Josafat, un héroe con pies de barro (17ª parte)

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Autor: Eduardo Cartea Millos

En 2 Crónicas 19 encontramos esta segunda acción positiva de Josafat después de haber vuelto en paz a Jerusalén. Fidelidad, integridad y temor reverente. ¿Será que en tiempos de creciente apostasía, estos valores desaparecen incluso de muchos de nosotros, los hijos de Dios?


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PE2557 – Estudio Bíblico
Josafat, un héroe con pies de barro (17ª parte)



Fidelidad, integridad, temor reverente. La segunda acción positiva de Josafat

Amigo, el programa anterior conversamos un poco sobre lo que significa preocuparme por mis hermanos y mostrarles amor. Hemos dicho que es necesario:

Orar por ellos. Vemos a Samuel orando por su pueblo, y diciendo: “Lejos sea de mí que peque contra Jehová cesando de rogar por vosotros”. Leemos en Esdras 9:5-15, la oración de aquel siervo de Dios intercediendo por la congregación. Vemos a Daniel orando por sus hermanos en aquella memorable oración del cap. 9. Oímos a Pablo orando por los creyentes en sus oraciones desde la cárcel, en Efesios 1:15-23; 3:14-21; Filipenses 1:9-11 y Colosenses 19-14.

• También debemos comprender a los hermanos. Gálatas 6:1 señala: “Hermanos, si alguno fuera sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Dice Santiago 5:19-20: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados”.

• Asimismo debemos asistirles en sus necesidades. En 1ª Juan 3:17-18 leemos que: “…el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra su corazón contra él, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Y un poco antes en el verso 3:16 leemos: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. Aquí destaca el valor de la ofrenda, no solo de dinero sino también de bienes para aquellos que los necesitan.

Es cierto, no obstante, que las relaciones interpersonales son difíciles en cualquier ámbito y también en el seno de las congregaciones. ¿Por qué es así? Hay algunas razones:

– Porque somos todos distintos, por la individualidad que nos constituye a cada uno de nosotros. Unos somos de una forma, otros de otra; unos pensamos de una forma, otros de otra. Unos vemos las cosas de un modo, otros de otro.

– También porque Dios no ha escogido para sí solamente a personas buenas, ni solamente a caracteres templados, ni solamente a personas pacificadoras. Todo lo contrario. Siendo que Dios ha escogido a “lo insensato, lo débil, lo más bajo y despreciado”, entonces no nos debe extrañar que a pesar de la transformación que Dios hace en nuestras mentes y conductas, la vieja naturaleza, humana y carnal también está presente en nuestro ser, y cuando le damos lugar se manifiesta.

– Otro factor de conflicto puede ser la falta de control del Espíritu en nuestras vidas, cuando no somos llenos, gobernados por Él. Esto da lugar a la manifestación de las pasiones que hay en nuestro ser: celos, contiendas, disensiones, envidias, etc.

Retomando la vida de Josafat, amigo, vemos que su segunda acción positiva, tal como leemos en el capítulo 19 de 2ª de Crónicas, es que puso jueces a quienes les hizo ver la responsabilidad de su tarea (v.5-6) y les exigió no hacer injusticia, ni obrar con parcialidad, ni aceptar soborno (v.7), y a los levitas y sacerdotes, encargados de administrar la ley del Señor, el obrar con temor de Dios, con fidelidad e integridad (v.9). ¡Qué bendición sería para una nación que sus autoridades, sus gobernantes, sus legisladores y jueces obraran de este modo! ¡Qué bendición para una iglesia que sus miembros, sus pastores y líderes sean fieles e irreprensibles! ¡Qué bendición para una empresa que sus responsables sean íntegros! ¡Para un hogar que los padres sean temerosos de Dios!

Vivimos días en los cuales el mundo ha perdido todo concepto de piedad. Dice el Salmo 12: “Salva, Señor, porque se acabaron los piadosos”. Amigo, ¡si se habían acabado hace tres mil años, imagina hoy en día! Solo queda para el pueblo de Dios el mantener estas virtudes en pie: fidelidad, integridad, temor reverente de Dios. ¿Será que están en nuestras vidas? No es recitarlas, ni siquiera saber qué significan. ¡Se trata de vivirlas! Y me temo que en tiempos en los cuales la apostasía es cada vez más creciente, estos valores desaparecen incluso de muchos de nosotros, los hijos de Dios. Las personas están dispuestas no tanto a oír el mensaje, pero sí a ver mensajes vivientes que muestren al mundo en la esfera espiritual y también en la secular el poder que el Evangelio de Cristo tiene para cambiar vidas.

El capítulo 19 de 2 Crónicas termina con la nominación de aquellos que iban a regir los asuntos religiosos, pero también los civiles. Dios está interesado en cada aspecto de nuestra vida, sea sagrado o profano. No hay diferencia. Y entonces llega la exhortación de Josafat en el v. 11: “Esforzaos, pues, para hacerlo, y el Señor estará con el bueno”, es decir con todo aquel que actúe correctamente.

Amigo, recordemos siempre que en lo que a la iglesia refiere, la relación “unos a otros” es un mandamiento para todos. No solo son tareas pastorales, para aquellos siervos de Dios a los cuales Él llamó para cuidar y apacentar su grey. Pablo no escribe en 1 Tesalonicenses 5:11-15 solo a los pastores de la iglesia, sino a toda la congregación. Y en el verso 14 leemos: “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo; que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos”.

Si nos atreviéramos a decir como Caín “¿soy yo guarda de mi hermano?”, la respuesta del cielo sería: “¡Sí!” Indudablemente, como aquellos hermanos vivimos hoy días difíciles. Ellos de una forma, nosotros de otra. Pero la Iglesia del Señor siempre atraviesa el mar de los tiempos, y siempre se podrá decir de ella que “el viento les era contrario”. También, siempre será necesario que en el seno de la comunidad hermanable los creyentes ejerzamos este ministerio de animarnos, alentarnos, edificarnos, tratarnos con consideración, amonestarnos, y estimularnos unos a otros.

La instrucción del texto bíblico es que cada iglesia local se constituya en una comunidad de recíproco apoyo moral, emocional y espiritual entre sus miembros. Una verdadera comunidad terapéutica, en la cual cada creyente encuentre en su seno, en la relación con los demás, un lugar de paz, de refrigerio, de crecimiento, de motivación para la vida y el servicio.

La iglesia debe ser una comunidad que cuida, que trata, que sana, que está interesada en que sus miembros y todos aquellos que se alleguen a ella estén en un ambiente saludable, armonioso, lleno de vida. No meramente optimista o sociable, sino espiritual, en el cual se perciba la presencia de Dios, el accionar del Espíritu, la influencia curativa y vivificante de la Palabra de Dios, y todo en un ambiente de paz y gozo.

Cada cristiano debería hacer suya la orden de apacentar las ovejas que el Señor Jesús le dio a Pedro aquella mañana junto al mar de Tiberias, y seguir el ejemplo de Josafat, quien como un buen pastor “los conducía a Jehová el Dios de sus padres”.

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