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Autor: Thomas Lieth

Lo que realmente cuenta en nuestra vida y la Iglesia es glorificar a Dios en y a través de Cristo, dándole honor a Él. Nada de lo que hagamos que no sea con este objetivo tiene peso o valor. El centro es Cristo, no nosotros ni los proyectos de iglesia local. El Apóstol Pablo habla de esto anhelando que los filipenses aprendan a comportarse como es digno de Cristo, delante de quien fuera. La unanimidad en este sentir nos llevará a combatir por la fe del Evangelio.


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PE2684- Estudio Bíblico
La carta de Pablo a los Filipenses (10ª parte)



Pablo anima a sus hermanos en la fe en Filipos a vivir una vida digna de Cristo Jesús. Escribe en Filipenses 1:27: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo…”. ¿Qué implica “comportarse como es digno del evangelio”? ¿Cómo honro a Cristo con mi vida? Pablo nos da la respuesta en el mismo versículo 27: “…Para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Cada iglesia y cada uno de sus integrantes debe tener a Cristo en el centro. Jesucristo es el Alfa y la Omega; Él es el autor y el consumador. ¡No hay camino fuera de Jesús! ¡Jesucristo lo es todo para Su Iglesia! No es un personaje secundario sino el más importante y la meta. Cuando Pablo nos exhorta a andar como es digno, a estar firmes en un mismo espíritu y a combatir unánimes por la fe del evangelio, otra vez se trata únicamente de Jesucristo. Jesús es las buenas nuevas en persona, Él es la Palabra de Dios. ¡De esto depende todo el resto!

Una iglesia local nunca debería girar alrededor de ella misma. Nunca debe olvidar por qué existe y quién está en el centro. Una iglesia no es una organización, ni una asociación deportiva. En una iglesia el Dios vivo está presente. Al darnos cuenta de la presencia del Dios santo, todopoderoso y sublime, en y a través de Jesucristo, en la Iglesia y en cada uno de sus miembros, deberíamos esforzarnos aún mucho más, a caminar dignamente y a darle la honra a Él en todas las cosas. Pablo hace entender a los filipenses que no se trata de él, sino de Jesús. No deben vivir como es digno de Pablo cuando él esté entre ellos, dándole un trato preferencial, intentando complacerlo y cumplirle cada deseo. No se trata de esto, sino que lo que cuenta es vivir como es digno de Cristo, pues Jesucristo está en medio de nosotros.

Pablo tiene la esperanza y confianza de poder volver a ver a la iglesia de Filipos. Pero, aunque esto no fuera posible, lo más importante es que Cristo sea proclamado, que Jesús sea honrado. Lo que realmente cuenta en nuestra vida es glorificar a Dios en y a través de Cristo, dándole honor a Él. También debe estar en nuestra vida la adoración en y a través de Jesucristo, y el gozo, la gratitud y el contentamiento en y a través de Jesucristo. La iglesia en Filipos había comprendido esto y lo practicaba, de manera que Pablo pudo escribirle en el capítulo 2 verso 12: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia…”. “Habéis obedecido” incluye este llamado a vivir dignamente. Un llamado que también encontramos en otras cartas, por ejemplo, en Colosenses. Y si lo comparamos con los primeros versículos de Efesios 4, encontramos el mismo desafío.

Luego dice nuestro pasaje de Filipenses 1:27: “…Que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Y como ya dijimos, Cristo está en el centro de esta unanimidad. Colosenses 1:17-18 dice: “Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia”. Por esta verdad vale la pena luchar; no con espada ni con bombas, teniendo un mismo sentir, con la meta de glorificar a Dios y de dar la honra a Cristo en todo. Los cristianos nacidos de nuevo poseen esta unanimidad tan solo por el hecho de que vive en ellos el Espíritu Santo, independientemente de la iglesia local a la cual pertenezcan. Somos uno por el amor de Cristo, uno por la redención, uno por el nuevo nacimiento y uno en la seguridad de poder estar un día donde Cristo está. Creo que esta unanimidad es una de las armas más poderosas de los cristianos contra sus oponentes, y de esto habla el versículo 28 de nuestro texto. Es algo que se observa en el deporte en equipo y también en el ejército: si no somos unánimes, si nos dividimos en grupos y ya no tenemos ninguna aspiración en común, la derrota está programada. Lamentablemente es un hecho que esta unanimidad escasea cada vez más, especialmente en el llamado “Occidente cristiano”.

