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Hoy entrevistamos a Isabelle Ramseyer acerca de la soledad. Respondimos algunas preguntas como: ¿Dios diseñó al hombre para la soledad? ¿Por qué razón pasamos momentos de soledad? ¿Cómo podemos ayudar a alguien que está pasando por esta situación? ¿Cómo podemos, nosotros mismos, atravesar momentos de soledad? ¡Te invitamos a aprender más sobre este tema!


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EA731 – Entre Amigas –
La Soledad – Parte 1



Entrevista a Isabelle Ramseyer

Victoria: Queridas amigas, continuamos con este programa. En esta ocasión tenemos una amiga de la casa, Isabelle. Hoy vamos a hablar de algo que es muy común. A pesar de que estamos cada vez más comunicados, y de que tenemos gente alrededor, a veces nos sentimos solas, sentimos soledad. Bienvenida Isabelle, queremos escuchar qué es lo que tiene para decir Dios acerca de la soledad. Vamos a estar hablando de este tema en el programa de hoy y en el próximo programa también. Te damos la bienvenida.

Isabelle: Muchas gracias, y muchas gracias por la oportunidad de compartir un tema tan importante. Creo que la soledad es una de las grandes enfermedades de las cuales sufrimos hoy los seres humanos. Creo que es una de las causas de las depresiones, e incluso puede llevar al suicidio y a muchos de los problemas que tenemos hoy. Vemos, por ejemplo, la soledad por los divorcios, especialmente al pensar en los niños que quedan atrás, vemos la soledad en los adolescentes que fuman, que se drogan, que a veces los propios padres ni saben lo que están haciendo, vemos la soledad terrible de los ancianos también.

Victoria: Porque las personas no caducan, pero cuando se llega a la etapa de la ancianidad de los adultos mayores, es bien complicado que puedan estar integrados y acompañados.

Isabelle: Exactamente, muchas veces nadie tiene tiempo para ellos y tienen que lidiar con la enfermedad y con la muerte, a veces solos, que de todos modos es una etapa muy dura de la vida. Y, en realidad, todos nosotros conocemos momentos de soledad. Yo puedo decir que un poquito también sé lo que es, porque me casé a los casi 34 años, y me fui de la casa de mis padres a los 21 años, así que también se un poquito qué es sentirse sola. Pero, también debo decir que hubo un antes y un después en mi vida y en mi soledad cuando conocí el Señor Jesucristo.

Victoria: Así que presten atención si hay alguna de nuestras amigas que se siente en soledad, vamos a estar aprendiendo mucho en este tiempo. Isabelle, ¿Dios diseñó al hombre para la soledad?

Isabelle: No. Dios nos hizo de manera que podamos comunicarnos y que podamos tener comunión los unos con los otros, y también con él, por supuesto. O sea, su voluntad para nosotros es la comunión. Por eso dice en Génesis 2: “no es bueno que el hombre esté solo”. Por eso Dios hizo a Eva, a la compañera para el primer hombre, y por eso creó el matrimonio, creó a la familia, y es mucho más todavía: En realidad, Dios nos creó para Él, Dios nos creó para tener comunión con nosotros. Leemos en Juan 17:24 donde el Señor Jesucristo ora al Padre y dice: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo” O sea que Él nos quiere tener para Él.

Victoria: Y quiere tener una relación, siempre está buscando relacionarse con nosotros.

Isabelle:  Sí, y diría incluso que es nuestro supremo llamamiento, o sea, el sentido de nuestra vida como seres humanos es estar con Dios, es estar en comunión con Dios, para eso es que Él nos hizo, y es ahí donde realmente nos sentimos felices y completos y llenos.

Victoria: Muy bien, entonces, ¿por qué es que el hombre pasa por momentos de soledad, si en realidad Dios no lo diseñó así?

Isabelle: Bueno, la soledad en realidad viene del pecado. Viene del egoísmo que tenemos en nuestros corazones los seres humanos. Viene por ese egocentrismo, esa incapacidad de amar realmente al otro, de pensar realmente en el otro, de servir al otro. El pecado lleva a la soledad. Lleva a la incapacidad de poder tener comunión con Dios, porque el pecado nos separa de Dios, y también lleva a la incapacidad de tener una buena comunión con el prójimo. Si yo pienso solamente en mí, como es el ser humano naturalmente con su egoísmo, si las cosas no van bien, vienen muy rápidamente la amargura, el enojo y la autocompasión. Y ¿a quién le gusta estar con una persona que solamente piensa en sí misma, que solamente se queja, que solamente tiene compasión de sí misma? Es como un círculo vicioso. El pecado, el egoísmo lleva a la soledad, y la soledad lleva a más soledad y a muchos problemas emocionales.

Victoria: Qué fuerte, ¿no? Que dentro de las actitudes de una persona puede estar sembrando el mañana cosechar momentos de soledad para los cuales Dios no nos diseñó. Si nosotros conocemos a alguien que está pasando por ese momento de soledad, ¿qué le podemos decir? ¿Cómo podemos ayudarlo?

