La bendición de la soledad

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Por Daniel Lima

Como seres humanos, fuimos creados para relacionarnos unos con otros. Desde la primera infancia anhelamos estar con personas. Desde el bebé que llora por quedarse solo a la hora de dormir, hasta el adolescente que sacrifica sus valores para ser parte de un grupo determinado, pasando por la esposa que acepta a un esposo abusivo para no ser abandonada, hasta el anciano que espera visitas de su familia. Todos, de alguna manera u otra, anhelamos relacionarnos. Sin embargo, vivimos en un mundo imperfecto. Por lo tanto, mientras nuestro deseo de relaciones se centre en otras personas, siempre viviremos en «soledad».

Así que, de una manera o de otra, en algún momento nos frustramos porque buscamos algo donde no encontramos, o podemos deducir que lo que buscamos no existe o lo estamos buscando en el lugar equivocado. Pero esta «frustración» puede convertirse en una bendición por dos razones: (1) dejamos de esperar a que el mundo actual llene nuestro vacío interior y (2) comenzamos a buscar satisfacción en Dios. El profesor, a quien tengo el privilegio de llamar amigo, el Dr. Scott Horrell escribió recientemente:

“Pensamientos sobre la soledad. Ya sea que mis actividades tengan éxito o quizás no tanto, a veces siento una profunda soledad. El tiempo pasa, sea con familia, amigos y conocidos. Somos finitos, en un lugar u otro, en diferentes etapas de la vida, con relaciones que vienen y luego se evaporan, con responsabilidades y tareas cotidianas. Pero si nos detenemos a pensar, anhelamos más, anhelamos mucho más. Cuando lo pienso –sorprendentemente después de una semana muy fructífera e incluso alegre de ministerio cristiano– la soledad es un regalo. Un regalo del Señor. La soledad nos conecta con algo mucho más grande, con Dios que es mucho más personal de lo que podemos imaginar. El Dios cristiano es infinitamente personal como Padre, Hijo y Espíritu. La soledad hace que nuestro corazón se eleve para encontrar puro descanso y satisfacción en el Dios que nos hizo a su imagen. Fuimos creados para desear las relaciones personales más profundas. La soledad, entonces – en ese sentido – se convierte en una invitación divina”.

¿Cómo reaccionamos a esta invitación divina?

¿Cómo podemos alinear nuestras vidas con esta invitación y promesa?

Esta pregunta se la hicieron a Jesús de diversas maneras, algunas personas sinceramente y otras no. Las preguntas varían en su formulación, pero en esencia buscan satisfacer nuestro anhelo de relaciones significativas, relaciones que llenen nuestro interior.

Veamos algunas de estas preguntas y especialmente las respuestas:

Nicodemo

“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es”. (Juan 3:5)

La Mujer Samaritana

“Dios es espíritu y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. (Juan 4.24 NVI)

Judíos después de la curación del paralítico en el estanque de Betesda.

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”. (Juan 5.24)

La Multitud tras la multiplicación de los panes.

“Entonces Jesús declaró: ‘Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás.” (Juan 6:35)

Dos verdades destacan en estas frases. El primero es el Espíritu. Nuestra comunión es espiritual. Las personas, incluso las más queridas y nobles, no pueden satisfacer nuestras almas. Esperar que las personas y las relaciones con las personas llenen nuestro vacío interior es un camino seguro hacia la decepción.

La segunda verdad es Jesús. Él se presenta como la respuesta a nuestros deseos. Él es quien tiene los brazos abiertos y nos invita a una relación única y verdadera con él.

Evidentemente no quiero decir que debamos ser ermitaños o alejarnos del mundo y las personas, sino que cuando pases por momentos de soledad, lo veas también como una bendición, ya que te mostrará que las personas u otras respuestas en este mundo no te satisfacen verdaderamente, y que tu verdadera comunión es espiritual y con Jesús.

¡Oro para que tu próximo momento de soledad te lleve a los brazos de tu Salvador!

Artículo publicado primeramente por Chamada.com.br

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