La muerte de muchas iglesias y el letargo de muchas denominaciones, no se deben tanto a los ataques de afuera sino más bien a las discordias dentro de la cristiandad. ¿Qué testimonio es este frente a las personas a las cuales en realidad les tendríamos que trasmitir el mensaje de gozo de nuestro Señor Jesucristo, en amor y unanimidad? Recién tendremos un testimonio creíble cuando hablemos un mismo idioma y subrayemos nuestras muchas palabras con hechos, manteniéndonos firmes y sin desmayar en nuestra fe, fieles a nuestras convicciones, las cuales deben estar fundamentadas en la Palabra de Dios. También es importante que sepamos alegrarnos de que Cristo sea anunciado por otros. Recordemos lo que dijo Pablo en Filipenses 1:18: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo…”. ¡Qué actitud ejemplar!

El combate por la fe del evangelio, del cual habla Pablo en la carta a los filipenses, consiste en luchar por la verdad del evangelio y en refutar a los falsos maestros con su evangelio adulterado. Pablo anima a los filipenses, en el capítulo 1:28 para que sean: “…En nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios”. Aquí se habla de los que se oponen al verdadero evangelio. No son los convencidos ateos o los fanáticos adeptos de otras religiones, sino los falsos maestros que se hacen pasar por cristianos, pero predican un evangelio adulterado, un evangelio en el cual el centro no es Cristo, sino una persona humana, una organización o una ideología. Nuestra perseverancia no quedará sin recompensa, y a la vez testifica de nuestra salvación y de la seguridad de nuestra fe. Además, “es indicio de perdición” para los falsos maestros y para los que niegan a Dios.

¡Cuántas tentativas se hicieron para destruir a los verdaderos creyentes, incluso ya antes del nacimiento de la primera iglesia! Todos estos emprendimientos fracasaron para perdición de sus autores. Desde hace varias décadas se intenta manipular al hombre negando la creación y predicando la evolución; como cristianos presentemos batalla a esto y no nos dejemos mover de nuestra fe en la maravillosa obra de creación de Dios. Incluso muchos no creyentes admiten no poder creer en la teoría de la evolución, para desagrado de los científicos ciegos a la realidad de Dios. Y ¡cuántos intentos se emprenden para demostrar que la Biblia no proviene de Dios! Y hasta hoy la Biblia está siendo traducida, impresa, difundida y leída en todo el mundo.

Muchísimos cristianos están siendo perseguidos, sus iglesias prohibidas y sus edificios destruidos. A pesar de esto, mundialmente son cada vez más las personas que se reúnen para adorar a Cristo, cantar, leer la Palabra y darle la gloria a Jesús. Es “indicio de perdición” para los adversarios y una prueba de la redención proveniente de Dios para la Iglesia, como está escrito en Romanos 1:17: “El justo por la fe vivirá”. En Cristo, Dios comenzó la buena obra en ti y con Su Iglesia. Cristo te llevará a ti y a Su Iglesia por todas las dificultades de la vida terrenal. Jesucristo llevará a cabo la obra comenzada en ti y en Su Iglesia. Hasta ese día, para ti como para Su Iglesia, la consigna es: mantenerse firmemente en esta fe, en un mismo espíritu, dispuestos a combatir por la fe del evangelio, en la cual Cristo es el centro. Esto se evidencia en tu vida a través de tu amor, tu obediencia, tu testimonio y un comportamiento agradable a Dios.

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