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Autor: Reneé Malgo

El apóstol Pablo, en sus epístolas a las diferentes comunidades de cristianos nunca se mostró preocupado sobre lo que viniera, ya fuera que quedara en libertad o fuera condenado a muerte. Siempre se le lee afirmando que todo esto era solamente temporal y le ayudaría a bien. El Señor estaría con él, lo guardaría para alcanzar la meta. Y para él lo más importante era que el Señor fuera glorificado en todo.


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PE2682- Estudio Bíblico
La carta de Pablo a los Filipenses (8ª parte)



Con toda confianza en cualquier circunstancia

Pablo se encontraba en la cárcel en Roma. Estaba encadenado día y noche con un soldado romano, careciendo de toda privacidad y libertad. Sin embargo, estaba alegre. Se gozaba a pesar de sus aflicciones, porque, como escuchamos en el programa anterior, el evangelio estaba siendo divulgado libremente. Incluso se gozaba del hecho de que el evangelio era anunciado por personas que, al hacerlo, solamente querían aumentar su sufrimiento. Pablo no se detuvo en este hecho, sino que tomó una decisión para el tiempo que tenía por delante, encontramos esto en Filipenses 1:18: “…y me gozaré aún”. Con todo lo que podía pasar y que podía venir, ya fueran ataques personales, inseguridad, enfermedad y sufrimiento, la inminente condena e incluso la muerte – no escuchamos ninguna queja ni justificación de la boca de Pablo, ningunas vacilaciones ni dudas, ninguna autocompasión ni tampoco enojo sobre la situación. Al contrario, su actitud de corazón y su decisión eran las siguientes: “…me gozo y me gozaré aún”. ¿Hemos tomado la misma decisión? ¡Por ella ganamos confianza! ¡Ella hace aumentar nuestra confianza!

Pablo experimentó miedos, sufrimientos, aflicciones y persecuciones como pocos, podemos leer más de esto en 1 Corintios 11:23-28. A pesar de esto, escribió confiadamente estas conocidas palabras de Romanos 8:28: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Vivió esta verdad, llevó a la práctica esta verdad, por eso pudo escribir en la carta a los Filipenses 1:19: “Sé que (…) esto resultará en mi liberación”. No importaba lo que viniera, ya fuera que lo liberaran o que lo condenaran a muerte – todo esto era solamente temporal y le ayudaría a bien. El Señor llegaría a la meta con él, lo guardaría, de manera que alcanzara la meta. Y lo más importante en todo esto era que el Señor iba a ser glorificado en todo. Aquí, liberación no significa la liberación física ni la salvación espiritual. Pablo todavía no sabía cómo terminaría su proceso legal. La expresión “resultará en mi liberación” en el versículo 19, es una cita de la versión griega de Job 13:16, como está en la Biblia Septuaginta, traducción griega del antiguo Testamento, y significa: Pase lo que pase, el Señor actuará. La misma idea es expresada en el Salmo 37:5: “Confía en él; y él hará”.

Pablo describe su gozosa confianza en Filipenses 1:6 con estas palabras: “…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Y esto es exactamente lo que testifica al final de su vida en 2 Timoteo3:11: “…persecuciones que he sufrido, de todas me ha librado el Señor”. Esto vale para cada hijo de Dios: No importa si fuiste salvo hace poco o si ya hace muchos años que estás en el camino: El Señor comenzó en nosotros una buena obra, y no importa qué camino está delante de nosotros, el Señor acabará la obra comenzada. Pablo dice en Filipenses 1:19: “Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación”. ¡Nos necesitamos mutuamente! El apóstol Pablo no solamente rogaba con gozo por los filipenses, como dice en Filipenses 1:4, sino que él mismo estaba agradecido por las oraciones de ellos. No era demasiado orgulloso para pedir a otros que intercedieran por él: “Hermanos, orad por nosotros”, dice en 1 Tesalonicenses 5:25. Por supuesto que Dios puede ayudar aún sin nuestras oraciones. Pero es Su declarada intención mover Su mano a través de ellas.

¿Cuáles son las circunstancias que justamente nos pesan? ¿Inseguridad, enfermedad, tentación? ¿Por qué no les compartimos nuestro problema a los hermanos en la fe? Nos da gozosa confianza cuando sabemos que hay un hermano, una hermana o un grupo de hermanos que interceden por mí, que me ayudan a llevar las cargas. Especial confianza y gozo nos da la “suministración del Espíritu de Jesucristo”. Él es el Consolador y eterno Suministrador, tal como Jesús lo prometió en Juan 14:16. La suministración que recibimos por el Espíritu Santo, es ilimitada, inagotable e inconmensurable. Ninguna enemistad de hombres o gobernadores, ninguna enemistad del enemigo, lograrán separarnos de Dios. Nada tendrá poder sobre nosotros si el Espíritu Santo mora en nosotros. Bien es verdad que los hombres nos pueden acosar, y esto ocurre, pero nuestra salvación es segura. La carta a los Romanos dice que nada “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

De acuerdo con Romanos 8;26 el Espíritu Santo “nos ayuda en nuestra debilidad” e “intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Su suministración es nuestra ayuda en medio de las tentaciones y de los peligros de cada día. La suministración del Consolador nos da la fuerza para permanecer aferrados del Señor, aún bajo las más difíciles presiones. El Señor nos lo confirma en Marcos 13:11: “Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo”. La gozosa confianza de Pablo también provenía de su “anhelo y esperanza de que en nada” sería “avergonzado”. Ya hacía meses que estaba en la cárcel. Quizás se había preocupado, preguntándose si no fallara bajo la presión de los interrogatorios, de las torturas y de los tormentos que experimentaría y negara al Señor. ¿De dónde sacó Pablo su confianza? Brotaba de su anhelo y firme esperanza de que en nada sería avergonzado. Pues es una promesa del Señor: “Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado”. Pablo testificaba sin temor de su Señor. Leemos en Filipenses 1:13: “…de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás”. Por lo tanto, tenía validez para él la promesa de Mateo 10:32: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos”.

La Palabra de Dios, Sus maravillosas promesas para Sus hijos, nos dan toda confianza. El futuro de los hijos de Dios está seguro en la mano de Jesús, porque Él lo prometió. Como ya mencionamos, Pablo no sabía cómo terminaría el proceso que tenía por delante; si obtendría la libertad o sufriría la condenación y la ejecución. Pero tenía confianza y ánimo sabiendo que Dios tenía un plan con su vida, y su mayor deseo era lo expresado en el capítulo 1 verso 20: “Con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”. Pablo no estaba de ninguna manera harto de la vida. Sabía una cosa: que podía someterse completamente al plan de Dios, exactamente como Jesucristo lo hizo poco antes de Su detención en el huerto de Getsemaní, cuando oró: “Padre … no se haga mi voluntad, sino la tuya”. ¿Tú también te entregaste de esta manera al Señor? ¿Dices “sí” a Sus caminos en tu vida? Este era el anhelo más fuerte de Pablo. Todo se lo sometía a él, y por eso resume su confianza en una de las más famosas oraciones del Nuevo Testamento encontrada en Filipenses 1:21: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Esta es confianza en su suprema perfección.

Él vivía a Cristo y eso nadie se lo podía quitar.
Él amaba a Cristo y este amor se manifestaba en su vida.
Él alababa a Cristo, era lo que se podía escuchar y leer de él.
Cristo era el motivo de todo su pensar, hablar y actuar. ¡Cristo era, en Persona, la gozosa confianza de Pablo! La pregunta para finalizar nuestro encuentro por hoy es: ¿Qué es Cristo para ti, querido oyente?

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