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Autor: Tom Short

Un recorrido por cinco preguntas básicas sobre la fe cristiana, que pocas veces son respondidas adecuadamente: evidencias de Dios, Biblia, propósito de Jesucristo, vida cristiana.


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PE2387 – Estudio Bíblico
Preguntas cruciales sobre el cristianismo (7ª parte)



¿Qué tal, amigos? Quisiera continuar en el programa de hoy hablando de Jesús. La vez pasada dijimos que Jesús no fue simplemente un maestro, como muchos piensan. Él declaró cosas grandiosas sobre sí mismo; por ejemplo, que él era el camino para llegar a Dios. Para probar sus palabras y sus actos, comenzamos a estudiar algunas evidencias sobre su persona. En primer lugar, conversamos sobre cómo Jesús cumplió innumerables profecías señaladas en el Antiguo Testamento de la Biblia; tantas profecías que es sumamente improbable que otra persona pueda cumplirlas. Ahora te invito a ver tres tipos más de evidencia.

Además de las profecías acerca del Mesías prometido, Jesús probó ser quien era mediante los milagros que realizó. Ningún otro líder religioso ha actuado como Jesús. De forma pública que todos vieron, Él:

  • Hizo posible que los cojos caminaran, los ciegos vieran, los sordos oigan y los mudos hablen
  • Resucitó personas de entre los muertos, aún a un hombre que había estado sepultado por cuatro días
  • Convirtió agua en vino
  • Alimentó a miles de personas con solo unos pocos peces y algunas rodajas de pan
  • Calmó una enorme tormenta con solo una palabra.

Estos milagros no fueron meras leyendas o mitos. Testigos oculares registraron los hechos y detallaron nombres, fechas y lugares. Fueron históricamente precisos y se pudieron utilizar como pruebas para respaldar las afirmaciones de Jesucristo.

La otra prueba que respalda las afirmaciones de Jesucristo es la forma en la que murió. Jesús creyó lo que dijo hasta la muerte. Muchos de los otros grandes líderes religiosos simplemente murieron de vejez, enfermedades, u otros medios naturales. A Jesús lo mataron a la edad de 33 años como resultado directo de Su enseñanza. De hecho, Jesús fue una de las pocas personas en la historia juzgado y ejecutado por quién declaró ser. Declaró ser el Mesías, el Hijo del Dios viviente y los líderes religiosos de aquel tiempo simplemente se negaron a aceptarlo. Finalmente, lo condenaron por blasfemia, porque Él (que en la opinión de ellos era un mero hombre) se hizo igual a Dios. Jesús pudo haber evitado fácilmente Su cruel ejecución. Pudo haber dicho que, a decir verdad, no estaba declarando ser el Hijo de Dios y explicarles a los líderes religiosos de Su tiempo lo que en realidad quiso decir. Pero no lo hizo. Sabía exactamente quién era. Y los líderes religiosos sabían exactamente quién declaraba ser. Jesús no intentó negar la identidad que Él afirmó, aun cuando supo que le costaría Su vida.

La cuarta y última evidencia de su deidad, es Su resurrección corporal de la muerte. Existen tres hechos:

  • 1. Jesús vivió
  • 2. Él murió
  • 3. Fue sepultado

Y luego, se ve un cuarto hecho que cambió el curso de la historia. Pasados tres días de que fue sepultado ¡Su tumba estaba vacía! ¡Su cuerpo ya no estaba!
Durante los cuarenta días siguientes, cientos de personas testificaron ver a Jesús vivo otra vez. Hablaron con Él, comieron y lo tocaron. Se le apareció, al menos en diez oportunidades diferentes, a individuos y grupos tanto grandes (más de 500) como pequeños. Se presentó ante personas que se reunían en casas y a otras que se encontraban al descubierto. Se apareció a personas que al comienzo se mostraban muy escépticas cuando se les comunicaba la resurrección, pero que luego salieron al mundo a contar lo que había sucedido. Tomás, uno de los doce discípulos de Jesús, fue uno de esos escépticos. Su mundo entero se desvaneció cuando Jesús fue crucificado. Sus esperanzas y sueños se quebraron, y decidió volver a su antigua vida y tratar de reclamar lo que había perdido cuando decidió seguir a Jesús. Cuando se le informó acerca de la resurrección, endureció su corazón, y Juan 20:25 registra que declaró firmemente: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”. En Juan 20:26-28 se nos cuenta que ocho días más tarde, se le cumplió el deseo. Los discípulos se reunieron, las puertas estaban cerradas y Jesús se paró en medio de ellos. Miró a Tomás a los ojos y dijo, “Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.” Tomás respondió: “¡Señor mío, y Dios mío!”. ¡Puede apostar que “Tomás el incrédulo”, después de esto, no volvió a dudar!