Isabelle: El único camino es ir a Jesucristo. Él es el único que realmente nos puede liberar de esta cautividad en nosotros mismos. Realmente Dios me ha sacado de esta soledad, de este egocentrismo y he podido conocer su perdón, su limpieza, y la capacidad de pensar en el otro, de poder amar al otro, y milagrosamente, diría yo, la soledad es superada.

Victoria: Bien. Entonces, acercándonos a Dios es la manera en la que podemos vencer eso que muchas veces es a causa de decisiones que hemos tomado nosotros. Pero hay otras veces que la soledad no tiene nada que ver con nosotros, hablábamos, por ejemplo, de los niños que pasan por un divorcio de los padres, o adolescentes que no pasan tiempo con sus padres. Existe otro tipo de soledad que no es a raíz de lo que uno ha hecho o de las decisiones que ha tomado.

Isabelle: Sí, tienes razón. Y justamente quería hablar un poco de eso también porque seguramente muchas de las amigas que nos escuchan están en una situación así, están en una etapa de soledad que no han elegido, que no es por pecado, sino que es por las circunstancias. Y quería pensar en algunos ejemplos que quizás le toquen pasar a algunas amigas nuestras. Por ejemplo, pienso en la mujer que pierde a su esposo, ya sea por muerte o por divorcio, pero que por alguna razón pierde a la persona más cercana. Y si tiene hijos es más complicado todavía, de repente tiene que educar a sus hijos sola. Una joven puede estar sola en una familia que no comprende su camino como creyente también. O una mujer puede sentirse sola con un esposo que no la entiende, especialmente si no puede compartir con él lo que más enriquece su vida, la fe en Jesucristo, si no puede orar con él. Quizás una mujer siente soledad cuando los hijos se van de la casa, especialmente cuando ha vivido toda su vida para ellos y de repente se le van y se queda sola. Todo eso puede crear mucha soledad en el corazón, y, como dijimos, no es por egoísmo sino por las circunstancias que llevaron a eso.

Victoria: Entonces hablamos de otro tipo de soledad, tal vez muy común de la sociedad en la que estamos viviendo. Padres que salen a trabajar todo el día, y niños que van creciendo sin ese lugar donde aferrarse, madres divorciadas, madres solteras, mujeres que tomaron la decisión de fe y no fueron acompañadas por el entorno que las rodeaba. ¿Cómo podemos atravesar estos momentos de soledad?

Isabelle: Anoté acá algunos puntos que realmente creo que son muy importantes para poder superar la soledad, para poder encontrar ayuda en esta etapa.

Lo primero es buscar la comunión con Dios, escuchar su voz. El Salmo 46:10 dice: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios.” O sea, ocuparme de mi relación con Él. Hay un lugar en mi corazón que solamente lo puede llenar Dios. Busquémoslo a Él.

En segundo lugar, es muy importante rechazar resueltamente la autocompasión. Porque la autocompasión no lleva a nada bueno. Me llenará de descontento, amargura, y quejas. Pensemos en el Señor Jesucristo, si alguien hubiera tenido razones de tener autocompasión, era él. Pero dice la palabra: “Cuando padecía, no amenazaba. Sino encomendaba la causa al que juzga justamente”. Él encomendó su causa a Dios. Hagamos lo mismo. Encomendemos a Dios lo que nos hace estar tristes, digámosle todo a Él en oración.

Lo tercero es simplemente pedir ayuda. No nos quedemos solas. Yo como mujer voy a buscar a otra mujer con quien pueda conversar, con quien pueda orar, no nos quedemos luchando solas. Estamos para ayudarnos mutuamente.

El cuarto punto es: Demos pasos de obediencia a Dios. No hay nada que nos de más gozo, más paz en la vida, que obedecer la palabra de Dios. Por ejemplo, si la Biblia me dice que yo tengo que compartir el evangelio con otros, en el momento en el que yo comparto mi testimonio, en el que le doy un folleto a alguien, me llena de gozo, me llena de paz. Dar pasos de obediencia a así me puede dar muchísima alegría en mi soledad.

Quinto, pensemos en el otro. Tenemos que abrir los ojos para ver lo que el otro necesita. Prestar un servicio, por ejemplo, hacerle un regalo a la otra persona, también nos puede sacar este sentimiento triste de soledad. Pensamos en Cristo, a quien lo dejaron solo allí en Getsemaní, en la Cruz, donde quedó realmente abandonado, él pensó en nosotros. Pensó en nuestra salvación, pensó en regalarnos su vida. Es un hermoso ejemplo.

Y lo último que quería decir es dar pasos concretos para aliviar la soledad, es decir, hacer algo. No nos quedemos solas con una gran responsabilidad, busquemos ayuda, busquemos a alguien que pueda compartir la carga con nosotros. Tenemos que organizar nuestra vida de manera de compartir las cargas.

Victoria: Qué bueno todo lo que hemos aprendido de la soledad en este programa, y las invitamos junto con Isabelle, porque en el próximo programa vamos a ver el lado positivo de la soledad. El Señor nos puede mostrar cómo podemos recibir enseñanza y podemos recibir bendición a través de la soledad. Le damos muchas gracias a Isabelle por lo que ha compartido con nosotros y a ustedes, amigas.

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