglesia. Así que empezamos a ir juntos a la iglesia, íbamos todos los domingos. Sin embargo, seguíamos vendiendo, porque era la forma en la que nosotros sustentábamos a nuestra familia.

Victoria: De lo que un joven elige, al elegir su vida laboral, ustedes habían elegido ese camino.

Rosario: Sí. No sabíamos lo que era el trabajo. Nuestras cuentas, el alimento, la ropa, los lujos, todo lo comprábamos con ese dinero. Y un domingo, el pastor dio una palabra que para nosotros fue el llamamiento que tuvimos. Habló de cuando Jesús llama a los discípulos y dice: Dejad sus redes, que yo os haré pescadores de hombres. Fue como que me taladró el pecho, y al salir hablamos, y a los dos nos había pasado lo mismo. Esa palabra la agarramos como el lema para nuestras vidas, y decidimos que a partir de ese día íbamos a entregar todo lo que teníamos, y no importaba si pasábamos hambre, pero íbamos a seguir al Señor. Y así fue. Nuestros amigos se burlaron de nosotros, decían que a la siguiente semana íbamos a volver, que no íbamos a poder, pero fue algo tan fuerte lo que sentimos, porque sentimos realmente un llamado de Dios, que dejamos todo. Y nos cambió la vida.

Mi esposo empezó a trabajar en un supermercado. En el ambiente en el que nosotros estábamos antes, él tenía un nombre, era importante. Y un día voy a verlo al trabajo, y estaba arrodillado lavando las bolsas de la leche. Y me dio cosa. Mis hijas pasaron de tener todo a llegar una Navidad y no tener nada para regalarles, o sea que ellas también tuvieron que hacer ese proceso, y nunca me voy a olvidar de la primera Navidad, que no le habíamos podido comprar nada, les habíamos regalado unas muñecas de plástico horribles, y veíamos que Naomi lloraba, y le dijimos: Naomi, no llores, ahora papá y mamá no te pueden hacer estos regalos. Y ella era chiquita, y nos dijo: Yo no lloro por eso, lloro porque es la primera Navidad juntos. Porque antes las Navidades las festejábamos saliendo, dejando a las nenas en casa y yendo a alcoholizarnos a algún lado. Y era la primera Navidad en familia.

El Señor también nos sorprendió con los vecinos que nos traían comida, el Señor realmente nos sustentó. Fueron momentos hermosos en los que pudimos ver la mano de Dios de una manera tremenda. Después el Señor nos bendijo con trabajos, ahora mi esposo es empleado público, y yo ejerzo como enfermera.

Victoria: Muy bien, amigas, vamos a seguir escuchando más del testimonio de Rosario. Las invitamos a que puedan escucharnos en el próximo programa, y que recuerden que hay esperanza. Aún en medio de decisiones no acertadas, Dios siempre tiene una puerta de salida en donde menos lo esperamos. Simplemente tenemos que estar atentos para saber a dónde mirar.

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