¿Está entendiendo el significado de todo esto? ¡La Biblia dice que Jesús de verdad resucitó físicamente de entre los muertos! No se trata de una “resurrección espiritual” o la idea de que, a pesar de que lo hayan matado, “vive con nosotros hoy”. ¡En lugar de ello, el cuerpo literal que fue crucificado y sepultado hoy está vivo y bien! Pero, ¿Cómo sabemos si esto en realidad sucedió? Lo sabemos de la misma manera que conocemos cualquier otro acontecimiento histórico: mediante testigos oculares fidedignos que estén dispuestos a someterse a un interrogatorio. Así como un jurado se convence por el testimonio de testigos oculares que lo sostienen bajo un interrogatorio intenso, de la misma manera el Nuevo Testamento nos proporciona numerosos relatos convincentes de testigos oculares acerca de la resurrección de Jesús. Sin embargo, el “interrogatorio” realizado a Sus seguidores no era tan simple como presentarse ante un abogado magistral en los confines de un tribunal. El interrogatorio era muy simple: “deja de hablar de la resurrección o sus bienes serán confiscados y usted será golpeado, encarcelado, y finalmente torturado hasta la muerte”. Esto fue exactamente lo que sucedió. De los doce discípulos que fueron los testigos principales de la resurrección, once sufrieron muertes crueles y tortuosas en vez de cambiar sus historias. El duodécimo apóstol (Juan) (quien había sobrevivido a ser sumergido en una tinaja de aceite hirviendo) fue abandonado en una isla desierta hasta su muerte natural. No deje que el impacto se pierda. Estos testigos (personas conocidas por su sinceridad e integridad) enfrentaron el último interrogatorio y ni uno de ellos cambió su relato, ¡a pesar de tener buenas razones para hacerlo!

Si es honesto, deberá admitir que existe evidencia suficiente para convencer un tribunal de que Jesús resucitó de los muertos. Sé que es difícil creerlo. Sé que las personas que mueren, por lo general, no resucitan. Sé que nunca ha visto a alguien resucitar antes. Hasta ahora la evidencia demuestra convincentemente que Jesús resucitó de los muertos. Personalmente, ¡lo creo! Y no soy el único. El mundo nunca volvió a ser el mismo desde que Jesús vino a la tierra, vivió, murió y resucitó de los muertos. Más personas han creído en Él y lo han seguido, más que a cualquier otro líder que alguna vez haya vivido. Naciones enteras y culturas se han desarrollado alrededor de Sus enseñanzas. Vidas individuales, comunidades e incluso naciones han sido cambiadas radicalmente por Él. Ha surgido como la única figura más influyente de todos los tiempos. De hecho, no sería errado decir que la historia realmente es “Su historia”.

Amigo, ya para cerrar el programa de hoy, compartiré contigo una prosa de autor anónimo, que trata de capturar la vida e impacto de Jesucristo:

“He aquí un hombre que nació en una aldea desconocida, el hijo de una campesina. Trabajó en un taller de carpintería hasta que tuvo treinta años y luego, por tres años, fue un predicador ambulante. Nunca escribió un libro. Nunca ocupó un puesto. Nunca fue propietario de una casa. Nunca tuvo familia. Nunca fue a la universidad. Nunca viajó más de trescientos kilómetros del lugar donde nació. Nunca hizo una de esas cosas que usualmente acompañan la grandeza. No tuvo credenciales aparte de Sí mismo.

Siendo joven todavía, la corriente de opinión popular se volvió contra él. Sus amigos se apartaron. Fue entregado a Sus enemigos. Atravesó la burla de un juicio. Fue clavado en una cruz entre dos ladrones. Mientras moría, Sus ejecutores echaron suertes por la única propiedad que tenía en la tierra – Sus vestidos. Cuando murió, fue descolgado y puesto en una tumba prestada por la piedad de un amigo. Diecinueve largos siglos han ido y venido, y hoy Él es el centro de la raza humana y el líder de la columna del progreso. No exagero cuando digo que todos los ejércitos que han marchado alguna vez, todas las naves que han sido construidas, todos los parlamentos que han sesionado, y todos los reyes que han reinado, juntándolos a todos, no han afectado la vida del hombre en esta tierra tan poderosamente como lo ha hecho esa sola vida solitaria”.

¿Fue solo un buen maestro? Aunque ha habido maestros como Jesús, Él fue mucho más que solo un maestro. Jesús fue, y es, el Señor y Salvador, la solución a nuestro problema fundamental. Él mismo es la respuesta a nuestras necesidades espirituales, emocionales y relacionales, porque Él vino a reconciliarnos con Dios. Una relación con Dios, ¿es posible? Responderemos esta pregunta en el próximo programa.

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