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Autor: Carl Trueman

La teología de Martín Lutero era una teología centrada en la Cruz de Cristo. Sólo a la luz de la Cruz entendemos quién es Dios. La Cruz de Cristo no sólo altera nuestros conceptos teológicos, sino revoluciona la ética y la experiencia de vida cristiana.


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PE2478- Estudio Bíblico
La teología de la Cruz de Martín Lutero (1ª parte)



Estimados, alguna vez se han preguntado: ¿Dónde se revela el Dios viviente, como en ninguna otra oportunidad?
A esta pregunta el reformador Martín Lutero solía responder de manera breve y concisa: “en la cruz”. Lo que eso significa en cuanto al carácter de Dios y para nuestra vida personal, no es nada menos que una sensación.

Nadie podría haber imaginado que la reforma de octubre de 1517 sería iniciada a través de las 95 tesis de Martín Lutero. El documento en sí tan solo presentaba el escenario para un debate universitario. Lutero solamente argumentaba en favor de la corrección de la así-llamada granjería de indulgencias, no en favor de la abolición de la misma. Él ni siquiera intentó presentar un plan para una amplia reforma teológica y eclesiástica.

De hecho, antes de sus tesis, el 4 de setiembre de 1517, en su Disputa contra la Teología escolástica, Lutero había dicho cosas mucho más controversiales cuando criticó, por ejemplo, la manera como se practicaba la teología medieval desde hacía siglos. Esta disputa, no obstante, pasó sin que nadie chistara. Hablando humanamente, fue solamente la combinación extraordinaria de algunos hechos exteriores – de tipo social, económico y político – lo que hizo que las 95 tesis llegaran a ser la chispa que encendiera la mecha de la Reforma.

Pero, una vez encendida esta mecha, la iglesia cometió un error fatal: permitió a la Orden de los Agustinos, a la cual pertenecía Lutero, considerar todo el asunto como un problema insignificante, local. En abril de 1518 debía realizarse una asamblea de la orden, y se le pidió a Lutero que explicara algunas tesis de su teología, para que sus hermanos pudieran evaluarlas. De este modo, las relativamente triviales 95 tesis de Lutero, dieron allí la oportunidad decisiva de redactar la teología que él ya había expresado anteriormente en su disputa de setiembre.

Esta disputa de Heidelberg demostró ser de importancia por dos razones. Por un lado, por lo menos otro futuro grande la de Reforma estaba presente, Martín Bucero, el reformador de Estrasburgo, quien pasaría su vejez como profesor de teología en Cambridge. Como hombre de gran intelecto y perspicacia interconfesional, Bucero tendría una profunda influencia sobre la próxima generación de reformadores, entre ellos, también, sobre Juan Calvino. La primera prueba del pensamiento reformador la recibió, en aquel tiempo, con Lutero en Heidelberg. Y aún así, a pesar de que Bucero salió de la disputa asombrado de cómo Lutero había atacado lo que había llegado a ser la iglesia, pasó por alto la base teológica de lo que Lutero había dicho. Éste es el segundo punto de importancia: la teología de Lutero sobre la cruz.

Hacia fines de la disputa, Lutero presentó algunas tesis que – según era típico de Lutero – parecían insensatas, o por lo menos confusas:
Las formulaba de esta manera:
No es digno de ser llamado teólogo quien conoce y comprende la esencia invisible de Dios, a través de Sus obras, de Su creación, sino aquel que comprende lo que de la esencia de Dios es visible y dirigida al mundo, hecha visible en el sufrimiento y en la cruz.
El teólogo de la gloria llama al mal bien y al bien mal.
El teólogo de la cruz llama a las cosas como realmente son.
Aquella sabiduría que reconoce y ve la esencia invisible de Dios en la creación, hace que la persona se enorgullezca, se enceguezca, y se endurezca”.

Estas declaraciones, en definitiva, describen la parte central de la teología de Lutero. Si comprendemos lo que él quiso decir con estos términos y expresiones – un poco oscuras –, no solamente aclaramos el contenido de su teología, sino entendemos también cómo – según su opinión – deberían pensar los teólogos.

De hecho, Lutero aquí retoma la declaración explosiva del apóstol Pablo, en 1 Corintios capítulo 1, y la desarrolla en un precepto teológico básico.
La clave de su argumentación, es su opinión de que los humanos no deberían especular sobre quién es Dios y cómo actúa, si antes no Le han visto tal como Él mismo se revela. Es así que Lutero considera la auto-revelación de Dios como básica para toda teología. Ahora, seguramente no existe hereje alguno en la historia que no confirme esto, ya que toda teología presupone la auto-revelación de Dios – ya sea en la naturaleza, en el intelecto humano, en la cultura, o en lo que sea.

Lutero, no obstante, tenía una idea radicalmente restrictiva de la auto-revelación de Dios. Dios se reveló a Sí mismo como misericordioso frente a la humanidad en la encarnación, cuando Él se mostró a sí mismo en forma de ser humano.

Y el punto culminante de esta auto-revelación ocurrió en la cruz del Calvario. De hecho, Lutero a veces se refería de manera enigmática al Cristo crucificado como “vista posterior de Dios” – ése era el punto en que Dios apareció como totalmente contrario a lo que, por lo demás, se podría haber esperado de Él razonablemente.

Los “teólogos de la gloria”, por lo tanto, son aquellos que forman su teología a la luz de lo que Dios debería ser según sus expectativas – y, qué sorpresa, convierten a Dios en alguien que se parece a ellos.

Los “teólogos de la cruz”, no obstante, son aquellos que forman su teología a la luz de la auto-revelación de Dios, en Cristo, en la cruz.
Las consecuencias de esta postura son revolucionarias. Primeramente, Lutero exigió que se corrigiera la totalidad del vocabulario teológico, a la luz de la cruz.

Tomemos por ejemplo la palabra poder. Cuando los teólogos de la gloria leen en la Biblia sobre el poder de Dios, o utilizan este término en su propia teología, suponen que este poder es comparable al poder humano. Ellos consideran poder comprender el poder divino, si lo más poderoso que se pueden imaginar lo agrandan hasta lo infinito. A la luz de la cruz, sin embargo, esta comprensión del poder de Dios es exactamente lo contrario.

El poder de Dios se revela en la debilidad de la cruz, ya que, cuando Él aparentemente estuvo vencido por la mano de los poderes malignos y de las autoridades terrenales corruptas, Jesús mostró Su poder divino al vencer a la muerte y al poder del maligno. De modo que si un cristiano habla del poder de Dios, o incluso del poder de la iglesia o del cristianismo, esto tiene que ser entendido bajo las condiciones del poder de la cruz, escondido en forma de debilidad.

Para Lutero, entonces, todos los demás términos teológicos deben ser considerados de la misma manera. Es así como, por ejemplo, la sabiduría de Dios se revela en la locura de la cruz. Porque, ¿a quién se le habría podido ocurrir la tonta idea de tomar forma humana, para morir una muerte espantosa, en lugar de los pecadores que Lo rechazan conscientemente; La idea de que Dios purificara a los pecadores al convertirse en pecado por ellos; ¿quién hubiera pensado que Dios resucitaría un pueblo a una nueva vida al someterse a Sí mismo a la muerte?

De esta manera, podríamos continuar considerando términos como vida, bendición, santidad y justicia. Todos ellos son importantes conceptos teológicos; y todos ellos son propensos a que las personas los interpreten según su propia imagen; pero todos ellos deben ser comprendidos de una manera nueva a la luz de la cruz.

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